Aunque uno de los factores que más impacta la economía de un país es la seguridad, sobre la cual parece hubiéramos retrocedido treinta años, existen muchas otras razones por las cuales la economía está en rines.

El país, pero sobre todo los territorios, están a merced de grupos delincuenciales, del narcotráfico y del terrorismo, todos ellos cobijados por una mal llamada paz total que hasta ahora no ha hecho que ninguno de estos bandidos muestre la más mínima intensión de llegar a acuerdos sobre esto. Hay dos teorías. Una, que estén utilizando los diálogos para armarse y hacerle conejo al gobierno y, dos, que estos grupos y el gobierno estén en manguala para hacerles conejo a los colombianos.

Cada vez que salen datos de crecimiento económico, de recaudo de impuestos o de déficit fiscal, se corrobora que la receta que quieren poner Petro y su progresismo no es la correcta. Es más, se debe hacer todo lo contrario para reactivar esta economía malherida.

A mi modo de ver, lo primero que se necesita es confianza. Esta abarca muchos factores, pero el fundamental es la credibilidad en el gobierno, que hoy considera al sector privado su principal enemigo, así este sea el mayor proveedor de recursos vía impuestos. Los proyectos de reformas que cursan en el Congreso tampoco ayudan, especialmente la reforma laboral, que genera un costo adicional a las empresas. Parece más bien un pliego sindical que, además, no ayuda a generar empleo. Es la primera vez en la historia que una reforma de esta índole no busca bajar el desempleo.

Otro factor que tiene a la economía en cuidados intensivos es el consumo. Sin querer queriendo, la reforma tributaria de 2022 resultó mal. Siempre he insistido en que no hay peor impuesto que el impuesto al patrimonio porque acaba la inversión y, si además, se le mete el impuesto a las comidas, el mal llamado saludable, pues golpea a la mayoría de los colombianos que tiene que comprar menos por el mismo valor.

Los que de alguna manera tenemos una relación con los negocios de servicios o de alimentos y bebidas hemos notado una contracción alta. No solamente este año, 2023 fue un año difícil. Para poner un ejemplo: imagínese un negocio en el que las ventas han caído en promedio un 20 %, pero los costos laborales han crecido un 15 %, y el costo de ventas o de materia prima ha aumentado un 30 %. El termómetro más importante del ejemplo anterior es la disminución del recaudo del IVA, que es directamente proporcional a los ingresos. Después vendrá el impuesto de renta que, seguro, también disminuirá por cuenta de menores utilidades el año entrante.

La teoría económica errada del gobierno de pensar que sólo el sector público tiene la capacidad de reactivar la economía no es cierta. Más aún cuando se tiene un gobierno lleno de incompetentes y corruptos que han llegado al poder a enriquecerse y aprovechar las mieles de gobernar. Un ejemplo claro es el de obras de infraestructura, que muchas veces generan empleo en los territorios: está totalmente postrado. Si no fuera por el metro de Bogotá no habría qué mostrar. Todo se queda en discursos y en obras irrealizables como el tren del Darién, el subterráneo de la autopista del sur, o los aeropuertos internacionales de los Montes de María y La Guajira. La economía va mal y no tiene cómo mejorar.

No quiero ni pensar qué puede pasar cuando los fondos internacionales que invierten en TES se den cuenta de que por culpa de la reforma pensional van a perder la única contraparte que tienen en el mercado, los fondos de pensiones, porque les quitan gran parte de los nuevos recursos.