Las recientes declaraciones del candidato Petro para el diario El País de España generan enormes preocupaciones en distintas áreas, queriendo centrarme en esta columna en el tema económico. Para Petro el petróleo es el origen de todos los males, incluso del fracaso de Venezuela.
La realidad es que en los últimos ocho años el petróleo ha aportado 153 billones de pesos de ingresos fiscales. El 5 % del PIB nacional es generado por los hidrocarburos, el 8 % del presupuesto de regalías. Para Colombia, a pesar de no ser un país petrolero, financiera y fiscalmente las exportaciones de crudo son importantes.
Las energías alternativas hacen pensar que en un mediano plazo el mundo dejará de depender de los combustibles fósiles. Sin embargo, pensar que Colombia se convertirá en uno de los destinos turísticos preferidos del mundo y que con el fomento del turismo podrá reemplazarse el porcentaje del PIB que representa el petróleo es algo utópico.
Esa es la propuesta del candidato Petro, que a todas luces riñe con la realidad del país, pues los altos niveles de inseguridad espantan a cualquier viajero. De hecho, hace pocos meses el gobierno de los Estados Unidos recomendó a sus ciudadanos no visitar Colombia, siendo una de las razones el peligro que correrían sus connacionales como consecuencia de los actos vandálicos que Gustavo Petro impulso en medio de sus ansias por incendiar el país. Ese ha sido su aporte real al fomento del turismo.
Es sexy hablar al público más joven de medio ambiente y cambio climático. Una economía carbono cero es el sueño de la generación de Greta Thunberg, así como millones de centennials y millennials. Sin embargo, hay que también explicarles a las nuevas generaciones que podemos detener el cambio climático sin tener que sacrificar la economía nacional por ello. Al mejor estilo de Alicia en el país de las maravillas, Petro tiene un cuento enormemente atractivo para el público más joven, pero irreal.
Peor aún, acusa al petróleo del fracaso del modelo venezolano, cuando todos sabemos que el régimen de Maduro ha logrado sostenerse en buena parte porque PDSA lo ha ayudado a cuadrar caja durante muchos años. La responsabilidad de la grave situación venezolana es de un gobierno de izquierda radical, como el que él quiere implantar en nuestro país.
El lenguaje de odio hacia los empresarios hace parte de convencer a la opinión pública que ser generador de riqueza es algo negativo, y que imprimir dinero de manera ilimitada por parte del Banco de la República es lo que debe hacerse. Incluso se atreve a afirmar sobre las rentas provenientes de los hidrocarburos que “ese dinero se distribuye a una clase económica muy privilegiada, básicamente los dueños de los bancos y los grandes carteles de la contratación estatal. Por eso ellos siempre quieren más petróleo, más neoliberalismo”.
Ese planteamiento no solo es mentiroso, sino profundamente irrespetuoso con el sector financiero, que durante los últimos años se ha esforzado por fomentar las inversiones en bonos verdes y bonos sostenibles que redundan en el beneficio de decenas de comunidades vulnerables. Los cinco bonos verdes que se han emitido en el país (Bancoldex, Bancolombia, Grupo Isa, Davivienda y Banco de Bogotá) suman en total 2,8 billones de pesos, pero claro, eso Petro no lo cuenta porque esto desestimula su discurso de odio.
Tampoco habla del impacto positivo de los proyectos de regalías incluso en la consolidación de la paz, pues el Ocad Paz justamente es una herramienta diseñada para ello.
Es cierto que nuestro portafolio energético debe girar cada vez más hacia las energías alternativas, en especial porque nuestras reservas de petróleo poco a poco se extinguen. Ecopetrol, de hecho, ya está trabajando en ello.
Despetrolizar la economía es un propósito al que apuntan buena parte de los países actualmente, lo cual se hará de manera progresiva, no abrupta como Petro sugiere. Lo que sí hay que hacer de manera abrupta es des-petro-lizar nuestra economía, pues el país peligra si este candidato logra llegar a la Casa de Nariño.