No hay que ser muy agudo para entender que en cuestión de minutos en Internet se puede revisar la historia del vino. Concretamente Wikipedia afirma: “El vino se produjo por primera vez durante el Neolítico, según los testimonios arqueológicos hallados en los montes Zagros, en la región que hoy ocupan Irak e Irán, gracias a la presencia de Vitis vinifera sylvestris y la aparición de la cerámica durante este periodo. La evidencia más antigua de la producción y consumo de vino es una vasija del año 5400 a. C. Se establece la denominada police des vins (”policía de los vinos”) que consta de una serie de códigos y prácticas comerciales establecidas en los siglos XIII y XIV que rigieron el comercio de vino dentro de la región de Burdeos, así como el uso de su puerto por las regiones vecinas. Los códigos pretendían proporcionar al vino de Burdeos una posición predominante en la región y en el mercado del vino inglés. El vino llegó a Inglaterra ya en el siglo X gracias a los vinos normandos llevados por Guillermo el Conquistador. Posteriormente, en el siglo XIII se exportó vinho verde portugués a los mercados ingleses. En el siglo XIV el duque de Lancaster llevará el vino de Ribadavia (lo que actualmente es la D.O. Ribeiro) a las mesas de los principales señores ingleses. En el siglo XV se empiezan a poblar las islas Canarias con colonos europeos y el portugués Fernando de Castro cultivó la primera vid en el año 1497 (en la Vimbrera), y que posteriormente el británico John Hill plantó la primera viña en el Hierro en 1526″.

Releyendo lo anterior es más que evidente que las aseveraciones de la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Yesenia Olaya Requene, cuando afirma en una entrevista que la industria del vino inició a partir del conocimiento tradicional en los viñedos de Chile y Argentina, no pasa de ser una sandez.

Pero la ministra, en vez de aceptar con humor y humildad su enorme equivocación, hecha un energúmeno. Ripostó en las redes que ella no estaba equivocada, y que sí fue “el proceso de industrialización” que comenzó en esos países. En una perfecta combinación de la ignorancia con la soberbia, la alta funcionaria trata de enmendar un disparate con otro disparate. Con frecuencia esto ocurre entre los izquierdistas radicales que, al sentirse depositarios de la verdad revelada, obviamente son incapaces de aceptar que con frecuencia se equivocan.

Por otro lado, hay otro izquierdista que, haciendo gala de su incurable soberbia, ha hecho en Rusia el oso a nivel mundial. Nicolás Maduro viajó a Kazán buscando varios objetivos: salir en la foto con los líderes de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); legitimar su régimen y reelección; ser recibido con honores en audiencia privada por Putin; y que Venezuela entrara a ser parte de los Brics.

Maduro no logró ninguno de sus objetivos: no salió en la foto con las cabezas de los Brics; no legitimó ante el mundo ni su régimen y mucho menos su fraudulenta reelección; Putin le dio un muy breve saludo y no le concedió audiencia privada; y lo más humillante es que los Brics le cerraron a Venezuela de un tajo la puerta de entrada a formar parte de este grupo.

El artífice de la negativa a que Venezuela no hiciera parte de los Brics fue Lula, quien parece tener la certeza de que Maduro es un delincuente que falsificó las actas de la pasada elección para mantenerse indefinidamente en el poder. Haber permitido la entrada de Venezuela a los Brics hubiera sido un error monumental. Con algunos reparos, las economías de Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica son dinámicas, con bastante seriedad en el manejo macroeconómico, y con monedas relativamente estables.

Por el contrario, la economía venezolana, lejos de ser dinámica, cada año retrocede. Su moneda, el bolívar, carece de todo valor. Su manejo macroeconómico, poco profesional y nada serio, está al arbitrio de una camarilla de burócratas que, asesorados por los cubanos, están exclusivamente al servicio incondicional de un régimen de gansters.