El más reciente Reporte del Estado del Clima en América Latina y El Caribe 2020 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha confirmado que el cambio climático tendrá fuertes estragos en la región latinoamericana, batiendo récords en materia de huracanes, sequías severas, incendios y hasta aumento en el nivel del mar por cuenta del calentamiento global.
Por supuesto, este sin número de fenómenos climáticos tendrán afectaciones graves en materia de salud, disponibilidad de comida, agua, energía y hasta en el desarrollo socioeconómico de toda América Latina. De 1998 al año pasado se calculó una afectación a más de 277 millones de personas, y se cobraron la vida de al menos 312.000 individuos en América Latina y el Caribe.
A nivel mundial, la realidad es que el cambio climático no está en desarrollo, ya está aquí. Y en la medida en que pasa el tiempo, se vuelve cada vez más difícil la meta de mantener el aumento de la temperatura del planeta en los 1,5 grados centígrados en alguno de los próximos cinco años.
Es claro que nadie está a salvo de los efectos de esta emergencia climática. No obstante, la ONU destacó que un grupo considerado como marginado, en donde entran las mujeres, las niñas y en una menor medida los niños, que es altamente vulnerable ante los factores de riesgos a los que están expuestos y, ciertamente, tiene una correlación importante con los efectos del cambio climático que día a día percibimos en los diarios, los noticieros, reportes, etc.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), esta parte de la población tiene 14 veces más probabilidades que los hombres de morir en un desastre climático. Las razones las consolidaron en cinco formas particulares en las que el cambio climático enmarca un contexto de mayor vulnerabilidad.
En primer lugar, lo que ocurre generalmente es que las mujeres y las niñas tienen una mayor responsabilidad en tareas como la recolección de agua o de leña para combustible, teniendo que caminar, en muchas ocasiones, enormes trayectos por la escasez de recursos. Esto equivale a una mayor vulnerabilidad, y cuando se trata de poblaciones desplazadas, son ellas las que enfrentan un mayor riesgo de violencia de género en medio de los campamentos que se conforman.
Así, las mujeres constituyen el 80% de las personas desplazadas por cuenta del cambio climático. Es terrorífico cruzar cifras y darse cuenta de que la trata sexual aumentó después de los ciclones de Asia, o que la violencia intrafamiliar aumentó durante la sequía en África y durante las tormentas tropicales que azotaron a América Latina en los últimos años.
En segundo lugar, hay varios extremos climáticos que destruyen los medios de subsistencia de miles de familias y los lleva a tomar medidas desesperadas. Allí el aumento del matrimonio infantil se vuelve una opción en la medida en que ofrecen algo a cambio de la novia, o porque simplemente quieren tener una boca menos que alimentar en el hogar. Estos índices se han mostrado al aumento en países como India, Indonesia, Mozambique y Filipinas.
Por otro lado, también se puede hablar de un deterioro en la salud materno infantil. Por ejemplo, la malaria y el dengue se ha relacionado con abortos espontáneos, nacimientos prematuros y anemia. Esto es una alerta dado que el aumento de las temperaturas, en lo que provoca un aumento en la temporada de mosquitos que propagan estas enfermedades.
Y aunque falta una investigación mucho más profunda con cifras que respalden mucho más un panorama así, el estudio afirma también que un aumento de 1 grado celsius durante la semana anterior al parto se asocia con un aumento del 6% en el riesgo durante mayo-septiembre, lo que implica cuatro mortinatos de más por cada 10.000 nacimientos. En pocas palabras, esto apunta a una relación con el aumento de la mortalidad neonatal.
Finalmente, se ha podido demostrar que las emergencias (como la del covid-19, siendo la más persistente) desvían varios recursos de atención sanitaria, y se resta prioridad a aquellos servicios que se consideran como menos esenciales. Es altamente probable que, dadas las emergencias desatadas por el cambio climático, los servicios de salud asociados al derecho sexual y reproductivo pueda verse en jaque.
Si este tipo de servicios empiezan a perderse, empezarán a aumentar los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual. De igual manera, la población desplazada también es la más afectada. Y es que incluso logró demostrarse que la pérdida de cosechas, atribuidas a algún desastre climático, afecto este componente sexual y reproductivo porque eran las mujeres las que, por falta de alimentos en el hogar, recurrían a ofrecer servicios sexuales para sobrevivir.
Aunque existe un grueso discurso por incluir el enfoque de género en la formulación de políticas públicas, empezar a evaluar los daños que el cambio climático genera en materia de género es más que interesante para mitigar los impactos que tienen estos desastres sobre la población que se considera más vulnerable. En definitiva, la emergencia climática es una realidad para abordar desde muchos frentes, y en el enfoque de género las políticas de protección ante la vulnerabilidad tan marcada de mujeres y niñas brilla en muchos escenarios por su escasez o ausencia.