Hoy presenciamos el inicio de una nueva era en la producción, un cambio sísmico que promete redefinir fundamentalmente nuestro mundo. Mientras que el capitalismo, como se expone en la obra seminal de Adam Smith La riqueza de las naciones, ha sido un catalizador de innovación y progreso, un examen más profundo de la historia revela que el verdadero motor de nuestra prosperidad reside dentro de las megaciudades.
Este fenómeno, al que denomino ‘la riqueza de las megaciudades’, subraya el papel crucial que estos imponentes centros urbanos desempeñan en impulsar el crecimiento económico, desde la antigua metrópoli de Uruk hasta los modernos gigantes como Jinjing o Tokyo-Yokohama o futuras ciudades como Neom.
En efecto, las megaciudades se han convertido en los crisoles del progreso global, contribuyendo con más del 35 % al PIB mundial. Sin embargo, también enfrentan desafíos formidables que abarcan la salud, la seguridad y la sostenibilidad ambiental.
Mirando hacia adelante, las proyecciones sugieren que para el año 2050, dos tercios de la población mundial residirán en áreas urbanas, un testimonio del duradero atractivo de la vida citadina cultivado durante milenios de evolución urbana. Desde los primeros asentamientos en Uruk hasta las gigantescas ciudades industriales del siglo XIX y los vibrantes centros financieros del siglo XX, las megaciudades han estado consistentemente a la vanguardia del desarrollo humano.
Las megaciudades latinoamericanas como São Paulo y Ciudad de México sirven como ejemplos contemporáneos del metabolismo urbano. Y en el siglo XXI, estas megaciudades están en camino de superar la marca de los 100 millones de habitantes, forjando redes interconectadas de conglomerados urbanos densamente poblados similares a la conglomeración Jing-Jin-Ji en China.
Sin embargo, realizar esta visión exige una evolución fundamental de nuestro modelo de producción. Las cadenas de valor existentes no solo tienen implicaciones ambientales adversas, sino que también plantean riesgos de seguridad, especialmente en ciudades con poblaciones que superan los 100 millones.
Nos encontramos en el umbral de una revolución tecnológica sin precedentes, un período caracterizado por la velocidad y la escala de cambio que supera cualquier otro en la historia humana. A diferencia de las interrupciones del pasado, que se desarrollaron gradualmente y en bolsillos aislados, los años 2020 anuncian una transformación radical en todos los sectores de la economía simultáneamente.
Impulsando este cambio tectónico se encuentran avances notables en tecnologías clave, cada uno con el potencial de remodelar múltiples sectores. Tal como la llegada de los teléfonos inteligentes y los automóviles revolucionaron las industrias de manera incremental, las inversiones en cualquier sector catalizan avances en las tecnologías subyacentes, desencadenando un efecto dominó de disrupción. Por ejemplo, la creciente demanda de vehículos eléctricos junto con los avances en la tecnología de baterías están redefiniendo el panorama competitivo en el almacenamiento de energía, impulsando más innovaciones en energía nuclear y solar.
Estas tecnologías convergentes están listas para desatar mejoras sin precedentes en los costos y las capacidades del producto en diversos sectores. A medida que las disrupciones se suceden y se potencian, sus repercusiones se sentirán en toda la sociedad, remodelando fundamentalmente nuestra forma de vida.
Liderando esta transformación se encuentran los cinco sectores fundamentales, con la tecnología de la información ocupando un lugar central, reflejando su papel pivotal durante el surgimiento del Orden Industrial.
Tecnología de la información:
Ya avances extraordinarios en el procesamiento de información y las comunicaciones han llevado los costos a niveles cercanos a cero, empoderando a miles de millones con herramientas anteriormente fuera de su alcance. El teléfono inteligente ubicuo ejemplifica esta transformación, desbloqueando un potencial ilimitado en todos los sectores económicos.
Trabajo descentralizado:
Hace apenas dos décadas, la idea de trabajo, estudio y socialización remotos generalizados parecía confinada al ámbito de la ciencia ficción. Sin embargo, eventos recientes, ejemplificados por la crisis del covid-19, subrayan cómo las tecnologías interconectadas están dando forma a nuestra realidad. Si bien algunas tareas pueden resistir la ejecución remota, los avances en tecnología de sensores, comunicaciones, informática y robótica están preparados para revolucionar el trabajo físico. A medida que la tecnología permite la ejecución remota de tareas cada vez más complejas, un cambio hacia la producción descentralizada se vuelve inevitable, remodelando las nociones tradicionales de trabajo y geografía.
Agricultura-fermentación de precisión:
En el ámbito de la producción de alimentos, la fermentación de precisión anuncia una nueva era, prometiendo hacer obsoleta la agricultura animal. Al aprovechar la biología, nos embarcamos en un viaje de creación, elaborando alimentos a partir de moléculas y células meticulosamente diseñadas. Este cambio de paradigma no solo revoluciona la producción de alimentos, sino que también ofrece implicaciones profundas para la salud, la sostenibilidad y el medio ambiente.
Energía descentralizada:
Asimismo, en el sector energético, la convergencia de reactores nucleares modulares, energía solar, baterías, sensores e IA está introduciendo un sistema energético distribuido, desafiando la dominación de la generación de energía centralizada. Este modelo descentralizado promete la generación de energía en cualquier lugar, a cualquier escala, a costos que se acercan a niveles despreciables, remodelando fundamentalmente el panorama energético.
Transporte como servicio:
El transporte también está experimentando una transformación radical, con el Transporte como Servicio (TaaS) listo para suplantar la propiedad individual de automóviles. Los vehículos eléctricos, con una vida útil prolongada y costos operativos más bajos, emergen como la opción económica para flotas, remodelando los paisajes urbanos y las dinámicas de transporte.
Nuevos materiales:
La producción de materiales experimenta una metamorfosis similar a la producción de alimentos, pasando de la extracción a la creación. Las tecnologías emergentes nos capacitan para manipular la materia con una precisión sin precedentes, anunciando una era de materiales abundantes y versátiles.
A medida que estas interrupciones cobran impulso, alimentadas por mecanismos de retroalimentación, los sectores sufrirán transformaciones profundas a lo largo de los años 2020 y hasta la década de 2030, desafiando los análisis convencionales. Juntos, establecen las bases para un nuevo sistema de producción, prometiendo inaugurar una nueva era de progreso e innovación sin precedentes.
Estos cambios se desarrollarán en las megaciudades, los laboratorios de la evolución de nuestra civilización.