Cuando escuché hace algunos meses la noticia de que la colombiana Diana Trujillo lideró el equipo de ingenieros responsables por el brazo robótico en la misión de la NASA Perseverance a Marte, sentí mucho orgullo al ver que el liderazgo y el empoderamiento femenino están cambiando el curso de la historia. Al mismo tiempo, esto me ha generado cuestionamientos porque los indicadores que hoy registramos sobre la participación femenina dan cuenta de una realidad diferente.
Los datos más recientes del Global Gender Gap, del Foro Económico Mundial, indican que el cierre de la brecha en participación económica en el mundo completó un avance de 58 %, lo que quiere decir que se necesitarían otros 267 años para lograrlo por completo.
Y en Colombia, el panorama para las mujeres se deterioró en los últimos meses, al punto que es uno de los países de la OCDE en donde más creció la brecha de género en el mercado laboral en los últimos meses y las cifras del Dane lo confirman: mientras que el desempleo nacional en mayo de 2021 fue de 15,6 %, en los hombres fue de 13 % y en las mujeres se ubicó en 19,4 %.
Estos son apenas algunos datos que nos deben llamar la atención para que desde el sector empresarial emprendamos nuestra propia misión por la equidad de género, que en el sector privado generemos el apoyo y las oportunidades orientadas a reducir las brechas y a que haya más mujeres como Diana, que pueden cumplir sus sueños, romper estereotipos y destacarse.
Es necesario que el cambio inicie desde la cultura organizacional. Tradicionalmente han existido sesgos de género que encasillan a mujeres y hombres en determinadas ocupaciones, por eso hay que promover espacios para que las mujeres puedan cumplir con sus proyectos y expectativas según su momento de vida, para eliminar sesgos inconscientes y para acompañarlas en su formación, con el objetivo de que haya mayor presencia femenina en equipos que normalmente han estado dominados por hombres, especialmente en áreas como ciencias, tecnología e ingenierías.
También es vital que las mujeres encuentren distintas posibilidades para lograr un verdadero desarrollo económico. Un punto importante es seguir ampliando el acceso de los servicios financieros a las mujeres, en donde también existen brechas: en Colombia la inclusión financiera llegó a 87,8 %, en donde el 90,5 % de los hombres cuenta con al menos un producto financiero, frente al 84,5 % de las mujeres.
Y en financiación, solo el 33 % de las mujeres tiene acceso al crédito formal, lo que refleja la necesidad de avanzar más en una oferta de préstamos que se adapte a las necesidades de las mujeres y que las acompañe en el desarrollo de los proyectos productivos que les permitan lograr empoderamiento económico y que representan bienestar para toda la sociedad.
Si bien el acceso a crédito es clave, hay otras formas de apoyar el emprendimiento femenino. Las empresas pueden vincularse con programas de mentorías, de networking, incubadoras, creación de espacios para vincular a emprendedores en sus actividades, y alianzas con la academia y entidades que apoyan al emprendimiento, entre otros.
Promover la equidad de género es un tema que beneficia a toda la economía y la sociedad. Un estudio realizado por McKinsey señala que lograr avances en este tema podría generar 12 billones de dólares adicionales a la economía mundial para 2025, lo que además repercute en calidad de vida para las familias y mejores oportunidades para los más jóvenes.
Por eso, mi llamado es a que más empresas se unan y, desde la actividad que desarrollan, creen estrategias para materializar el aumento en la participación femenina y que, así como Diana, haya más mujeres que, a partir de sus conocimientos y habilidades puedan marcar hitos que enorgullezcan e inspiren a otros. Esta misión debe convertirse en el logro de todo un país.