Quienes nacieron a mediados del siglo XX y estudiaron en colegios de un solo género señalan, con frecuencia, que les hubiera gustado interactuar con personas del otro sexo desde temprano y con más naturalidad. Pero la tendencia en esa época era separar a niños y niñas. Luego llegó un movimiento educativo que cambió esa regla y mostró las bondades de los colegios mixtos que se veían más liberales y progresistas, pues no tenían currículos con estereotipos. Cualquiera pensaría que un colegio así, de un solo género, no tiene sentido en el mundo actual en el que se habla de igualdad para ambos sexos. Qué mejor escenario para educar a los niños que un establecimiento en el que se mezclan hombres y mujeres. Pero aún existen muchos planteles educativos de un solo género y no solo eso; en Estados Unidos han vuelto a tomar relevancia como una solución para cerrar la brecha entre hombres y mujeres.
Ciertamente, el gabinete ministerial del presidente Iván Duque tiene ocho mujeres, e incluso a partir del próximo año Bogotá tendrá nueva alcaldesa. Sin embargo, resulta evidente que los hombres aún dominan el mundo laboral y público. Por ejemplo, solo el 7 por ciento de las mujeres que trabajan ocupan cargos directivos en las empresas. Muchos creen que esas brechas existen, en parte, por la educación, pues los colegios mixtos no han podido solucionar las diferencias de género presentadas en clase. En el aula, dicen algunos, los docentes suelen motivar más a los niños que a las niñas para hablar con más seguridad y solucionar problemas por sí solos. Por eso, los colegios de un solo género han tomado auge, basados en evidencia científica. Los directivos de esas instituciones sostienen que con un solo género en la clase los alumnos son más tranquilos. Esto favorece a las mujeres, ya que en los deportes, la ciencia o las artes ellas ocupan posiciones y desempeñan papeles sin inhibiciones, lo que las ayuda a desarrollar sus potenciales de manera plena. Esto sucede porque en los colegios de un solo género el ambiente está hecho para sus necesidades y estilos de aprendizaje. Como dice Hernando Rojas Leguízamo, rector del Colegio Santa María, algunas investigaciones demuestran que niños y niñas aprenden, trabajan y se relacionan de manera diferente entre sí y con el mundo. Además, según la experta María Adela Tamés, de la Universidad de La Sabana, la experiencia demuestra que los hombres y las mujeres tienen ritmos diferentes de desarrollo. Ellos van más rezagados hasta la adolescencia, cuando ellas se quedan atrás porque los chicos tienen un ritmo más acelerado. Al pretender igualarlos en un salón de clase, las mujeres salen más perjudicadas. Por eso, dicen en estos colegios, hay que ofrecerles procedimientos de enseñanza diferentes. Rojas Leguízamo menciona el método Hjalli, desarrollado por la educadora Margrét Pála Ólafsdóttir en Islandia, país modelo en políticas de igualdad. Este método considera que la “educación diferenciada libera a niños y niñas de roles de género tradicionales o de estereotipos”, al entender que cada uno tiene intereses, cultura y habilidades diferentes e igualmente válidos. Según la Coalición Nacional de Colegios de Niñas de Estados Unidos, en estos ambientes ellas no solo tienen diversas avenidas para explorar, sino que cuentan con un modelo entre sus compañeras. De esta manera pueden aspirar a estudiar la carrera que quieran sin limitarse solo a lo que la sociedad espera de ellas.
De hecho, un estudio hecho por el grupo de investigación Goodman señaló que las niñas de colegios femeninos tenían seis veces más probabilidades de considerar como carrera la matemática, la ciencia y la tecnología. Estos colegios reciben criticas en el aspecto social. Los coeducacionales ayudan a que niñas y niños aprendan a interactuar en un ambiente natural como el colegio. Eso los prepararía mejor para el futuro en la universidad y en el trabajo. Pero para Rojas Leguízamo, que el mundo real sea mixto no significa que la educación mixta sea la mejor. Al respecto, cita al psicólogo Leonard Sax, quien afirma que la educación diferenciada no existe en contra de la mixta, sino que promueve el derecho de los padres a elegir la mejor opción para sus hijos. También dicen que la competencia entre miembros de un mismo género en los colegios diferenciados es muy alta y puede llevar a tensiones, estrés e incluso problemas mentales más serios. Pero sus defensores señalan que la competencia es buena y mucho más en las niñas, pues así ellas están dispuestas a tomar riesgos. Cuando ellas no tienen compañeros, tienden a ser mucho mejores que las de colegios mixtos en deportes de alta competencia como atletismo.