Todas las semanas nos hemos venido acostumbrando a escuchar “propuestas” de los candidatos “progresistas” que sorprenden, no por su audacia y brillantez, sino porque son abiertamente inviables, se formulan para la “tribuna” y corresponden más a caprichos mesiánicos que a una verdadera solución para los problemas del país.
Hace un par de semanas se nos dijo que la economía se dispararía y que los ingresos de los colombianos aumentarían si todos los arriendos se disminuían. En ese momento al lustroso candidato se le olvidó que gran parte de los ingresos de las personas de la tercera edad, que no suelen tener pensión, provienen de arrendar una alcoba o parte de sus casas para poder subsistir. Nunca nos pudo explicar cómo alguien, que de un día para otro deja de ganar dinero, se vuelve rico…
Hace cuatro años nos dijeron que toda la economía agrícola se podía remplazar por aguacates – sí, por ¡aguacates! – y que seríamos el país más rico del mundo a punta de una reforma agraria que pasaba por acabar con las empresas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar y al refinamiento de esta. Cuatro años después hemos avanzado mucho en aguacate, pero a pesar de los detractores de los alimentos azucarados, ese sector sigue siendo vital para nuestra economía.
La más reciente propuesta del candidato populista consiste en indicar que el “primer acto de gobierno” del progresismo será acabar con los contratos de exploración petrolera de un solo tajo. Es decir, palabras más, palabras menos, condenar al país, no solo a demandas incalculables de aquellas empresas que legítimamente están explorando, sino obligar a todo nuestro aparato productivo a vivir de sus ya escasas reservas energéticas.
Lo que propone el “progresismo” es sentenciarnos, por vía de una actuación gubernamental arbitraria, a seguir el mismo camino de Venezuela que, desde hace años, por su inestabilidad política y económica no explora un solo campo petrolero y vive de la poca producción que todavía queda en los campos operativos, pasando de ser un país relativamente rico a uno absolutamente pobre.
La propuesta es tan absurda que incluso antiguos aliados, aparentemente alineados con las ideas socialistas, como el senador Jorge Robledo, han salido en defensa de la industria del petróleo. En pocas cosas estamos de acuerdo; pero en esto, creo que existe un consenso, es irracional dejar de explorar campos petroleros o carboníferos de un día para otro. No lo ha hecho Canadá, ni ningún otro país del mundo, no suena lógico que Colombia lo logre simplemente porque a un “iluminado” se le ocurrió esa fantástica idea mientras meditaba sobre el siguiente espectáculo mediático.
Ahora bien, lo que más me sorprende es que muchos de los seguidores y auspiciadores del candidato mesiánico, subsisten precisamente de la industria del petróleo. Son muchas las organizaciones sindicales de ese sector estratégico de la economía que apoyan las ideas del progresismo e incluso militan en sus filas para ser candidatos al Congreso por esa colectividad política.
Yo me pregunto: ¿Qué le dirán esos fervientes seguidores del progresismo, a los trabajadores del sector petrolero, cuando se queden sin empleo el 7 de agosto del próximo año? ¿Cómo garantizará el candidato progresista, la subsistencia de varios cientos de municipios que viven de lo que produce el petróleo? ¿Cómo reemplazarán los ingresos que la gente del común recibe por logística, transporte, alimentación, entre muchos otros, que se perderán cuando los proyectos de exploración se marchen?
En honor a la verdad, no quisiera estar en el lugar de esos “líderes” progresistas… porque como dice un famoso comercial bancario… definitivamente podrían estar en el lugar equivocado. ¿Cómo apoyar a alguien que jura condenarlos al desempleo y a la pobreza el próximo año, en especial, cuando no han hecho nada malo o ilegal?
Para tranquilidad de todos, pero en especial para los cientos de miles de familias que viven del petróleo y del carbón en Colombia, es claro que esta absurda propuesta será flor de un día y pronto el candidato iluminado cambiará de retórica. Probablemente en un par de semanas estaremos discutiendo otra de sus locuras, simplemente porque las polémicas y el teatro de lo absurdo es lo que está jalonando a la opinión pública, no solo en nuestro país, sino en el mundo entero.