La ONG Dejusticia, como ellos mismos se definen, es un centro de estudios jurídicos y sociales que promueve el cambio social a través de estudios rigurosos y sólidas propuestas de políticas públicas. Dejusticia ha recibido en los últimos años 7,4 millones de dólares del Open Society Foundations, organizaciones que pertenecen a lo que Dejusticia llama “el reconocido empresario y filántropo George Soros”.

Comedidamente, difiero de parte de la generosa descripción que hace Dejusticia sobre el Sr. Soros. Que sea ‘reconocido’, no cabe la menor duda. Lo de ‘empresario’, sencillamente no es así. Soros en realidad en un exitosísimo especulador que se califica a sí mismo como amoral, como le confesó a un periodista de 60 minutes en 1998.

Soros, que de empresario no tiene nada, es tahúr financiero; lejos de ser un generador de riqueza y bienestar, se ha lucrado con las distorsiones temporales de los mercados, importándole muy poco las víctimas que deja regadas en el camino. Si la filantropía es financiar las causas políticas con que simpatiza, Soros evidentemente sí es un filántropo, como es la familia Koch.

En días recientes, el asociado y exdirector de Dejusticia Rodrigo Uprimmy escribió un artículo titulado Por una justicia tributaria global en el que afirma:

“Una de las consecuencias más negativas de la globalización es la llamada ‘competencia a la baja impositiva’, que consiste en que algunos estados optan por tarifas impositivas muy reducidas para atraer capitales o para que los billonarios les lleven su riqueza. Esas políticas pueden parecer racionales individualmente, pues a veces atraen mucha riqueza y capitales. Sin embargo, el resultado colectivo es desastroso, ya que erosiona la capacidad de los estados de recolectar suficientes impuestos para cumplir sus funciones, desarrollar sus programas sociales y redistribuir la riqueza para evitar desigualdades corrosivas. Si estados como Francia o Alemania mantienen sus tarifas impositivas altas y progresivas para los más ricos, que es lo justo, entonces algunas empresas o los billonarios de esos países pueden optar por trasladar sus sedes o patrimonios a otros países más amables impositivamente, como sus vecinos Irlanda o Luxemburgo”.

El de Uprimmy es un mensaje claro y directo. La pregunta es si Dejusticia tendrá forma de hacerle llegar el mensaje al señor Soros. Porque el especulador y presunto filántropo es un especialista en evitar y eludir el pago de impuestos en su país.

De acuerdo con el investigador Jorge Mestre: “En 2019, junto con un grupo de 18 supermillonarios estadounidenses, Soros llegó a decir por carta que “Estados Unidos tiene una responsabilidad moral, ética y económica de gravar más nuestra riqueza’ para fortalecer la democracia y reducir la desigualdad. Pura palabrería. La investigación de Propublica, una agencia de noticias independiente, ha descubierto que Soros eludió el pago de impuestos durante tres años seguidos, es decir, en 2016, 2017 y 2018. Increíble pero cierto. Después de decir que había que pagar más impuestos para financiar iniciativas ambientales y respuestas al cambio climático, nos enteramos de que Soros es el primero en evadirlos”.

No cabe la menor duda, y es que cada dólar que Soros evita entregarle al Tío Sam y le dona a las causas de los progres, le trae enormes beneficios en popularidad. A Soros poco parece importarle las advertencias de Dejusticia en el sentido de que el resultado colectivo de capar impuestos: “Es desastroso, ya que erosiona la capacidad de los estados de recolectar suficientes impuestos para cumplir sus funciones, desarrollar sus programas sociales y redistribuir la riqueza para evitar desigualdades corrosivas”.