Estudiar en colegios del Pacífico no es tarea fácil. En varias poblaciones los profesores han creado dinámicas para conjurar la violencia durante el recreo, sin embargo, afuera de los planteles el conflicto es latente. Cuando hay toque de queda, las clases deben cancelarse e inevitablemente los salones quedan vacíos durante tiempo indefinido.
La misma realidad la vive el 15 por ciento de los colegios que hicieron parte del Índice de Welbin 2022, una herramienta que analiza las condiciones de bienestar escolar en Colombia. Este porcentaje de instituciones aseguró que, en los alrededores, aún hay conflicto armado activo. Un 43 por ciento confirmó que hay venta de sustancias psicoactivas, y un 25 por ciento, delincuencia organizada. Un panorama preocupante que, aunque sucede fuera de las aulas, interfiere y retrasa los aprendizajes de niñas, niños y adolescentes.
Los creadores del índice explican que una educación centrada en el bienestar es integral e incluye aspectos cognitivos, físicos, emocionales y sociales. Cuando esto ocurre se mejora el desempeño académico, la convivencia escolar y la satisfacción con la vida, explicaron Daniel Tobón, director de Welbin, y Luz Karime Abadía, codirectora del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, que también hizo parte del estudio.
El resultado general de este índice, que contempla temas como infraestructura, alimentación y vida sana, y salud mental, revela que los 1.556 colegios participantes de la encuesta, de 31 departamentos, están a la mitad de la tarea. En una escala de 0 a 100, los planteles alcanzaron un 50 por ciento. “Ante la poca información que hay sobre estos temas, los resultados son apenas la punta del iceberg, debemos seguir midiendo más colegios en este ámbito”, dice Tobón, quien aclara que no pudieron medir Vaupés por problemas de conectividad.
En el país, tradicionalmente, la educación se ha medido por desempeño académico y deserción escolar, y olvida otros factores que pone sobre la mesa este último informe, hecho entre mayo y agosto de este año. Contar con agua potable constante y gratuita es uno de esos factores prioritarios, más aún en un país donde 1 de cada 3 niños tiene parásitos intestinales. No obstante, el 38 por ciento de los planteles educativos rurales y oficiales no tienen servicio de agua potable.
Daniel Tobón llama la atención sobre el tamizaje visual, solo el 16 por ciento de los colegios lo realiza. Una medida preventiva que podría cambiar la vida de cientos de estudiantes: 1 de cada 2 niños tiene problemas de visión. La simple acción de ponerles gafas permitiría mejorar su desempeño en las clases, como dice el experto: “Los niños deben estar bien físicamente, gozar de salud. Muchos de ellos se ausentan por estas razones”.
Los colegios públicos y privados reconocen estas falencias, como las escasas herramientas que tienen para la salud mental y emocional: un 33 por ciento provee acompañamiento psicosocial y solo un 24 por ciento primeros auxilios psicológicos. En un colegio oficial de Bogotá, uno de los profesionales psicosociales, que está a cargo de más de 20 cursos de primaria, dice que nada más este año ha recibido 26 denuncias por abuso sexual, 22 por violencia intrafamiliar y 30 casos por ideación suicida.
“Tenemos un problema grande de cobertura –explica el orientador– porque no damos abasto en la atención. Además, nosotros no brindamos terapia, debemos hacer remisiones interinstitucionales y en el Distrito los psiquiatras infantiles son apenas dos. Lo preocupante es que una niña o niño sin un entorno protector no puede generar procesos de aprendizaje coherente. Sin salud mental no se interiorizan conocimientos”.
Con la pandemia se puso en evidencia que la escuela es un lugar seguro para niñas y niños: no es solo un escenario de enseñanza de aprendizaje y esto demanda un papel para los docentes, pues se convierten en promotores del bienestar emocional. “El profesor es un intermediario que conecta con los entornos familiares de los estudiantes, es receptor de las historias y un referente, pero también una persona que carga con ese pesado relato”, afirma Juan Pablo Aranguren, director de proyectos académicos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes.
Aranguren ha trabajado con experiencias en colegios de Quibdó, Tumaco y Buenaventura, donde los profesores desarrollaron iniciativas de escritura para promover procesos autorreflexivos de los estudiantes, alrededor de temas como la felicidad, el duelo, la tristeza y el miedo. En estos procesos, los liderazgos de las mujeres rectoras han sido determinantes. Aunque el investigador dice que la ausencia de recursos y talento humano es una falencia, también explica que un colegio comprometido con el bienestar no es uno lleno de psicólogos, sino que especializa a sus docentes en el tema y busca que profesores, estudiantes y administrativos se sientan bien consigo mismos y puedan comentar lo que sienten para hacer sus actividades.
Se deben pensar proyectos pedagógicos que trabajen también el vínculo entre la familia y la escuela, acompañamientos afectivos y efectivos. “Es con ellos con quienes podemos generar ambientes saludables en las escuelas y en los hogares. Esto orienta a una práctica que legitima a los seres humanos. Tal vez es tiempo de que hablemos menos los adultos y escuchemos más a las niñas, niños y jóvenes”, explicó Ruth Stella Chacón Pinilla, doctora en educación y profesora de la Universidad del Bosque.
Los temas de sexualidad y género también hicieron parte del Índice de Welbin 2022. En Colombia, durante 2020, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) reportó que 4.268 niñas, entre 10 y 14 años, fueron madres. La respuesta de los colegios es escasa, apenas un 19 por ciento ha formado a sus docentes en prevención del embarazo y un 33 por ciento, en sexualidad. Temas como la orientación sexual siguen siendo un tabú en los hogares y en los colegios.
En el Pacífico, los profesores han vivido “pequeñas victorias” en temas de bienestar: frases como “profe, yo por usted estoy terminando el bachillerato” muestran que sus estrategias atajan la deserción escolar. Un ejemplo que la escuela acompaña, pero no un lugar donde se van a solucionar los problemas de la sociedad. “Para eso están las políticas sociales”, advierte Inna Pahola Muñoz, doctora en Ciencias de la Educación. Esta académica invita a reflexionar sobre la forma como se sigue midiendo al sistema, “con pruebas diseñadas para otros parámetros educativos” y dice que nos hemos olvidado de ese ser humano que se desarrolla de manera integral y los factores que inciden en este proceso.