Enrique Peñalosa, Rafael Pardo, Clara López y Francisco Santos se disputan el gobierno de la capital de Colombia el próximo 25 de octubre a tenor de las encuestas. Por delante cuatro años para materializar las promesas hechas  al electorado durante la campaña electoral. Y el tema de la educación no puede ser una excepción. Bogotá, donde de cada mil estudiantes que entra a primero de primaria, desertan 296. De los 794 que si continúan, únicamente 413 se gradúan en el grado 11 en el tiempo previsto. Bogotá, donde el 47% de los alumnos matriculados de pregrado abandona sus estudios. Bogotá, donde el 65% de los técnicos profesionales dejan las aulas. Bogotá, suma y sigue. Semana Educación analizó los programas de gobierno de Peñalosa, López, Pardo y Santos, como hizo en las siete entregas dedicadas a Antioquia, Atlántico, Santander, Bolívar, Cundinamarca, Valle del Cauca y Huila, y sus respectivas capitales. Los cuatro candidatos capitalinos incluyen la educación como una apuesta política fuerte en sus planes de gobierno. Pero es quizá la representante del Polo Democrático, Clara López, quien la da más protagonismo, por lo menos a nivel presencial: aparece como el primer punto  de su programa ‘Por una ciudad de oportunidades, libre y con buen vivir’. Para ella, la educación es “un derecho, un bien público y una obligación del Estado”. Sin embargo, y como ocurre con el resto de candidatos, no hay una formulación clara de cómo va a alcanzar todo lo que se propone. Eso sí, es la que mejor expone el tema de la instauración de la jornada única y cómo la concibe, en comparación con sus colegas. Aunque las cifras al respecto brillan por su ausencia. Si, las intenciones son buenas, las propuestas existen, pero se necesita desarrollar la idea, hablar de números, de énfasis, de financiación, de pertinencia, de a cuantos niños se va a beneficiar, de a cuantos jóvenes se va a subsidiar… En definitiva, dar consistencia a las propuestas y no presentarlas como una suma de enunciados que rozan, en ocasiones, lo demagógico.  Y eso es algo en lo que coinciden los cuatro programas de los aspirantes.  Francisco Santos, del Centro Democrático, es un ejemplo de falta de concreción en sus intenciones. En apenas doce puntos (con una extensión de no más de dos líneas cada uno) desglosa sus planes de cambio para el sistema educativo, de acuerdo con el documento que esta publicación recibió de los responsables de prensa de su campaña. Entre sus aspiraciones, “crear la primera universidad digital totalmente gratuita de América Latina”. Cabría preguntarse, con qué recursos lo va a lograr, quienes serán sus potenciales estudiantes (más de 100 mil, indicó durante su participación en la Cumbre Líderes por la Educación celebrada el pasado septiembre, pero ninguna referencia al perfil de los mismos); quienes van a ser los docentes encargados de su puesta en marcha o cómo va a ser el proceso de selección de estos. También la pertinencia de este macro proyecto cuando casi todas las universidades de la ciudad ya ofrecen cursos on-line y certificaciones digitales. “Necesitamos una ampliación de colegios. Voy a construir 50 más en concesión en los próximos cuatro años y dejaré concesionados otros 50 para los próximos 30 años”, aseguró el político en este mismo evento. La premisa es la misma: ¿cómo va a ser el proceso para la concesión de los centros públicos?, ¿de dónde va a sacar el presupuesto para construir las 50 escuelas que tiene en mente? En el caso del candidato por Equipo Bogotá - Cambio Radical, Enrique Peñalosa, este es el que más desarrollo brinda al tema educativo en su programa atendiendo únicamente al número de páginas que le dedica: 12 en total, frente a las 10 de López y la solitaria página de Santos con su docena de puntos. En el caso de Rafael Pardo, su política educativa se reparte dosificada a lo largo de los 199 puntos en los que condensa todo su plan. En otras palabras, no dedica a la educación un apartado propio, como si lo hacen sus colegas. En la Cumbre, el político subrayó que su gobierno “tiene que construir no menos de 40 colegios para ampliar a 100.000 niños la jornada única”. Una intención totalmente acertada, pero no carente de interrogantes: ¿dónde los construirá? ¿serán concertados o completamente públicos?, ¿cuánto presupuesto les asignará?, y así sucesivamente. El programa de Peñalosa habla, entre otros, de que emprenderá “una apuesta sin precedentes por la educación de nuestras nuevas generaciones, por medio de programas estratégicos de trabajo y educación pertinentes”. De nuevo, hay un exceso de enunciados genéricos y escasa concreción de lo que quiere alcanzar: ¿Qué entiende el candidato por “programas estratégicos o apuesta sin precedentes”? Excesivamente ambiguo. Los retos en la capital a nivel educativo no son pocos. Las promesas de transformación que han venido apuntando los aspirantes tampoco lo son. Y ahí radica el problema de las ambiciones: que hay que aterrizarlas y pensarlas en frío. Una vez más, no se puede negar que las intenciones son buenas, que existe voluntad política de cambio. Que la educación ya es parte de la agenda y que es condición ineludible de un aspirante a gobernar. Pero la sensación tras analizar los programas deja un sabor agridulce: valdría más recrearse en cuatro propuestas bien formuladas, aterrizadas y diseccionadas hasta sus últimas consecuencias, que pillarse las manos apostando por un sinfín de cambios imprecisos y mal argumentados. Ya lo dice el refrán: “el que mucho abarca, poco aprieta”.  * Periodista de Semana Educación