Esta semana se conocieron las cifras de desempleo correspondientes al primer semestre de 2024 y el resultado es muy preocupante. Según el DANE, la tasa de desempleo nacional de junio fue del 10,3 %, superando en un punto porcentual el evidenciado en junio de 2023 (9,3 %). Al ajustar las cifras por estacionalidad (temporada de vacaciones), la tasa de desempleo de junio es aún peor al alcanzar el 10,7 %.
Salvo un milagro económico, al revisar las cifras de todo el semestre, ya es evidente que, este año, cerraremos con un desempleo de dos dígitos y lo más probable es que rompamos la tenebrosa barrera del 11 %, acercándonos lentamente a una cifra sombría: Contar con cerca de tres millones de desempleados en el país.
Como si esas cifras no fueran suficientemente graves, el informe del DANE también revela que la informalidad ha regresado al 56 %, lo que significa que no solo se están destruyendo empleos, sino que además estamos dañando el empleo de buena calidad. En otras palabras, muchos de los trabajadores actuales, aunque conservan su empleo, ahora devengan menos y tienen menos garantías. La informalidad siempre será la respuesta a una economía en crisis porque la gente, pase lo que pase, tiene que seguir comiendo y el rebusque siempre será una alternativa.
Pues bien, lo que nos está pasando en materia de empleo es la crónica de una tragedia anunciada. Hoy es claro que las políticas económicas erráticas del Gobierno Petro, en prácticamente todos los sectores, están empezando a pasar factura y la cuenta luce muy cara.
Los empresarios, fruto de la incertidumbre y la desconfianza en las políticas públicas de este Gobierno, se paralizaron y prudentemente han decidido detener sus inversiones. Hoy la regla es reducirse y ajustarse, pero prácticamente nadie está pensando en generar nuevos empleos o en ampliar su capacidad productiva. Eso, sumado a que la inflación sigue diezmando a las familias colombianas, está deteniendo lentamente la economía y empiezan a contar en los números la necesaria contracción del mercado de trabajo.
Según el DANE donde más se han perdido empleos es en el sector público, los servicios de salud, la educación y la construcción (suman cerca de trescientos mil empleos) y eso coincide justo con los sectores más golpeados por las políticas regresivas, erráticas y poco eficientes de la administración nacional.
Los grandes perjudicados de imponer políticas y visiones filosóficas fanáticas, revanchistas y retardatarias, paradójicamente son los trabajadores, en especial los más humildes. El Gobierno cree que atacando empresarios logra el cariño del “pueblo”, pero en realidad lo único que logra es asustarlo al afectar las fuentes de empleo.
Las cifras por ahora son preocupantes, pero no críticas. Ojalá el Gobierno entienda que le resta la mitad del mandato para corregir la crisis económica que generó, sin embargo, muchos ya hemos perdido la esperanza; por el contrario, lo más sensato es prepararse para otros dos años de desgobierno en que la situación laboral de los colombianos se tornará dramática. Esperemos que la cuenta de cobro en hambre, inequidad y pobreza no se torne impagable, pero, si o si, tendremos que asumir estoicamente el precio de las malas decisiones políticas que se han tomado, eso es un hecho.