El Mexicano al teléfonoUn día le dijeron a Felipe López, director de la revista, que lo buscaba por teléfono Gonzalo Rodríguez Gacha. En ese momento SEMANA estaba haciendo una investigación sobre una guerra entre esmeralderos por el control del occidente de Boyacá. Sus protagonistas eran Gilberto Molina y el Mexicano, quien finalmente asesinó al primero y a su gente. Por este motivo un periodista de SEMANA estaba tratando de reconstruir esta historia, lo que llevó a Gacha a llamar directamente a la revista. “Doctor López, como veo periodistas suyos por acá, quisiera saber en qué puedo servirles”, le dijo. Al saber que el propósito era un artículo sobre la guerra entre esmeralderos, Rodríguez Gacha contestó: “No es por esmeraldas sino por rutas. Usted entiende que yo estoy en un negocio mucho más rentable que el de las esmeraldas. Pero así como yo respeto a los periodistas espero que estos me respeten a mí. A mí me pueden llamar narcotraficante y no hay problema. Me pueden llamar asesino y no hay problema. Pero el que me llame esmeraldero tendrá problemas conmigo”.  Mensaje de Pablo EscobarUno de los artículos más comentados en la época de Pablo Escobar fue uno escrito por la periodista Laura Restrepo, titulado ‘La cultura de la muerte’, que desenmascaraba el fenómeno del sicariato en Medellín. Como el tema tuvo muy buena respuesta, la revista decidió preparar un segundo informe. Ese salió sin firma y le daba especial despliegue a la información suministrada por la Policía. Pablo Escobar lo leyó y no le gustó, y como Laura había firmado el primero, pensó que el nuevo también era de ella. Así que le envió el mensaje de que la había mandado matar. Laura le respondió que ese segundo artículo no era de ella, a lo que él dijo: “No tengo problema con el primer artículo pero la moto ya se fue y no tiene radioteléfono”. Así que a Laura no le quedó más alternativa que irse tres meses del país. Su declaración al regreso fue: “Imposible que en ese tiempo no hayan encontrado al de la moto para decirle que ya no”. Gilberto Rodríguez Orejuela y La Catedral En otra ocasión Gilberto Rodríguez Orejuela llamó a Felipe López. Le preguntó al director si él sabía quiénes eran Gerardo Moncada y Fernando Galeano. López respondió negativamente. “Pues le cuento que son los narcotraficantes más pesados de Colombia, quienes manejan el Cartel de Medellín desde afuera mientras que Pablo Escobar lo maneja desde La Catedral”. Y agregó que el jefe del Cartel de Medellín los acababa de asesinar junto con sus escoltas y familiares en esa cárcel. La conversación terminó cuando Rodríguez Orejuela dijo: “Le suelto esa chiva”. López, incrédulo, llamó a los periodistas Mauricio Vargas y Fernando Álvarez para contarles la conversación. Vargas opinó que si Rodríguez Orejuela llamaba para echarle la culpa a Pablo Escobar, podía ser que los hubiera matado el propio Cartel de Cali. Decidieron enviar a Medellín a Álvarez a averiguar sobre el asunto. Al poco tiempo de su llegada dijo que efectivamente en el bajo mundo se confirmaba con horror la desaparición de los hermanos Moncada y Galeano, que eran las manos derechas de Pablo Escobar en el negocio del narcotráfico. SEMANA decidió publicar un artículo sobre el tema, que leyó el fiscal Gustavo de Greiff,quien ya tenía información preliminar sobre el mismo asunto. Al confirmarse los hechos, De Greiff le dijo al presidente Gaviria que había que cambiar de cárcel a Pablo Escobar porque el escándalo era insostenible. No habían pasado 24 horas cuando Escobar se había escapado.  Los reclamos de Jorge Luis Ochoa En alguna ocasión SEMANA publicó un confidencial según el cual los hermanos Ochoa habían celebrado ‘con bombos y platillos’ la compra de su hectárea número 1 millón. Al lunes siguiente, María Elvira Samper llegó temprano a la revista y contestó una llamada. Al otro lado escuchó una voz que le decía: “Habla Jorge Luis Ochoa, hermano de Martha Nieves Ochoa”. Con una evidente molestia, Ochoa le reclamó por el confidencial y le dijo: “Ustedes son unos sicarios morales”. (En ese entonces Gustavo Vasco, embajador de Colombia en Venezuela, había calificado de ese modo a Daniel Samper Pizano a propósito de una columna suya). María Elvira, bastante molesta con la llamada y los reclamos, le respondió: “Usted a mí no me venga a hablar de esa manera porque acá los únicos sicarios son ustedes. Ustedes son quienes están pudriendo este país”. Mientras Ochoa continuaba con los reclamos que, al calor de la conversación se fueron transformando en amenazas, María Elvira no tuvo inconveniente en tirarle el teléfono.