Este año, la selección albiceleste cortó la racha de 28 años sin títulos internacionales para, finalmente, levantar la Copa América 2021, luego de un buen espectáculo en donde Brasil salió derrotado en su casa. Después de aplazar la Copa un año y ante diversas especulaciones y cambios de sede para disputar el tan anhelado encuentro deportivo, este año se lució Argentina bajo impecables estrategias que lograron conducir a este equipo al éxito.
En los encuentros a octavos, y hasta a cuartos de final, muchos expertos aseguraban que los partidos de la selección de Argentina parecían mucho más un monólogo con leves repuntes de dominio argentino, en donde en medio de las jugadas aisladas todo podía pasar. Se podía ver, en varias ocasiones, que el mismo técnico de la selección buscaba soluciones que finalmente no encontraba.
Así que, en medio de las críticas por el desempeño global de Argentina en la Copa América, vale la pena preguntarse qué fue o cuáles fueron las estrategias que finalmente llevaron a un equipo al que no se le vio carisma, pero que le sobra talento.
Recientemente, un orador de TED, Alejandro Melamed, cuyo enfoque se centra en temas de consultorías sobre liderazgo y el futuro del trabajo, realizó un conciso análisis sobre la relación entre el fútbol y el management, o la gestión de empresas, basándose en el comportamiento percibido por parte de la albiceleste y el rol que ejerció Messi bajo un sistema de liderazgo que resultó ser mucho más efectivo.
Uno de los errores que suele verse en muchas organizaciones es que, varias de estas, emprenden una búsqueda de un líder bajo una perspectiva de mesías. Hacen del líder un héroe y concentran el enfoque de liderazgo bajo una sola persona como si dependiera de una estructura piramidal. Allí, Messi comenzó así, como un “messias”.
Sin embargo, para el último encuentro frente a Brasil, se vio un sistema de liderazgo mucho más distribuido, incluso entre el mismo cuerpo técnico y la dirección. Lionel Scaloni tuvo que bajar el nivel de exigencia que se tenía bajo una sola persona, y ningún jugador se destacó más que otro. Las estrategias fueron secundadas e intercambiadas entre los jugadores, de tal forma que todos tuvieron la oportunidad de sobresalir en algún momento.
Así, el equipo argentino dejó de jugar en función de Messi. Un poco de autonomía entre los miembros de un equipo da lugar a una de toma de decisiones más descentralizada, una mejor eficiencia en los procesos y hasta una mayor productividad. La autonomía no involucra trabajar aislados, sino que cada miembro del equipo trabaja responsablemente bajo unos objetivos compartidos y comunicándose constantemente entre sí.
Por supuesto, la conexión entre el líder y su equipo es una condición necesaria, pero no suficiente. Allí, términos como la confianza y hasta la humildad entran en juego. Dejar de actuar bajo niveles jerárquicos y poco flexibles limita la distribución de la responsabilidad. Ante ello, se requiere un liderazgo más ágil y dinámico que logre estimular el desempeño para la obtención de los logros propuestos sin llegar a obsesionarse.
No obstante, manejar el tema de las obsesiones en medio de encuentros deportivos que ponen los sentimientos a flor de piel, demanda un liderazgo más consciente, relacional y teniendo siempre en la mira la cadena de valor. Un tema que logró convertirse en el talón de Aquiles para la sustanciosa propuesta de la Superliga en la que jugarían doce de los clubes más importantes del ámbito financiero.
Hay que tener en cuenta que esta fue una propuesta principalmente comercial y elitista, en donde lo que se buscaba era una salida de las ratios de endeudamientos tan altos que tenían estos clubes. El dejar de lado a los stakeholders (como los aficionados), cerrarles la puerta a otros equipos, no establecer un plan sólido de comunicación, entre otros, fueron los factores que lapidaron esta propuesta. Prácticamente, jugaron al líder solitario.
En contraste, el desempeño de la selección de Argentina mostró todo lo contrario. En lugar de sobreestimarse, lograron migrar hacia un liderazgo totalmente colaborativo, en donde se podría apreciar las estrategias de las jugadas y el sacrificio de los egos para marcar su objetivo.
Allí perseveró muy poco lo tradicional y se dio lugar a las nuevas ideas. Se dio paso a la diversidad y la inclusión, claves trascendentales para los equipos de alto desempeño. Un sistema de liderazgo que, por supuesto, integraba Messi, pero que dejó de ser el único líder.
Del compromiso y la estrategia se llegó al triunfo. Un 1-0 que marcó la victoria frente al Brasil de Neymar. Todo un proceso que lograron disfrutar de principio a fin, en donde el peso del legado argentino y del intento de honrar a un astro como Maradona, fue gestionado con inteligencia para que fuera una motivación, mas no una obsesión. Y aunque lejos de modelarse como un tipo de liderazgo perfecto, sí fue un tipo de liderazgo que tuvo éxito y del que debe seguir aprendiéndose bajo la crítica constructiva.