La inequidad entre hombres y mujeres no solo está presente en los ámbitos laborales, en donde ellas siguen ganando menos que ellos pese a estar más preparadas académicamente, sino en el consumo cotidiano, donde ellas suelen pagar más que ellos por productos idénticos, pero cuya diferencia está en el color. Todo lo rosado es más caro. Esta situación es lo que algunos economistas han denominado el impuesto rosado (pink tax), el cual, según Laura Strausfeld, cofundadora de la ONG PeriodEquity.org, existe desde los años 30 y 60, cuando los legisladores determinaron qué productos gravar y cuáles eximir. En esa época, los hombres trabajaban y las mujeres se encargaban del hogar. Le puede interesar: Mujeres y niñas en tecnología: ¿y si hablamos de liderazgo antes que de STEM? "Era un mundo con familias de un solo ingreso. Hoy esos gastos son cada vez más asumidos por mujeres solas y esta noción del impuesto rosa va de la mano de los avances que ellas han alcanzado en el mundo laboral”, dice Strausfeld en la página web de la ONG. Hoy las mujeres representan la mitad de la fuerza de trabajo del planeta y el mercado laboral las discrimina pagándoles menos. Es por este impuesto rosado que se estima que en Estados Unidos las mujeres gastan US$1.351 más al año solo por su condición femenina, es decir, por comprar productos que necesitan -de aseo personal, ropa común- y que, en la mayoría de casos, tienen las mismas características en cuanto a funcionalidad que los que se les ofrecen a los hombres. Es así como una mujer de 25 años ha gastado en su vida un total de US$33.775 de más sin haber tenido opción. Sherry Baker, presidente de desarrollo de producto y marketing del European Wax Center y creadora de la campaña #AxThePinkTax, explica que acabar con el impuesto rosado es devolverle a la mujer la voluntad de decidir en qué se gasta la plata.