Mientras más cerca se tenía el fin del año 2021, mayores eran las expectativas sobre sus consecuencias en un nuevo año, enmarcado en la pandemia mundial. No obstante, la economía mundial nos ha sorprendido con perspectivas al alza y el sistema bancario ha escapado de un panorama que parecía turbulento, aunque se mantiene en la incertidumbre ya que, según un análisis de la consultora Mckinsey, los bancos no cubren su costo de capital.

Por lo pronto, la rentabilidad bancaria se ha mantenido mucho mejor. El ROE (rendimiento del capital social) en 2020 fue del 6,7 % y, aunque es menos que el costo del capital social, fue mejor de lo que se esperaba que, incluso, estuvo por encima del 4,9 % obtenido en 2008, luego de la crisis financiera mundial. Asimismo, podemos hablar de impactos más “tangibles” como la forma en la que se aceleró la banca digital, disminuyó el uso de efectivo, aumentaron los ahorros y criterios como el medioambiente y la sostenibilidad se empezaron a constituir como una prioridad.

Del reporte especial realizado por McKinsey, titulado Revisión anual de la banca mundial 2021: la gran divergencia, se ha obtenido que el motivo de la preocupación en el sector se concentra en dos criterios: por un lado está el ROE para medir la rentabilidad y por otro, el valor del mercado “en libros”, como indicador de cómo los mercados de capital están valorando la banca.

De allí también se concluyó que el 51 % de los bancos opera con un ROE por debajo del costo de capital (COE) y el 17 % está por debajo el COE en más de cuatro puntos porcentuales. En esencia, cuando se tiene que el ROE es menor que el COE se sabe que se está perdiendo valor.

Sin embargo, de las lecciones aprendidas que nos dejó la crisis financiera parece que se ha llegado a un momento decisivo, relacionado con las secuelas de la crisis. Después de la última crisis financiera (2007-2009), alrededor del 60 % de la brecha de desempeño ocurrió durante los dos primeros años de recuperación (2010 y 2011). Durante el resto de la década, la brecha siguió ampliándose, pero más lentamente.

Por ello, el periodo 2022-2023 podría ser un primer acercamiento a este marco de recuperación. Por supuesto, sin anticiparse a una declaración del fin de la pandemia, dadas las más recientes variantes del virus, siendo la más preocupante por ahora ómicron. El tema es que son muchas las regiones a nivel mundial que se están enfrentando a una tercera o cuarta ola de contagio, por lo que parece precipitado aún pensar en capturar este nuevo año dentro del ya mencionado periodo de las secuelas de la crisis.

Al menos McKinsey mantiene la expectativa de que los próximos cinco años marcarán el comienzo de una nueva era en la banca mundial, en la que la industria pasará de una década de resiliencia convergente (2011-2020) a un período de crecimiento divergente (que se espera inicie en 2022).

Estamos en un mundo en el que las expectativas de los clientes se han disparado y los productos que ofrece el sector bancario se han convertido en productos básicos. Es por ello por lo que cada vez son más los especialistas y las empresas de plataformas digitales que se extienden, a tal punto de ofrecer servicios que desafían a la banca tradicional.

Revolut, por ejemplo, ofrecía servicios de pago sin tarifas y una aplicación con información sobre gastos. Recientemente, la fintech del Reino Unido entró en el negocio de la gestión de patrimonios, facilitando inversiones en acciones fraccionarias o criptomonedas. El resultado fue un crecimiento de 2 millones a 15 millones de clientes en todo el mundo en tan solo tres años. O si queremos ver un ejemplo más regional, Mercado Libre es el mejor ejemplo, dada la adaptación de su propia solución de pagos Mercado Pago.

En un sentido bastante genérico, los proveedores de servicios financieros pasan por tres fases para su posicionamiento: focalizan la atracción de sus clientes resolviendo necesidades muy específicas y relevantes; posteriormente, llevan a sus clientes a un ecosistema en el que crean una experiencia totalmente dinámica y distintiva; finalmente, brinda a los clientes información analítica personalizada.

El tema es que las empresas que se dedican a la prestación de servicios bancarios y tienen un gran desempeño en la actualidad tienen una mayor valorización como empresas de tecnología que como bancos. Es entendible que para los bancos tradicionales sea abrumador en enfrentarse a competidores mucho más ágiles y avanzados, pero eso solo pone en evidencia la falta en su tasa ‘metabólica’ de innovación. Por ende, a medida que la tecnología y la adopción digital avanza, también lo hacen los competidores para continuar con su divergencia ascendente.