En un mundo que avanza a un ritmo vertiginoso, detenernos a reflexionar sobre la gratitud puede parecer un lujo. Sin embargo, he notado, conversado y observado que, a pesar de las dificultades en 2024, la gratitud se ha convertido en una herramienta esencial para mantener nuestro bienestar emocional y mental.

Este año, hemos sido testigos de innumerables desafíos y cambios. Desde avances tecnológicos que transforman nuestra forma de vivir y trabajar, hasta crisis globales que nos recuerdan la fragilidad de nuestra existencia. Pasando por esa sensación de impotencia y fracaso local ante respuestas y estrategias cortas y manipuladoras de un gobierno absurdo (iba a decir macondiano, pero bajo ninguna lupa merece ese atributo).

Y es así como en medio de todo esto, la gratitud emerge como un faro de esperanza y estabilidad. Me senté en mi escritorio viendo la foto de mis hijos cuando eran bien chiquitos y entendí todas las razones que tengo para agradecer este año. Luego escuché a mi socio de vida invitándome a un café con un poco de manjar blanco bien valluno mientras mis perritas me acompañaban a trabajar y entendí que había un millón de razones para decir gracias. Entre ellas levantarme a hacer ejercicio todos los días, sonreír a quienes sacan su perro, caminar, respirar, amar.

La gratitud no es solo un sentimiento pasajero; es una práctica que nos invita a reconocer y valorar lo que tenemos, en lugar de enfocarnos en lo que nos falta. Nos ayuda a construir una perspectiva más positiva y resiliente frente a las adversidades. Al agradecer, no solo reconocemos los aspectos positivos de nuestras vidas, sino que también fortalecemos nuestras relaciones y fomentamos un sentido de armonía social, de colectividad, de entender que algo bueno que le pase a otro también debería alegrarme.

En 2024, hemos aprendido que la gratitud puede encontrarse en los pequeños detalles: en el abrazo de un ser querido, en la sonrisa de un desconocido, en la belleza de un amanecer. Estos momentos, aunque efímeros, nos recuerdan la importancia de estar presentes y apreciar el aquí y el ahora. Porque la vida es corta y no sabemos nunca cuál va a ser nuestra última Navidad.

Agradecer nos conecta con nuestra humanidad compartida. Nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos buscamos amor, comprensión y felicidad. Al practicar la gratitud, cultivamos empatía y compasión, valores esenciales para construir un mundo más justo y armonioso.

Estar en modo gracias en 2024 no es solo una respuesta a los tiempos difíciles, sino una elección consciente de enfocarnos en lo positivo y valorar lo que realmente importa. Al hacerlo, no solo mejoramos nuestra propia vida, sino que también contribuimos a un entorno más positivo y solidario para todos.

Hoy estoy feliz de lo que hice en el 2024. Me pasaron cosas tristes, hubo objetivos que no pude alcanzar (especialmente por el macroentorno nacional), mi cuerpo me pidió a veces parar, saque energía todas las mañanas para entrenar, hice el Camino de Santiago con seres de un alma hermosa y una pierna con tendinitis, vi a mis hijos decidir y tomé yo misma decisiones.

Encontré de nuevo a Marco Aurelio y al estoicismo y entendí que una oración bien hecha y un abrazo a tiempo pueden sumar más que un 120% del bono.

Gracias gente que me quiso y no me quiso, a la que quise y a la que no. La vida es eso. Simplemente gracias 2024.