Mientras Petro se desenmascara y propende ahora por hacer una Constituyente donde, dice él, quepan todos, y empieza la campaña presidencial para el 2026, la economía sigue sufriendo, más ahora con inestabilidad política y jurídica.
Es que la confianza es el pilar fundamental para la llegada de la inversión. No la de los especuladores. O la de los inversionistas de alto riesgo. Colombia necesita inversión a largo plazo: la inversión que llega para quedarse, la que genera puestos de trabajo de calidad, la que llega porque cree en el futuro del país.
México, a pesar de su presidente, muchísimo más moderado que Petro, y de un problema de violencia y narcotráfico grandísimo, ha logrado atraer mucha inversión de empresas norteamericanas por la cercanía o porque estas han salido de China y ven estabilidad. El peso mejicano viene revaluándose en gran medida por esta inversión. En ningún momento, a López Obrador se le ha ocurrido acabar con Pemex, fomentar el sindicalismo, apoyar a los grupos al margen de la ley o acabar con el sistema pensional.
Cuando vemos las cifras de crecimiento de la economía colombiana, hay muchas cifras preocupantes, pero ninguna tanto como la caída de la inversión, en todos los sectores.
El sector inmobiliario y de la construcción tiene un grave problema: unas tasas muy altas, que hacen que las cuotas de los créditos estén por las nubes. Los costos de producir un metro cuadrado de vivienda han venido subiendo con la inflación y los bancos están restringiendo la aprobación de créditos por el aumento de la cartera vencida. Todo lo anterior, aunado a una restricción en los subsidios para compra de vivienda VIS que tiene paralizado el sector. La vivienda de estratos altos carece de apetito. Hoy en día, más personas quieren vender su vivienda que comprar o cambiar.
Otros sectores de la economía, donde podría haber inversión en diferentes sectores, están asustados por la reforma laboral que quiere hacer Petro, que hace que la mano de obra en Colombia sea cada vez más onerosa, mucho más que en México, que es donde está llegando esta inversión. No solo es el costo del salario mínimo lo que impacta al inversionista, es el cada vez más rígido sistema laboral lo que los espanta. Como dicen, si es para problemas, ¿para qué invierto?
La inversión de portafolio también está contraída. Por un lado, el mercado accionario sigue de capa caída; por el otro, el aumento de impuestos, aunado a convertirnos en mercado frontera ha venido ahuyentando a los pocos inversionistas que quedaban. Y para rematar, a nuestra joya de la corona, Ecopetrol, la quieren acabar. No solo por acabar la exploración de petróleo en el país, sino nombrando en sus cargos a personas sin el mínimo conocimiento para hacerlo.
Por el lado de la renta fija, sigue saliendo inversión de fondos extranjeros en TES. La fiesta de las tasas altas se acabó hace rato y el aumento del gasto público, la alta probabilidad del no cumplimiento de la regla fiscal, y la posible nueva reforma tributaria no ayudan.
Para terminar, la inversión pública tampoco arranca. Primero, por ideología, cerrando las puertas a APPs en infraestructura, y, segundo, por falta de conocimiento de los funcionarios, que son es activistas y no tecnócratas: tienen poco conocimiento en los cargos que ostentan; piensan que dar subsidios y fomentar la ancestralidad es la solución, cuando eso solo genera más informalidad, que es uno de nuestros mayores males.
Y no he empezado a hablar de la inseguridad.