Pasó un año más. Un año en general que podríamos considerar difícil, extraño y hasta duro. Los que saben de astros dicen que la incertidumbre es lo que ha marcado este ciclo y, obviamente, eso no ayuda a ningún tipo de estabilidad. La economía está resentida: todo el mundo, sin importar su estrato, se queja de falta de plata. No fue el mejor año y muchos esperan ya el 2024 para sentir al menos que un año nuevo puede traer mejores noticias.

Una de las cosas que he tenido que usar de manera reiterativa en 2023 es el concepto de que no hay problemas, hay situaciones y la mente se encarga de volverlos o lo peor de la vida o un aprendizaje. No somos víctimas de nada ni de nadie, solo estamos en un universo interconectado que nos lleva a ser parte del destino.

Es por esto que pienso firmemente que esta época debería ser más para agradecer que para pedir. Más para pensar en nuestros deberes que en nuestros derechos. Por eso quiero hacer aquí una reflexión de agradecimiento que seguro va a permitir que todos los que lean se identifiquen en algo y busquen espacios para agradecer al Universo (a Dios o a quien tú creas), que nos da lo que pedimos y hasta más.

Un buen punto para compartir es que no siempre entendemos quienes son los ángeles que vienen a ayudarnos. Muchas veces las peores brujas, los seres más mezquinos, son los que llegan a facilitarnos el camino para tomar decisiones. Las cosas pasan para algo (no solo por algo) y a veces los que pueden hacer que ese proceso suceda son quienes consideras tus peores enemigos. Así que agradezcamos a aquellos que buscando hacernos mal terminan haciéndonos un favor.

De otro lado, nos acomodamos demasiado a la zona de confort que nos muestra un solo camino. ¡Nos pegamos a creencias limitantes, así me educaron, eso es lo correcto/incorrecto, esta es la única vía posible…! ¡No es cierto! Hay varias vías para cada solución y casi siempre tomamos las fáciles y aburridas. Agradezcamos a todos esos amigos y socios de vida que no nos dicen que es lo “correcto”.

Pensemos además que el éxito es relativo a quien lo observa. Ser exitoso no es tener el mejor carro, el mejor puesto, no es ser el más fit, o tener más followers en las redes. Para mí es más exitoso un amigo que se fue a estudiar lo que le gusta y renunció a su supercarrera en una multinacional, y ahora anda tomando fotos aprovechando sus ojos sensibles más allá del computador de la empresa. Gracias a mi amigo por mostrarme otra forma de ver el mundo.

Descubrí que ser madre y trabajar no implica ser mala madre. Y que nadie puede juzgar el esfuerzo que hagas por tus hijos, ni siquiera ellos. Cada madre da todo y más por ellos. Es de naturaleza, así que jamás volveré a criticar a una madre, ni me criticaré yo, porque ellas son la muestra máxima de amor imperfecto, pero puro y desinteresado.

Aprendí, por último, que el mundo corporativo no es justo ni consistente. Al estar manejado por humanos es errático y depende mucho no solo de un líder único, sino de todos aquellos que influencian y nadan correctamente en las aguas organizacionales. Eso no va a cambiar porque yo crea que es injusto. Así que sigo aprendiendo a nadar con menos pasión en las aguas corporativas, menos estómago, más raciocinio.

Voy a pensar en mis propósitos para 2024 con los mejores indicadores de desempeño, más sonrisas, nuevas experiencias, más aprendizaje, generar cambios (así sean pequeños) para una sociedad tan poco incluyente.

Sonreír. Abrazar más. Decir cosas positivas todos los días. No autoflagelarme y no odiar a nadie. El Universo es justo y se encargará de hacer justicia con aquellos que hacen daño. Yo solo dejo fluir y pasar.

Gracias, 2024. Lleno de vida para llorar, amar, reír, tener amigos, abrazar a mis hijos, jugar con mis perritas, consolidar un amor tranquilo… Gracias, 2023, y prepárate mundo porque ya cargamos baterías. ¡Que la vida se acabe en la Tierra el día que dejemos de respirar! Ni un minuto antes. ¡Feliz año gente!