Los presupuestos en general son aspiracionales, pero es prudente que guarden estrecha relación con la realidad. Lo que no pueden ser, bajo el riesgo de estrellarse de frente con los hechos, es un compendio de cuentas alegres. El Presupuesto General de la Nación para 2025, más que aspiracional, pareciera ser el sueño de una noche de verano.
¿Dónde se encuentra principalmente el descuadre? La inteligente y capaz senadora Angélica Lozano hizo un muy didáctico desglose de los flujos (ingresos y egresos), señalando los principales rubros en que el presupuesto falla. Posiblemente, el principal desfase está por el lado de los ingresos: en el presupuesto presentado, el Gobierno afirma que en 2024 estima recibir 315,8 billones de pesos por concepto de impuestos, mientras que en 2025 espera recibir 304,5 billones. Sin embargo, en la presentación del Marco Fiscal el pasado 15 de junio, el mismo Gobierno afirma que solo cree que va a recibir 258,6 billones en 2024 y 298,8 billones en 2025. En resumen, el desfase en 2024 es de 57,6 billones y en 2025 de 14,6 billones, para un total desajuste –en el mejor de los casos– de 72,2 billones.
Por el lado de los egresos, las estimaciones presupuestales pecan por optimismo. De los 523 billones, el 62 % (327 billones) son gastos de funcionamiento, un rubro que en un 92 %, según el ministro de Hacienda, es inflexible. De hecho, en 2025 los gastos de financiamiento van a aumentar de 100 billones a 129 billones. Lo que uno no se explica es por qué no barajan ministerios tan inútiles y redundantes como pueden ser el Ministerio de la Igualdad y el Ministerio del Deporte, al igual que múltiples institutos descentralizados y embajadas innecesarias, entidades burocratizadas que aparte de generar cuantiosos gastos, no aportan al bienestar de la nación. En 2025 proyectan reducir los gastos de inversión en 36 billones. Según el Observatorio Fiscal de la Javeriana, las consecuencias de los recortes en inversión son: menor demanda agregada e inversión privada, menos proyectos de alto impacto y menos perspectivas de crecimiento a largo plazo. A los dos principales motores de la reactivación: la agricultura y la vivienda, les rebajan la inversión en un 45 % y en un 11 %, respectivamente.
¿Cómo van a financiar estos monumentales desfases entre ingresos u egresos? El Gobierno anuncia un recorte de 20 billones, que está lejos de ser suficiente. En una economía que por mucho va a crecer entre el 1,2 el 1,5 % en 2024, y entre el 2 y el 2,5 % –en un caso optimista en 2025– es ingenuo pensar que los impuestos actuales, sumando una inoportuna reforma tributaria que el Gobierno está próximo a presentar, puedan equilibrar el descuadre.
Con la próxima reforma tributaria, el Ministerio de Hacienda anuncia que van a lograr recaudar 12 billones de pesos adicionales. Ni es seguro que el Congreso le jale a una nueva reforma, ni que en las actuales circunstancias se logre aumentar los ingresos en 12 billones. ¡Pensar con el deseo no cuesta nada!
Con certeza para financiar los faltantes presupuestales, el Gobierno va a acudir a mayor endeudamiento. En un país en donde cada cuatro pesos que le ingresan al Gobierno se va a servir la deuda, un mayor endeudamiento es más que peligroso, ¡es casi suicida! Para este columnista, las necesidades de financiamiento seguramente van a ser bastante mayores de lo proyectado y, de darse el escenario de cada vez mayor endeudamiento, las consecuencias van a ser (aparte de menor crédito al sector privado al Estado copar los cupos de crédito internos y externos) una peor calificación crediticia que necesariamente implicará un alza en las tasas de interés. Cabe señalar que en un país en donde hay una transformación de la pirámide demográfica, y donde es muy probable que la población empiece a decrecer en el corto plazo, el cargar a nuestros hijos y nietos cada día con una deuda cada vez mayor, es un acto de extrema irresponsabilidad.