El 15 de julio se expidió la Ley 2254 de 2022, por medio de la cual se crea la “escalera de la formalidad”. Se trata de una norma aparentemente sencilla, pero de una trascendencia enorme.
Por primera vez en Colombia reconocemos que la formalización no debe ser un asunto de todo o nada; claramente deben existir “etapas” para poder alcanzar la formalización definitiva, estable y perdurable.
Cuando se habla de “formalidad”, la gente suele pensar que se trata de un asunto netamente laboral y lo reduce a garantizar que los trabajadores devenguen, por lo menos, un salario mínimo y a pagar aportes a la seguridad social.
Resulta que la formalización, por lo menos desde el punto de vista empresarial, va mucho más allá: se trata de cumplir todo lo que el Estado requiere para que un emprendimiento pueda desarrollarse, respetando toda la normatividad vigente.
La nueva norma reconoce que esas reglas para ser considerados “formales” son numerosas, que su cumplimiento puede resultar tortuoso y que muchas veces representan la aniquilación temprana de micro y pequeñas empresas que, ante tanto requisito y el exceso de burocracia, sucumben en su intento de producir, generar ganancias y -paralelamente- cumplir todo lo que se requiere para ser “legal”.
La nueva “escalera” establece un trato diferenciado que reconoce que no a todos los empresarios se les puede exigir lo mismo y que los emprendimientos merecen gozar de condiciones más “suaves”.
La idea es que el crecimiento sea sostenido y que, en la medida en que empiecen a ser financieramente viables, comiencen a cumplir paulatinamente los requisitos legales hasta llegar a la formalización definitiva.
La norma reduce sustancialmente los costos legales de operación de las empresas en formación, facilita el acceso a crédito y simplifica todos los registros que se requieren para poder operar, producir con responsabilidad ambiental e incluso exportar.
En otras palabras, les facilita la vida a las empresas en crecimiento, invitando al pequeño empresario a desarrollarse y proyectarse en el tiempo.
Paradójicamente, en el único aspecto en que la nueva norma se queda muy corta es en la formalización y regularización laboral. En este asunto se limita a indicar que las empresas en formalización se podrán beneficiar de la exención en el pago de aportes a salud y parafiscales de aquellos trabajadores que devenguen hasta diez salarios mínimos legales mensuales vigentes, lo cual no requería una mención especial porque, con esta nueva norma o sin ella, todas las empresas se benefician hoy en día de esa prerrogativa.
En lo laboral seguimos requiriendo relaciones laborales más flexibles y que se adapten a las nuevas formas de empleo. Es urgente pensar en trabajadores contratados a través de conexiones en plataformas (por ejemplo, Rappi), de vinculación a libre demanda incluso del propio colaborador, en vínculos con tiempos parciales, en la eliminación de recargos por trabajo nocturno o dominicales cuando se labore por horas, entre muchas otras medidas que ayudarían a generar relaciones más estables y con mayores garantías que la informalidad que hoy nos carcome.
Las actuales categorías contractuales dificultan la contratación, se tornan inflexibles y desincentivan los emprendimientos artesanales.
El contrato de trabajo clásico, pensado hace más de 70 años, en muchos casos puede resultar anacrónico ante las necesidades y expectativas de los emprendedores. Asumir que la única alternativa de formalización es un contrato de trabajo que nunca pueda ser terminado, con pocas horas trabajo, baja productividad, pero cargado de derechos y obligaciones, no aporta mucho a lo que realmente demanda y requiere la sociedad, en especial aquellos jóvenes que necesitan acceder a una primera oportunidad laboral muy flexible, pero que deben ser protegidos en garantías básicas como la seguridad social, el legítimo descanso y la prevención de riesgos laborales.
Esperemos que el gobierno “progresista” no se concentre en consolidar dinosaurios ideológicos. Es hora de ser pragmáticos, porque la gente requiere urgentemente empleo bien remunerado, flexible y digno. Crear una “escalera” de formalización laboral es el siguiente paso; esa discusión hay que darla sin prevención y sin prejuicios de lucha de clases.
Por ahora, se debe confiar en que no vamos a retroceder en un aspecto en que se empezaban a observar avances interesantes y resultados. La formalización es y deberá ser siempre la prioridad en cualquier política pública de empleo.