En la historia reciente ir a votar nunca fue tan importante. Nunca habíamos tenido tanto poder en las manos: con un marcador de tinta vamos a definir si renunciamos a nuestras garantías democráticas o si emprendemos un camino que nos permita seguir eligiendo y gozar de libertades básicas durante los próximos cuatro años.
Los que hace tres semanas votamos por Fico o por Fajardo sentimos que se perdieron oportunidades de construir un país mejor, uno sin tanta polarización y caos. Tenemos una tusa electoral enorme, pero también sabemos que debemos votar unidos y no puede ser en blanco.
Decir que Petro es un peligro para la democracia es repetir lo que todos ya sabemos, incluso los más renombrados petristas. Esos que están allá por un cálculo político y oportunismo, saben, en el fondo de su corazón, que se están embarcando en una aventura muy peligrosa y sin regreso. Como siempre lo he dicho, en público y en privado, Colombia tarde o temprano tendrá un gobierno de centro izquierda, sin embargo, acá el problema es que el candidato que nos quieren imponer, en aparente democracia, es el peor. Colombia, a pesar de sus muchos problemas y desafíos, no se merece un personaje mentiroso, narcisista, mesiánico, incoherente y maquiavélico.
Ahora bien, las cosas no pasan solas. Todo tiene una causa, una acción y un efecto. No podemos pretender “salvarnos” de Petro sin hacer nada. El mesías populista ha logrado una base de votantes fanáticos que, pase lo que pase, siempre lo van a apoyar y que no tienen escrúpulos. Ellos, sin falta, llueva o truene, van a ir el domingo a votar y nunca, pero nunca, pensarían en votar en blanco. Esos grupos incluso han difundido campañas fríamente orquestadas para generar miedo en la población y evitar que la gente vote. Saben que no necesitan más votos, solo que los demás no voten o voten en blanco, es un cálculo muy peligroso, pero altamente efectivo.
En cambio, en este lado de la democracia hay cansancio y eso hay que decirlo. Si Rodolfo pierde no es porque Petro haya logrado convencer al país, sino por la apatía de los que optaron por votar en blanco o simplemente no salieron a votar. Las cuentas son muy sencillas: sumada la votación en primera vuelta de Fico con la del Ingeniero, se supera fácilmente el 50 % haciéndolo imbatible, pero, sobre todo, incontrovertible.
Parafraseando al presidente López Michelsen, Colombia necesita un “mandato claro”; uno que no deje duda alguna de la decisión electoral y que permita la reconstrucción de la nación. Necesitamos unirnos en las urnas, porque nos dividieron sistemática y estratégicamente con fines electorales. Ya es hora de despertar y entender que mejorar como país depende principalmente de nosotros y no de aquellos que nos gobiernan.
Tener paz política es el único factor que nos hace falta para terminar de pasar la página de la pandemia, empezar a crecer con equidad y dispararnos como nación. Las cifras no mienten: a pesar de la inestabilidad internacional y de la inflación mundial, el 2022 será uno de los mejores años para Colombia y el camino está lleno de buenas oportunidades. Lo único que tenemos que hacer es cuidar la democracia. Dios proteja e ilumine a Colombia.