Lo primero que uno debe decir, parafraseando las palabras de nuestro mandatario, es que Argentina derrotó la barbarie. Es la hora de la esperanza. Se eligió entre la barbarie y la esperanza, y el pueblo argentino escogió la esperanza. ¡Felicitaciones al pueblo argentino! La reacción de los mercados a la apabullante victoria de Milei fue contundente: en promedio las acciones subieron el 10 %, mientras que la de Yacimientos Petrolíferos Fiscales YPF (la Ecopetrol de ellos) aumentaba un 40 %.

Lo segundo es que el camino que enfrenta Milei es cuesta arriba porque está recibiendo una herencia envenenada: 45 % de pobreza; 10 % de indigencia; 140 % de inflación anual, con muchas posibilidades de llegar a 200 %; devaluación de más del 70 %; endeudamiento de 390.000 millones de dólares. La transición de lo que deja el kirshnerismo no va a ser fácil: el actual gobierno de Fernández muy seguramente va a nombrar miles de nuevos funcionarios difíciles de remover. El papel de buena parte de la Iglesia en la debacle argentina ha sido, lastimosamente, nefasto. Un agudo analista argentino, Rodolfo Roballos, en carta al diario La Nación, afirmaba: “Por ello creo que en estas elecciones no solamente se derrotó al peronismo, sino también a esa ideología nefasta sostenida por una fracción de la Iglesia católica que nos viene condenando al atraso, a la ignorancia y a la pobreza desde hace décadas, y que tenemos la esperanza de revertir a partir del próximo 10 de diciembre”.

Pero lo más destacable de los objetivos de Milei y su equipo económico es que piensan hacer exactamente lo inverso que se pretende hacer en Colombia: achicar el Estado y terminar con las crisis recurrentes que sufre Argentina desde al menos 80 años. Por contra, en Colombia lo que se busca es agigantar al Estado y acorralar al sector privado. En campaña, Milei dejó muy claro que no pensaba seguir permitiendo que se imprimieran billetes para comprar consciencias sin respaldo alguno: “Cuando esos ladrones de la ‘casta’ se quedaban sin dinero, solo prendían la fotocopiadora del Banco Central para producir toneladas de billetes sin valor”. Por el contrario, en Colombia la idea de socavar la “regla fiscal” va precisamente encaminada a poder, abierta o soterradamente, poner a funcionar la maquinita impresora de billetes. Y aparte de recortar drásticamente el gasto público, Milei se ha comprometido en desregular la economía, privatizar las empresas públicas, cerrar el Banco Central, reducir los impuestos y terminar con las indemnizaciones laborales por despido. El programa de nuestro gobierno contempla precisamente lo contrario: regular aún más la economía, estatizar lo máximo que se pueda, incluyendo las empresas relacionadas con la salud y las pensiones, aumentar los impuestos y adicionar todo tipo de cortapisas a las indemnizaciones laborales por despido. Milei piensa acabar con diez ministerios, dejando solo ocho: aquí ya se creó uno inútil (el Ministerio de la Igualdad) y seguramente se piensa crear otro más, completando los veinte.

Según el diario La Nación, uno de los principales asesores de Milei va a ser el expresidente del Banco Central, Federico Sturzenneger, quien, entre otras, “realizó un informe en el que revisó la totalidad de las leyes argentinas, unas 4.200, y las clasificó en “ok, derogar y modificar”. El objetivo de Sturzenneger, que muy probablemente será el próximo zar de la economía, es hacer “una amplísima desregulación de la economía, ordenamiento del Estado, transparencia del gasto público y fomento de la competencia… Esto crea un capitalismo genuino, igualando las reglas para todos los sectores, lo cual implica la eliminación de todos los programas de promoción”.