El crecimiento económico el año pasado en Colombia estuvo dentro de lo previsto. La cifra de 3,3% ratifica la tendencia que trae desde 2017 y se convierte en el mayor aumento desde 2014. Es uno de los mejores indicadores de la región, solo superado por Bolivia, y con una dinámica favorable. Pero no tanto como para cantar victoria. El consumo, que aumentó 4,6%, impulsó el crecimiento de 2019. Los astros se alinearon: bajas tasas de interés, más remesas, inflación controlada y hasta el aporte de los migrantes venezolanos. Las marchas de protesta de final del año no afectaron el crecimiento ni el consumo, como sí sucedió en Chile. La inversión también tuvo un crecimiento favorable, 4,6%, impulsada por los beneficios tributarios de IVA para importación de bienes de capital y el crecimiento de más de 10% en obras civiles.
Además, el sector financiero tuvo un papel protagónico por su crecimiento de 5,7%, estimulado por la cartera de consumo, de vivienda y comercial. Sin embargo, aquí viene la primera gran preocupación. Para muchos el país creció al debe, con una gran amenaza: una tasa de desempleo que no cede y bordea el doble dígito. Eso podría amenazar la calidad de la cartera y, por eso, el país debe ponerle mucha atención. También inquieta que el crecimiento de la economía no ha generado nuevos puestos de trabajo. Se está presentando en actividades que no tienen un alto encadenamiento productivo y por lo tanto no multiplican el empleo, como advirtió Juan Daniel Oviedo, director del Dane. Otros datos también generan nerviosismo: la industria no repunta y, por el contrario, de crecer 1,8% en 2018 pasó a 1,6% en 2019. El agro, que en 2017 creció a tasas de 5,6%, llegó solo a 2% el año pasado. Aquí ganó sobre todo el café, que pasó de crecer 0,8% en 2018 a 9,5% un año después. Y la construcción sigue de capa caída y fue el único sector que se contrajo, con un resultado de -1,3%. Es necesario buscar nuevas capacidades productivas que complementen los sectores y le den más posibilidades de crecimiento al país. Además, las empresas deben mirar con más interés el mercado externo. La cifra de crecimiento coincidió con un estudio del Banco de la República sobre comercio exterior, que advierte que el tamaño de las exportaciones e importaciones es muy similar hoy, como proporción del PIB, al de hace cerca de 30 años, cuando el país comenzó la apertura económica. El más reciente dato en materia de comercio también preocupa: el déficit comercial a noviembre del año pasado superó US$10.000 millones. En estas condiciones queda demostrado que este nivel de crecimiento no alcanza para generar más empleo de mejor calidad, ni para sacar más personas de la pobreza, circunstancia que se estancó el año pasado. Muchas familias hoy son más vulnerables y viven con la amenaza latente de volver a la pobreza. Este es en gran parte el origen de las protestas sociales y por ello el país debe lograr un crecimiento más inclusivo y sostenible. Pero otros factores pueden enredar el panorama. El contexto internacional el año pasado estuvo amenazado por la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Pero ahora está en jaque por cuenta del coronavirus y sus efectos en las bolsas, la caída de los precios de los commodities, la reducción de la producción en motores como Asia, y la caída del comercio.
Y en el contexto interno preocupa la pérdida de confianza en las instituciones. Esta crisis, que tratamos en un artículo de esta edición, también puede impactar el crecimiento, aumentar los costos de transacción y dificultar los negocios. Como advierte David Bojanini, presidente del Grupo Sura, la democracia y el capitalismo hoy están cuestionados. Hay que darle más impulso y tracción a la economía y consolidar nuevas oportunidades de negocios. Colombia sigue siendo una de las joyas de la corona en la región. Entre todos tenemos que construir escenarios de confianza y darle solidez al crecimiento. De lo contrario, podríamos ver amenazado el futuro cercano.