Recientemente, la sociedad estadounidense fue sacudida por la noticia de que algunas celebridades habían pagado para que sus hijos ingresaran a las universidades de élite, lo cual fue inmediatamente censurado, pues se asume que a esas instituciones se ingresa solo por méritos. El accionar de dichos padres, escandaloso para muchos y entendible para otros, tiene una explicación que va más allá de un tema de personalidad y se origina en raíces económicas. Según el libro Love, Money, and Parenting How Economics Explains the Way We Raise Our Kids (Amor, dinero y crianza y cómo la economía explica la manera en que críamos a nuestros hijos), las fuerzas económicas y la desigualdad de un país son determinantes en la forma cómo los padres educan a sus hijos. Esto porque en aquellas naciones en donde la desigualdad es alta y es probable ser extremadamente rico o extremadamente pobre llevan a que los progenitores traten de moldear a sus hijos para que sean exitosos. Le recomendamos: Revelan el cartel de las admisiones en universidades gringas Por el contrario, los padres de economías más igualitarias, como las escandinavas, donde hay más personas con ingresos similares, los padres presionan menos a sus hijos. Florencia López Boo, economista líder de la División de Protección Social y Salud del BID, explica que este tipo de crianza impulsada por la desigualdad es muy común en América Latina, cuya inequidad hace muy difícil la movilidad social. De hecho también se evidencia en Estados Unidos, país con una creciente desigualdad y donde se ve que incluso los padres ricos, como las celebridades, están convencidos de la necesidad de intervenir para mejorar las perspectivas de sus hijos. Los más educados “En entornos más desiguales y donde los retornos a mayores niveles de educación y esfuerzo son altos, los padres (¡particularmente los más educados!) están más ansiosos y tienden a llevar a sus hijos a todo tipo de actividades que aumenten sus oportunidades de éxito en el mercado laboral en el futuro”, sostiene López Boo. Bajo este contexto, se establecen tres tipos principales de crianza: la relajada o permisiva, en la cual papás y mamás dejan a sus hijos elegir libremente sus actividades, según sus inclinaciones naturales. La autoritaria leve, aquella en la que padre o madre tratan de moldear las preferencias de sus hijos con el objetivo de inducir decisiones que ven como propicias para el éxito futuro. La tercera es la autoritaria alta, que se da cuando los padres restringen directamente las opciones de sus niños, es decir, les imponen sus preferencias. Le recomendamos: El top de los peores países para tener hijos El lío está en que –aclara López Boo– en nuestra región son justamente los padres más pobres y más vulnerables los que muestran actitudes más hostiles e intrusivas con sus hijos. Esta evidencia va en contravía de muchas de las tendencias de crianza recientes que promueven relaciones más cercanas entre padres e hijos y menos autoritarismo. La investigadora del BID admite que en América Latina faltan estudios para determinar con exactitud los patrones de crianza de la región. No obstante, cree que en la medida en que se ayude a los padres, en especial a los de menores ingresos, a ser mejores guías de sus hijos, los resultados se van a sentir en la sociedad.