Al comienzo de la Guerra Fría, Corea del Norte se levantó, orgullosa, bajo la tutela de la Unión Soviética, mientras que Corea del Sur era dirigida por Estados Unidos. Ambas potencias, durante la Guerra Fría, querían no solo ostentar la hegemonía de los territorios, sino que también esperaban superar a su rival. En la carrera por la conquista del espacio, por armarse con bombas, tanques y aviones, competían despiadadamente. Mientras los espías cruzaban las fronteras, y Washington y Moscú negociaban con políticos y guerrilleros, el resto del mundo se debatía entre un lado u otro. Mucho se ha dicho sobre las guerras, los misiles y los astronautas. En cambio, poco se ha hablado sobre los niños. ¿Cómo es educarse bajo un residuo de la Unión Soviética y qué tan diferente es formarse en Corea del Sur? Corea del Norte El día empieza con ejercicios físicos, y después, en las clases, les inculcan disciplina, patriotismo y devoción por el trabajo en equipo. En el norte, los niños desfilan uniformados en su camino al colegio, como si imitaran una marcha militar. Todos, al unísono, cantan canciones de guerra y elogian al ya fallecido líder socialista Kim Il-Sung. Pensar de forma crítica no se enseña en las escuelas. Tampoco a construir argumentos. Y si alguno de ellos decide dudar sobre las doctrinas del régimen, es castigado y reprimido. El colegio funciona como una mordaza que sólo permite repetir las siglas del Partido. Corea del Sur En el sur, bajo el sol del dólar, los jóvenes van al colegio de 8:00 a.m a 5:00 p.m. Después de una jornada intensa, asisten a institutos privados hasta altas horas noche. Al regresar a su casa, casi a la madrugada, hacen las tareas y preparan los exámenes del día siguiente. Con todo, por más de los excelentes resultados en las Pruebas Pisa, las altas tasas de suicidios infantiles alarman al gobierno. También preocupa la infelicidad de los niños, pero las exigencias son altas: si no estudian con juicio, no podrán entrar a las mejores universidades, ni acceder a los trabajos mejor pagos. Apuntes finales Los niños de Corea del Norte están formados para cantar, para homenajear a su régimen. La diferencia es censurada con firmeza, y la menor crítica es silenciada. Todos tienen que reverenciar a la heroica Corea del Norte, y mostrar un odio acérrimo por Estados Unidos. De otra forma, pero quizá con la misma rigidez, los jóvenes de la Corea del Sur han sido amordazados. La carrera por un futuro prometedor, los deja sin energías, y a muchos sin ganas de vivir. Los niños del Sur crecen en un proceso tan autómata, como lo hacen sus vecinos comunistas. Y si en Corea del Norte no hay espacio para pensar diferente, en la Corea del Sur no hay tiempo.