Juan Daniel Oviedo recibió un Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) con varias tareas en ejecución: cambiar la ponderación de los bienes y servicios incluidos en el cálculo de la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC) y terminar de ejecutar un censo que debía terminar en julio y finalmente quedará listo en noviembre. Las críticas por las demoras en el censo de 2018 en Colombia, un ejercicio que todos los países hacen cada 10 años, no se hicieron esperar y luego aumentaron cuando Oviedo reveló entre los primeros resultados preliminares un error del reloj de población: no somos los 50 millones que se habían proyectado que seríamos para este año. Hay varias razones para que, hasta principios de octubre, el Dane contara apenas 41,6 millones de habitantes, con una cobertura del territorio cercana a 96%. Una de ellas es que al no decretarse el toque de queda como en censos anteriores, algunas personas que estaban en sus casas rechazaron la visita del funcionario del Dane o nunca estuvieron cuando pasó a realizar su trabajo. Otra razón es que la cobertura desde el punto de vista del protocolo para ejecutar el censo está en función de las manzanas donde habitan las familias. Recomendado: ¿Cómo calcula el Dane el PIB y la inflación? En su momento, expertos internacionales advirtieron que dicho modelo de manzanas en función del territorio nacional estaba desactualizado en las ciudades, mientras en la zona rural no es mayor la diferencia gracias al censo agropecuario. “En Colombia estos 10 años han sido importantes en el modelo económico del país. Ha habido una industrialización fuerte y los hogares redujeron su tamaño, lo que ha llevado a que se necesiten más unidades habitacionales”, explica Oviedo. El fenómeno llevará a que, al final del censo, se reporte una cobertura superior a 100%, ya que el tamaño promedio de los hogares se redujo en la última década desde 4 a 3 integrantes, un fenómeno que vivió toda América Latina, sumado a una situación que ningún reloj poblacional podía prever: el boom de las materias primas en los mismos años. Cada país recibió ingresos adicionales que se destinaron a la reducción de la pobreza, una de las grandes preocupaciones del mundo desarrollado sobre el desempeño de Asia, América Latina y África. Dichas inversiones superiores para mejorar los ingresos de las familias pobres y aumentar educación llevaron a un incremento de la presencia femenina en centros educativos medios y superiores, así como en el mercado laboral.
El resultado fue una generación de mujeres más educadas, con más ingresos y menos hijos, que aumentaron en 17% los recursos mensuales que recibe el hogar colombiano, que además de reducirse de 4 a 3 integrantes, pasó de 2,5 habitantes generando ingresos a apenas 2. El hogar y sus generadores de ingresos se redujeron. La buena noticia es que el promedio de hogares pasó de recibir $1,8 millones mensuales, de los cuales gastaba $1,7 millones, a recibir $2,3 millones de los que gasta $1,9 millones. ¿Y ahora qué? Que hoy seamos menos colombianos de lo esperado tiene implicaciones. Por ejemplo, durante los dos últimos meses del año y con el Presupuesto General de la Nación ya definido, el Gobierno, mediante algunas de sus entidades, debe asignar las transferencias que enviará a todos los municipios, por ejemplo, con el Sistema General de Participaciones y el de Regalías, en función de cuántos habitantes tiene cada uno. Puede interesarle: Así será el nuevo cálculo de los precios al consumidor Esta es una de las nuevas preocupaciones, pues la norma obliga a que las asignaciones presupuestales en sectores como salud, educación y saneamiento se entreguen según el número de habitantes del municipio. Con menos habitantes, se entregarían menos recursos, algo que en la práctica es imposible. También están las elecciones locales de 2019. Con el censo electoral, la Registraduría Nacional tendrá que definir si hay territorios que tendrán más o menos concejales dada su mayor o menor población real. El cálculo es importante para que el Gobierno presupueste el pago de dichos funcionarios. Los municipios también podrían sufrir una reclasificación. “La ley de centralización dice que los municipios se clasifican por su población e importancia económica para el departamento”, explica Oviedo. Como es la primera vez que el censo pide el número de identificación de cada habitante del país, la base de datos se podrá cruzar con las bases de datos de la Registraduría Nacional, Protección Social y el Departamento de Prosperidad Social (DPS). “Como se dan cuenta, la información de este censo es sumamente valiosa, pues empieza un ciclo de planeación con el Plan Nacional de Desarrollo, la inercia presupuestal del Sistema General de Participaciones y el bianual del Sistema de Regalías, así como la inercia electoral de los comicios locales”, concluye el director del Dane. Lea también: Dane revela inconsistencias en PIB departamental Hay un reto adicional al que se enfrenta Colombia, igual que los demás países de la región, y es la atención de sus adultos mayores. Con un envejecimiento más rápido del calculado inicialmente y los hogares reducidos, el Gobierno tendrá que encontrar la fórmula adecuada para garantizarles un ingreso mínimo que les evite la pobreza y la adecuada atención de sus necesidades. La respuesta podría estar en el bono demográfico ‘prestado‘ de Venezuela, que podría servir para poblar zonas rurales productivas. El censo nos está poniendo frente a una nueva realidad: un cambio en el estilo de vida de los colombianos que hoy tienen mejores ingresos, otras expectativas y eso ha cambiado la tasa de crecimiento de la población. Unas tendencias con las que pocos contaban. Recomendado: Colombia envejece: ¿los venezolanos ayudarán a resolver el lío?