Andrés Jaramillo aún recuerda ese domingo de 1984, cuando el entonces director de SEMANA, Felipe López, visitó su restaurante Andrés Carne de Res, ubicado en Chía. El lugar llevaba dos años de inaugurado y empezaba a ser conocido por la originalidad de su propuesta. “Yo reconocí a Felipe y, en medio de mi timidez, le mandé a Stella, mi señora, para atenderlo. Y él, con el humor que lo caracteriza, le dijo: ‘si no me da mesa hablo mal de ustedes’. Y en nuestra ingenuidad hicimos malabares para conseguirle una”. Al principio, cuando Andrés atraía personalmente los carros con un trapo rojo, asistían unas 30 o 40 personas al lugar. En ese entonces era lo que Andrés denomina “un ranchito con techo de zinc”, con una estrella, una luna y un sol anclados al techo, imágenes que más tarde se convertirían en sus íconos. Después de la visita del director al restaurante, SEMANA publicó un artículo titulado ‘Solladez y carne asada’, uno de los primeros que salió en los medios sobre el sitio. Desde entonces, el negocio se disparó. “Empezó a ser más visitado y fue algo que nunca paró”, agrega Andrés Jaramillo. “A partir de ahí se armó todo este universo que hoy sigue creciendo. Hoy, de jueves a domingo, pasan unas 6.000 personas por allí, hay 1.600 empleados de planta y más de 200 externos”.Hubo momentos en los que, incluso, se vieron obligados a cerrar las puertas y a empujar a la gente para evitar que entrara. La situación fue tan difícil en una ocasión que Andrés tuvo que decirle a la clientela por megáfono que no iba a cobrar, porque ese día el desastre había sido tan grande que era mejor que se fueran sin pagar y regresaran otro día para ver si las cosas salían mejor.A los comensales, al parecer, les gustó esa transparencia y regresaron. “Si las cosas salen mal y uno da la cara, la gente va a perdonar y va a volver. Yo por eso siempre he jugado en favor de la espontaneidad y no tanto del plan de trabajo. De hecho, tumbaba el restaurante los domingos a las 12 de la noche y el viernes lo rehacía, cambiaba todo para ir mejorándolo”. El artículo de SEMANA tuvo muy buen efecto porque, según Andrés, mostraba al restaurante como la iniciativa de una trabajadora pareja de jóvenes estudiantes. Pero en ese momento no le gustó. “Me puse muy bravo porque me mostró como un ‘sollado’ y yo era solamente un mechudo. Y nos pintaron como que nos estábamos volviendo millonarios y no era cierto. Ni siquiera di las gracias, más bien expresé mi molestia. Finalmente alguien me explicó que ese era el lenguaje que usaba la revista y ahí entendí todo”.Hoy, Andrés Jaramillo no tiene la menor duda de que 1982 fue un año especial. Según él, los astros seguramente estaban alineados ese año, porque nacieron empresas exitosas como SEMANA y su restaurante, con una mezcla entre lo humanístico, lo romántico y la realidad, con una estética particular muy ligada a la colombianidad. “Para la muestra, ese año García Márquez ganó el premio Nobel”, remata.