Hay muchos que no se dan cuenta de que los sistemas pensionales, en casi la totalidad de los países del mundo, son una gigantesca pirámide, no muy diferente a aquella de David Murcia Guzmán, DMG. Es decir que todo el sistema está basado en que haya nuevos aportantes que sean los que les paguen a aquellos que están llegando a la edad de pensionarse. Sólo un breve puñado de países han logrado construir los llamados ‘Fondos Soberanos’, que tienen capacidad de responder por la totalidad, o por lo menos muy buena parte, de las obligaciones pensionales de sus habitantes.

El convertirse los sistemas pensionales en una pirámide invertida implica su desaparición porque cuando son pocos los que deben pagar por muchos, el sistema pasa a ser inviable. Hoy, la mayoría de los países enfrentan tres enormes retos en relación con sus sistemas pensionales:

  • El primero de ellos es que sus poblaciones no solo no están creciendo, sino que están decreciendo, en algunos casos de manera alarmante. Japón, la tercera economía del mundo, se halla al borde de la disfunción social por el envejecimiento. El primer ministro Fumio Kishida afirmó recientemente que Japón está al borde de ser incapaz de mantener sus funciones sociales. El colapso demográfico está llevando al Gobierno a entender que sencillamente no va a haber en el futuro cercano suficientes aportantes para poder cumplir con las obligaciones pensionales. En 2010 la población japonesa, que era 128,06 millones de personas, empezó a caer y estiman que en 2115 la población sólo llegue a 50,56 millones.

El problema no se circunscribe a Japón. La prestigiosa revista Economist estima que las principales 15 economías del mundo tienen una tasa de fertilidad por debajo de aquella de mantener estables sus poblaciones. En Europa, el caso de Italia, España y Rusia es dramático.

  • El segundo problema que enfrenta una muy buena parte de los países del mundo es que ha aumentado de manera importante la expectativa de vida. Mientras en 1950 la expectativa de vida no llegaba a los cincuenta años en la mayoría del planeta, hoy sobrepasa los 70 años y en muchos casos los 80. Los enormes avances en la medicina lo llevan a uno a concluir que las expectativas de vida antes de 2050 pueden perfectamente llegar a los 90 años.

La realidad es que la posibilidad de que el mundo enfrente una pirámide invertida en sus sistemas pensionales son altas, muy altas. Cada día pareciera que habrá menores natalidades, limitando el número de personas que entren al mercado laboral. Y no puede ser más inoportuna la decisión de la Corte Constitucional de reducir las semanas de cotización de las mujeres a sólo mil. A este fenómeno se le agrega una mayor expectativa de vida y el hecho de que los ciudadanos se niegan a aceptar que tendrán que trabajar durante más años. Más que una pirámide invertida, puede que lo que se esté cocinando en materia pensional sea una tormenta perfecta.