Colombia es un país que lee poco. En promedio, un colombiano termina casi dos libros al año, comparado con otros países en los que esta cifra asciende a tres, cinco y hasta diez libros por año, según un estudio del Ministerio de Educación (MEN).  Esta realidad colombiana también se ve reflejada en la poca iniciativa que tienen algunos padres en leerle a sus hijos, ya sea porque no lo consideran importante o porque ellos mismos no tienen el hábito.Leer para muchos es una obligación, lejos de ser un placer, porque desde las escuelas y las familias no se inculca el gusto por la lectura. Según afirmó a Semana Educación Isabel Calderón, coordinadora de Contenido Infantil y Juvenil de la Cámara Colombiana del Libro, “muchos niños conocen los libros cuando llegan al colegio y estos forman parte de las tareas obligatorias. Cuando el primer contacto que tiene un menor con los libros es en el aula a los 5 años, ahí ya empezamos perdiendo. En cambio cuando la lectura está presente desde la primera infancia, porque los padres les leen, estos tendrán una relación agradable con los textos”.En este sentido, señala Calderón: "A través de la lectura, los menores pueden acercarse a cosas que van mucho más allá de su cotidianidad. Esta permite que los niños se identifiquen, que conozcan sus sentimientos; es una compañía. La literatura acompaña a los niños a crecer, les permite preguntarse cosas, conocer el mundo y es un diálogo con la cultura".Calderón considera que es mentira que un niño sea muy pequeño para empezar a tener contacto con los libros, porque al principio el niño no lee alfabéticamente pero hay un adulto que lo hace en voz alta, y ese es el primer contacto con la literatura. Desde allí se empieza a formar un vínculo entre ese niño con la literatura y el lenguaje, concluye.Jael Gómez, experta en literatura infantil y edición de libros, les achaca esta responsabilidad a los padres, que muchas veces no impulsan la curiosidad y el gusto que pueden sentir los niños por los libros. “He observado que cuando los niños pasan por el frente de la librería siempre voltean a mirar y siempre quieren entrar. A veces es el adulto que no quiere porque siente que si entra, tiene que gastar plata, o porque no le da la importancia a la lectura”.Gómez cree que se construye una relación profunda entre un adulto y el niño al que lee, una relación basada en el afecto y en las historias que uno le enseña al otro. “Ese momento en que el padre lo toma entre sus brazos, lo sienta en su regazo y le lee una historia crea una relación especial entre ellos dos”. Para la experta, “la lectura siempre va a ser un buen acompañante y una posibilidad de tener un amigo más, de entablar una relación profunda y duradera con la decencia del ser humano, que está en los libros”, agrega Jael.