Al mirar hacia el pasado, son indescriptibles las consecuencias que ha tenido la pandemia de la covid-19 sobre millones de familias en todo el mundo. Una variedad de consecuencias en su salud, su economía, su estabilidad laboral y, en general, en su bienestar les ha impactado enormemente. Desde 2020 somos muchos los que esperamos un marco de recuperación más próspero y sólido que logre dejar atrás la crisis pandémica, pero las nuevas variantes se han mostrado como un obstáculo para lograrlo.
No obstante, en medio de las penurias y los padecimientos de millones de personas, ha corrido la noción de que, si bien la pandemia debió haber afectado a toda la población mundial, parecería ser que no fue así para los más ricos del mundo. Por el contrario, se dice que sus fortunas han aumentado, algunos exponencialmente, y que la crisis les ha sentado mejor de lo que se creía.
De las noticias más recientes que parece darle la razón a esta afirmación está la compra del súper yate que hizo Jeff Bezos por una suma aproximada de USD$500 millones. Una embarcación, cuyo nombre en código es Y721, y que está siendo construida por Oceanco, con sede en Alblasserdam, Países Bajos. Su monumental tamaño obligaría a desmantelar el puente Koningshoeven, monumento nacional de Países Bajos desde el año 2000; una solicitud que, al parecer, ya habría sido acogida por el alcalde de Rotterdam.
La gran magnitud de lo que demanda el último antojo de uno de los hombres más ricos del mundo, podría interpretarse como una metáfora del aumento de la desigualdad, en donde los más ricos se han hecho mucho más ricos.
Por lo menos en 2020, según una investigación de la firma de consultoría financiera suiza Credit Suisse, la cantidad de millonarios a nivel mundial aumentó en 5,2 millones de personas y ahora supera los 56 millones en todo el mundo. Esto implica que alrededor del 1 % de los adultos en todo el mundo se hicieron millonarios por primera vez, lo que no es nada despreciable.
El tema es que la multiplicación de la riqueza tuvo un comportamiento totalmente diferente a los problemas económicos que desencadenó la pandemia. Incluso, según el laureado economista Paul Krugman, para entender esta dinámica es importante distinguir entre la riqueza —que resulta muy sensible, entre otras cosas, por las fluctuaciones del mercado de valores— y los ingresos.
Según Krugman, los ingresos de los más ricos se han elevado bastante, pero no tanto como su riqueza y, de hecho, sus ganancias han sido menores que las de la mitad inferior de la población. Y detrás de estas ganancias, particularmente, está el aumento de precio de los activos en donde el crecimiento más rápido se ha reflejado en el mercado de valores: las acciones están en manos de los ricos de una manera desproporcionada, mientras que gran parte de la riqueza de la clase media está en la vivienda.
Básicamente Wall Street tendió una alfombra roja con un monumental aumento en el mercado de valores que impulsó la riqueza de los magnates. Igualmente se disparó el precio de las propiedades, las criptomonedas, las materias primas y muchos otros productos. Y todo esto a pesar de que muchos países emergentes aún no han dado en el clavo para poder levantar cabeza.
Entre los 10 magnates más ricos del planeta, el que vio el mayor aumento de su fortuna fue el fundador de Tesla, Elon Musk, con un increíble incremento de un 75 % en solo un año, dejando muy atrás en el ranking a otros magnates como Jeff Bezos o Bill Gates. Incluso, América Latina no fue ajena a esta tendencia. En la región, el número de multimillonarios aumentó de 76 a 107, lo que representa un total de la fortuna acumulada que pasó de USD$ 284.000 millones a USD$ 480.000 millones, según cifras publicadas el año pasado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.
Ahora bien, sobra decir que hay una gran disociación entre la economía real, la de la papa y la leche y la economía financiera. Wall Street se la ha pasado de fiesta marcando máximos históricos mientras las tasas inflacionarias consumen los aumentos reales de los ingresos, afectando enormemente al bolsillo y la capacidad de gasto del ciudadano común.
Parece increíble leer datos relacionados como que con las ganancias de los últimos meses de los 10 más ricos del mundo, se podrían comprar vacunas para todo el mundo o que hay un nuevo multimillonario a nivel orbital cada 17 horas.
Hay personas que ya no saben qué hacer con tanto dinero que poseen. Y resulta un tanto extraño pensar que exista una brecha y una desigualdad tan grande —que es cada vez más grande— entre los que más tienen con los que menos tienen. Así un aumento sustancial a los impuestos de los más ricos sigue siendo una buena, y hasta necesaria, idea para solventar los terribles efectos que ha dejado la crisis sobre los más vulnerables.