El modelo de negocio de Uber se basó en el concepto de proporcionar alternativas en el servicio de transporte a sus clientes, en donde la gran innovación fue hacerlo fácilmente mediante una app para conectarlos con diferentes conductores de vehículos registrados en su aplicación. Desde San Francisco, Estados Unidos, ha tenido gran expansión y un monumental impacto hacia el resto del mundo a tal punto que se empezó a generar la verbalización del nombre de su compañía para describir un fenómeno que está ganando terreno en diversos sectores de la economía.
La uberización refiere a las plataformas de economía colaborativa que, a través de las nuevas tecnologías, pretenden poner a disposición de las personas bienes y servicios de una manera más fácil, eficiente y sin la necesidad de intermediarios. Pedir un servicio de transporte, poner un apartamento o casa en arriendo, acceder fácilmente a productos ofrecidos en plataformas de comercio internacional, pedir domicilios de restaurantes, farmacias, supermercados. Ahora, son muchas las opciones que responden a un mercado que demanda mayor agilidad, rapidez y eficiencia.
Por supuesto, este tipo de alternativas significan un ahorro significativo en materia de costos para las empresas (sobre todo laborales) y un salvavidas en materia de logística; y quienes defienden este fenómeno desde la perspectiva del trabajador, le atribuyen ventajas como la flexibilidad, facilidad y la ausencia burocrática.
Un adulto joven que quiere tener una fuente de ayuda para sus estudios puede fácilmente registrar su vehículo y prestar el servicio de transporte mediante alguna aplicación, o si alguna persona enfrenta un periodo de falta de ingresos, puede vincularse rápidamente a alguna plataforma para hacer domicilios. Y bien pueden trabajar medio día, todo el día, 2 horas a la semana, lo que les convenga, por lo que en términos de flexibilidad es muy útil.
Pero hay un tema que viene indudablemente ligado a la uberización: la precarización del trabajo. En temas salariales, de seguridad prestacional, de estabilidad, de sus condiciones de trabajo en general. Y en muchos países se ha cambiado la figura para evitar la adopción de leyes laborales que les signifiquen más costos, pero la necesidad y la falta de empleos formales y estables llevan a que muchas personas tomen estas alternativas como su principal fuente de ingresos.
Pero la llegada de estas plataformas también ha contaminado los empleos formales y sus condiciones de una forma que algunos no esperaban. En Hollywood ya se cumplen más de dos meses de una huelga que ha paralizado las próximas producciones por la falta de escritores. El sindicato de guionistas (WGA) y la Asociación de Productores de Cine y Televisión (AMTP) no han podido llegar a algún acuerdo con los estudios de Hollywood y servicios de streaming que involucre mejores compensaciones económicas, la liquidación de los derechos de autor, los seguros médicos y la limitación del uso de la inteligencia artificial generativa en la sala de guionistas.
Todas estas solicitudes se han dado luego de que el sector ha percibido un estado de precarización en sus condiciones de trabajo y una tendencia a la uberización de su oficio desde la llegada de producciones originales de las muchas plataformas de streaming. Y si bien el plazo para llegar a un acuerdo era el pasado 30 de junio, no se han tenido mayores avances; de hecho, después de finales de junio, se sumó la presión del Sindicato de Actores de Cine-Federación Estadounidense de Artistas de Radio y Televisión, dado el fracaso de las negociaciones, para unirse a esta huelga.
Un cambio brusco que ha irrumpido el modelo tradicional es que, por ejemplo, si bien antes los guionistas eran contratados para prestar sus servicios a series que duraban 15 o más episodios por temporada, lo que les permitía tener un trabajo estable gran parte del año, la llegada de las plataformas de streaming ahora sólo ofrecen 6 u 8 episodios por temporada y el trabajo se ha vuelto más escaso y efímero.
Ahora bien, los salarios eran más altos cuando las producciones se transmitían por televisión tradicional impulsada por publicidad, pero ahora se enfrentan a salarios muy bajos cuando las series y películas se transmiten por plataformas de streaming en donde, además, no comparten cifras de audiencia. Y si le sumamos la velocidad con la que se califica como un éxito o un fracaso a las producciones (vengan de donde vengan), la carrera de guionista está dejando de ser sostenible, ya que lo que ganan no les alcanza para ahorrar y cubrir sus periodos de inactividad.
Otro temor que se suma a sus peticiones se relaciona con el uso de programas de inteligencia artificial para generar contenidos. Muchos guionistas y críticos concuerdan en que el arte no puede ser creado por una máquina; esto no debería ser considerado como material literario o “fuente”, términos que implican pagos por derechos de autor. Una petición que venía desde mucho antes de la huelga y fue persistentemente rechazada bajo la noción de ser un avance tecnológico.
Gran parte de esto se dice que deriva de las presiones de los accionistas por obtener rentabilidades, mientras que la calidad de las producciones y de los trabajos que generaba el sector ha pasado a un segundo plano. El mismo sindicato ha manifestado que los estudios ya no responden a hacer grandes películas, sino solo a calmar a los accionistas.
Pues bien, de un sector que parecía tener muchas oportunidades de éxito de la mano de los avances tecnológicos, se ve otro ejemplo de que las amenazas derivadas de la precarización laboral se presentan en todos los sectores de la economía. Como bien lo mencioné hace cinco años en otra columna, las personas son las que consumen, gastan y mueven la economía; por lo que a la uberización aún le hace falta un enfoque más integral para que deje de profundizar la precarización en el mercado laboral mundial.