España estaba gobernada por El Frente Popular, una coalición de partidos izquierda, cuando inició la sublevación de los militares en 1936, bajo el mando de Emilio Mola y Francisco Franco. En respuesta, los republicanos empuñaron los fusiles rusos, capturaron villas y sitiaron iglesias. Mientras tanto, en su avance, los nacionalistas dejaron humo: el terrible humo de los fusilamientos. Tras algo menos de tres años de sangrientos enfrentamientos, Franco declaró el 1 de abril de 1939 haber capturado y desarmado al denominado ‘Ejército Rojo’. Los nacionalistas habían triunfado. Sin embargo, la victoria estuvo marcada por una mordaz y sistemática opresión. Miles de republicanos tuvieron que cruzar los Pirineos para refugiarse en improvisados campamentos en Francia. Los que se quedaron en territorio español fueron perseguidos, encarcelados, torturados e incluso asesinados. Esos años coincidieron en Colombia con los mandatos de tres gobiernos liberales. Enrique Olaya, Alfonso López y Eduardo Santos sucedieron a la hegemonía conservadora, perpetuada en el poder por años. Durante sus gobiernos, uno de sus grandes objetivos fue la trasformación de la educación, en manos de la Iglesia hasta el momento. Pero hacían falta maestros, y eran pocas las instituciones dotadas para prepararlos. Fue entonces cuando se empleó el conocimiento de los exiliados españoles, muchos de ellos intelectuales, que se esparcían por el mundo, a los que los tres gobiernos liberales captaron para reformar la educación en Colombia. Mercedes Rodrigo fue una de ellas. Después de estudiar Psicología en Suiza, decidió venir a Colombia, invitada por la el rector de la Universidad Nacional, Agustín Nieto Caballero. Tras unos años en los que trabajó en el examen de selección de estudiantes, impulsó la creación de la primera carrera de Psicología en Colombia. En esos mismos años, durante un viaje a París, Eduardo Santos invitó a Antonio García Banús para que creara la Facultad de Química en la Universidad Nacional, y para que organizara el plan de estudios. Mientras tanto, otro científico español, José Royo, creaba el Instituto de Ingeominas. La Normal Superior, colegios que graduaban a futuros profesores, también se benefició con la llegada de los republicanos. Y es que, la escasa cantidad de maestros y su poca preparación hacían tambalear la transformación del sistema educativo por parte de los gobiernos liberales. Los españoles fueron los encargados de enseñar nuevos métodos para formar a los docentes colombianos. La contribución no solo se concentró en la educación superior. Pablo Vila, Flora Gonzáles y Miguel Fornaguera aportaron a la enseñanza en colegios de primaria y secundaria con la incorporación de métodos nuevas metodologías como “La escuela activa”. En esta, los estudiantes en vez de ser receptores de conocimientos, participaban en la construcción del propio aprendizaje.