Vivimos en una sociedad que premia ser social y castiga la introversión. Hoy parece que es mejor tener una vida pública y mostrar todo lo que se hace, lo que a mi juicio genera un poco de mayor presión a la simple existencia.
Dentro de todo lo que hay que saber, conocer y gozar y la presencia del famoso: fomo (fear of missing out, por sus siglas en inglés, o miedo a perderme algo) nos hace seres más robotizados, automáticos, en un frenesí por hacer cosas, mostrar, compartir, ganar amigos, atesorar.
Tal vez entré a un momento de mi vida de mayor introspección y calma. Quizá mayor sabiduría por todas las experiencias que ya he vivido. Sigo disfrutando inmensamente entender los comportamientos humanos, saber que la luz y la sombra de cada uno está en cada movimiento que hacemos y en cada actitud que asumimos.
Hace poco hablaba con alguien muy cercano que estaba muy sorprendida porque una gran amiga que tenemos en común había decidido cambiar su vida. En medio del espíritu libre que me caracteriza, le dije que, si bien no era predecible su cambio y su decisión de dejar su trabajo, era bueno saber que cada uno tiene diferentes intereses. Me cuestioné si la respuesta fue del todo auténtica, porque la verdad es que últimamente me he sentido un poco saturada de ver algunas personas en exceso mostrando, con narrativas melosas de cambio y ejemplificantes.
Me pregunté hasta dónde hay seres humanos que pueden dar específicamente lecciones de vida y decirles a otros cómo actuar. Si bien en medio de mi libertad busco ser feliz y disfrutar cosas cada vez más simples, sin juzgar, veo que se arman un tipo de ‘sectas’ donde es peligroso perder la identidad.
No hay fórmulas únicas para hacer cambios. Lo que me funciona a mí seguramente no les funciona a otros igual, así que hay que entender que cada uno tiene su propio ritmo, sus propios motivadores, su propósito único e irrepetible.
En medio de esta búsqueda interna en la que llevo años —porque seguro estaba más perdida antes—, me llegó un concepto que hace todo el sentido. La humildad ontológica, concepto filosófico que hace referencia a la capacidad de reconocer y aceptar los límites de nuestro conocimiento y comprensión del mundo. Se trata de una actitud de humildad frente a la complejidad y la incertidumbre de la realidad.
Este término tiene más años de los que pensaba. Xavier Zubiri en el siglo pasado argumentó que la humildad ontológica es una condición necesaria para alcanzar una comprensión más profunda y auténtica de la realidad.
Hay algunas características básicas, lo primero es el reconocimiento de la limitación que implica entender que nuestro conocimiento y comprensión del mundo son limitados y provisionales. Esto ya es una característica bien compleja de ver con evidencia en estos nuevos influencers que buscan posicionarse como los ejemplos a seguir. Si nos dicen que hacer, si nos dicen que su historia es la ganadora, si nos venden su receta mágica del cambio, no hay humildad. A mí personalmente eso no me inspira.
Si vamos a otra característica de la humildad ontológica, se trata de la aceptación de la incertidumbre. Hasta dónde estamos abiertos a la experiencia nueva, a crecer y a aprender sin vender mi alma. Mirando hacia adentro.
La humildad ontológica invita además a evitar el dogmatismo y la certeza absoluta, reconociendo que la verdad es compleja y multifacética. De nuevo pensé en mi amiga que después de un curso decidió dejar su trabajo y me pareció bastante riesgoso. Su referente fue la líder que la guio en su taller, lo cual es fabuloso; pero pensé de nuevo hasta dónde fue responsable y consciente una decisión basada en experiencias ajenas. No juzgo, solo observo.
No podemos definir acciones propias, ni motivadores individuales, con ideas sueltas, ni la mente en caliente, sin importar cuantos años tengamos o en que momento estamos. Como seres individuales tenemos que tomar decisiones propias. Que nadie decida por ti, no hay que seguir un cambio porque es tendencia. Mirar más hacia adentro, ahí se encuentra la verdadera humildad ontológica que nos va a llevar a encontrar esa armonía tan escasa últimamente.