En las últimas semanas el mundo entero ha visto con preocupación cómo muchos de los productos que regularmente consumimos o usamos escasean y se ha elevado significativamente su precio. Se dice de todo: que los contenedores están atrapados en los puertos, que no hay materias primas, que los fletes están caros, que no hay barcos, incluso que fruto de la pandemia, los chinos decidieron apagar sus industrias mientras se normaliza la situación.
Colombia no ha sido ajena a ese fenómeno mundial, pero en nuestro caso la situación es peor porque durante el paro de comienzos de año, los productores se vieron obligados a detener sus ciclos industriales y lo que se iba a vender al final del año, no se produjo.
Todos sabemos que esta crisis de precios es temporal y que más pronto de lo que creemos, el mundo volverá a su cauce productivo, sin embargo, mientras tanto, todo está muy caro y escaso.
En otras palabras, estamos afrontando un fenómeno inflacionario sin precedentes pero que podría ser absolutamente temporal. De hecho, muchos están vaticinando una crisis contraria, es decir, el afán actual por producir para aprovechar los precios altos, tarde o temprano generará una sobreoferta, la cual, a su vez, podría llevar a una caída estrepitosa de los precios.
Lo preocupante es que esta semana se instala la mesa de concertación del salario mínimo, justo cuando los precios están más altos y no existen muchos elementos para clamar por mesura. Se evidencia afán, incluso expresado por algunos empresarios, de incrementar la asignación mínima mensual sin pensar mucho en el futuro.
Todos queremos gastar y consumir lo que no pudimos en los dos años de pandemia. Es claro que el consumo es el principal impulsor de la economía y de la generación del empleo, pero en medio de tanta fiesta nos puede quedar una resaca aún peor.
Hablar de incrementos de 10 % hasta hace algunos años era un despropósito, pero eso que parecía “loco”, algunos, con ligereza, lo están empezando a percibir como una posibilidad y muy seria.
Estamos en un momento político muy preocupante. El Gobierno Duque luce muy débil y está contando los días para que su mandato termine con más pena que gloria, por ende, incrementar el salario sin cordura no creo que le preocupe mucho, incluso podría convenirle para pasar a la historia como el presidente que más incrementó los salarios y cumplir al menos una de las promesas de campaña.
Por su parte, los candidatos presidenciales, en su inmensa mayoría, omiten el tema o se van al extremo del populismo y proponen incrementar el salario sin pensar mucho en el futuro, en una actitud medianamente irresponsable porque quizá sean ellos los que tengan que cargar el bulto cuando los precios se disparen y la reactivación del empleo se pierda, fruto de no haber actuado con sensatez en estos momentos.
Pues este es un llamado a eso, a la sensatez. Creo que el Gobierno no puede sentarse a “observar” cómo los sindicatos y los empresarios negocian el salario al mejor estilo de una plaza de mercado en medio de una crisis inflacionaria. Debe reflexionarse seriamente sobre la necesidad imperiosa de consolidar la reactivación, antes que sucumbir a los cantos de sirena de aquellos que piensan que la solución es que los trabajadores reciban más “salario” para gastar más, sin saber muy bien de dónde va a salir esa plata. Prudencia, ¡bendita prudencia!