Por: Víctor Hugo Malagón Basto
Este 2021 inició cargado de diversas discusiones, retos y desafíos para todos, en todos los ámbitos: salud pública, pandemia, vacuna del covid-19, democracia en Estados Unidos, futuro político en Colombia y en la región, y muchos etcéteras. Sin embargo, ha llamado especialmente mi atención las discusiones y debates sobre las redes sociales y el avance de las tecnologías de información y comunicaciones, su utilización, su implementación, su reglamentación, y su verdadera capacidad de aportar a la construcción de valor para la sociedad, y el alcance de la libertad de expresión en esta sociedad de la información, la tecnología y el conocimiento.
Y es que para nadie es un secreto que la introducción de nuevas tecnologías ha generado, por ejemplo y definitivamente, nuevas formas de entender las relaciones humanas, empresariales y comerciales. Muchos son los ejemplos que se exponen a este respecto cuando se estudia el modelo de Facebook, o Alibaba, o la aún vigente discusión de la regulación de plataformas como Uber o Airbnb.
Asimismo las nuevas tecnologías han generado nuevas formas de consumo de bienes y servicios especialmente en el marco de esta coyuntura que obliga al autocuidado y a la restricción de la movilidad.
Pero también tenemos hoy, gracias al avance en las TICs, consumidores y tomadores de decisiones más exigentes, más informados, más formados y más sensibles, que premian o castigan el comportamiento de las empresas con sus decisiones de compra y retando, en definitiva, las maneras tradicionales de hacer negocios.
Por eso, en general, suele haber coincidencia en la confianza de que las nuevas tecnologías han permitido aumentar los canales de comunicación y de control político de los ciudadanos y aumentan la capacidad de control de sus ciudadanos por medio de la información que generan minuto a minuto en muchos temas del diario vivir, y por eso, solo los gobiernos que logren alinear adecuadamente sus estructuras al mundo digital tendrán real capacidad de gobernabilidad. Pero es allí precisamente en donde se plantean los grandes cuestionamientos éticos, políticos y sociales de futuro en el marco de las tecnologías y las redes sociales.
La limitación de las cuentas de Twitter y, de paso, de la libertad de expresión, sobre personalidades como Donald Trump (independientemente de mi propia opinión personal) contrasta con que, al mismo tiempo, haya libertad absoluta de muchos personajes con tendencias y expresiones de terrorismo, de populismo, de noticias falsas, de agresiones personales, de calumnias, en las mismas redes sociales. La decisión privada sobre el caso Trump plantea una gran reflexión sobre el alcance de las redes sociales y las TICs en la estabilidad de nuestras sociedades en el presente y en futuro: ¿Cuáles son entonces las reglas del juego? ¿cómo evitar que la transparencia y la legitimidad de los sistemas democráticos sean interferidas o manipuladas por la aplicación indebida de sofisticadas tecnologías de grandes datos e inteligencia artificial? ¿quién es responsable de regularizar estas reglas los Estados o los privados? ¿cómo lograr regulaciones eficaces y eficientes si la tecnología ha demostrado ir a una velocidad mayor al avance de los sistemas legales y jurídicos? ¿en dónde está la autorregulación de los ciudadanos y el verdadero control social para evitar el abuso de los novedosos mecanismos de comunicación? y un sinfín de interrogantes más que marcan una nueva prioridad en la agenda pública y privada para los próximos años.
Por esta razón valoro especialmente el surgimiento de múltiples foros, plataformas y espacios de reflexión-acción entorno de estas problemáticas como la iniciativa “Sociedad Transformada” liderada por la Asociación Colombiana de Ingenieros de Sistemas – ACIS, la Fundación Guión, MACA Consultores y la organización Minuto de Dios entre otros actores, que han empezado un ciclo de alto nivel que ha iniciado a final de 2020 con una profunda y pertinente reflexión titulada “Vida Artificial e Inteligencia Humana”, de la mano de los principales expertos en la materia y que se extenderá durante todo este 2021. Este es apenas un ejemplo de los muchos que surgen en distintas partes del país y del mundo pero que están llamados a, usando la misma lógica de esta nueva sociedad de la información, a sumar y a multiplicar estos esfuerzos que requieren y merecen ser de carácter global antes que local, frente a los cambios inminentes que ya podemos experimentar con estas tendencias. Cambia el sentido de privacidad y de pertenencia, la comprensión sobre la propiedad privada, los patrones de consumo, la forma en la que desarrollamos nuestras carreras, las relaciones sociales, las comprensión y acceso al poder, la comunicación humana… y la lista es infinita.