La producción y el consumo de sustancias ilegales es un tema de nunca acabar. Ahora que se acerca la vigencia del decreto que le otorgará a la Policía  la potestad de incautar incluso la dosis mínima (admitida por sentencias de la Corte Constitucional), el consumo de drogas ha vuelto a ser asunto de la agenda pública en los últimos meses. La decisión del presidente Iván Duque aparece en un momento neurálgico: a lo largo de este año salieron a la luz varios casos de consumo y expendio en colegios y universidades, y el cultivo de coca pasó de 188.000 hectáreas en 2016 a 209.000 en 2017, según un informe reciente que sacó la Oficina para Política Antidrogas de la Casa Blanca. Mientras el decreto entra en vigencia (el presidente Duque anunció que lo firmaría este lunes) la comunidad educativa no solo se une públicamente al debate, sino que lo hace con dos polos enfrentados: por un lado están los que se sienten preocupados porque la resolución expresa un retroceso, vuelve a las políticas prohibicionistas antidrogas de la década de 1980 y abandona el enfoque de salud pública y derechos humanos, que era la forma como se venía tratando el tema desde hace seis años.  Para contexto: "Negar el consumo de drogas es negar la realidad" Por otro lado, están los que aprueban y se sienten animados con la futura implementación del decreto. Para ellos, ponerlo en práctica complementa la educación y construye límites para que los jóvenes no intenten conocer de primera mano las drogas. En ese sentido, no es sorpresa que la contradicción reine en el campo educativo por estos días. Con el controvertido proyecto de decreto, el terreno para los colegios parece movedizo y los docentes, padres de familia y rectores aún no saben por dónde pisar. A parte de ejercer control social al decomisar la droga y de otorgar penas económicas o legales a quienes infrinjan su código, la Policía Nacional también suma acciones por una educación del consumo. No a la mano dura en los colegios Desde hace más de 20 años, esta entidad (que ha estado manchada por corrupción a su interior y ha sido vista como una estructura rígida), específicamente la Dirección de Antinarcóticos, ha trabajado por enseñarle a estudiantes grandes y chicos la complejidad de consumir drogas ilegales. Esa oficina y varias instituciones educativas de Colombia trabajan en conjunto para prevenir el consumo y evitar cualquier tipo de relación con estas sustancias. Así lo demostraron el pasado 27 de septiembre cuando seis colegios distritales se congregaron en el coliseo El Salitre para graduar a 9.128 estudiantes del Programa Escolarizado de Prevención al Consumo de Drogas, realizado por la Policía Antinarcóticos. Los estudiantes pertenecientes a planteles educativos como Cafam, La Salle, Francisco José de Caldas y República de Colombia llenaron las gradas del coliseo. Diferentes tipos de azul, otros de rojo, vinotinto, verde oliva y amarillo fueron los colores que tiñeron el espacio. Juntos, reflexionaron sobre el consumo y abuso de narcóticos, y repitieron el mensaje más emblemático de la jornada: el compromiso es con la vida.

“Aprendemos de hábitos saludables. Ahora contamos con un policía y un amigo más en el aula de clases. Entendemos que las drogas nos destruyen. Por eso los niños de Colombia le decimos no a la droga” dijo María José López, alumna de 12 años en la institución educativa Cafam y quien habló un poco de los resultados de la incursión de la Policía en el mundo pedagógico. Jorge Hernán Nieto Rojas, director general de la Policía Nacional, también compartió unas palabras con los estudiantes. “Lo que pretendemos es fortalecer vínculos alrededor de la familia, con los profesores y la policía. Los profesores se esfuerzan para protegerlos de los males que abundan en el consumo de drogas. Los invito a rechazar contundentemente el abuso y consumo de las drogas, y a que siempre que vean algo anormal, sospechoso, que tengan conocimiento de personas que pretendan vender o llevarlos al consumo, nos llamen a la línea 167 a nivel nacional”, dijo. El programa cubre a 530 instituciones públicas y su foco son las seis ciudades principales del país, entre ellas Cali y Barranquilla, pues son las que presentan más problemas con la drogadicción. Durante la jornada de reconocimiento realizada en Bogotá, 9.128 estudiantes se graduaron del programa de prevención. En Pasto fueron 872, en Villavicencio 290 y en nueve municipios del Huila lo culminaron cerca de 31.000 niños. Es poco, si se tiene en cuenta que en Colombia hay más de 8.000 colegios públicos que albergan alrededor de 7’600.000 estudiantes matriculados.Sin embargo, para este tipo de programas los números no lo son todo. Angélica María Bedoya, Jefe del área de Prevención de la Policía Antinarcóticos, sabe que en este momento es imposible que abarquen la totalidad de los niños, niñas y adolescentes inscritos en las instituciones educativas. Justo por eso es que ella afirma que el éxito de la prevención en el consumo de narcóticos por parte de jóvenes se debe ver más allá de las cifras. "El programa es exitoso desde el momento en que un muchacho le dice NO a las drogas, desde que un joven entiende y comprende que le hace daño, desde el instante en que alguien converse con él y sea el muchacho el que diga ‘realmente a mi esto no me interesa’. Entonces, estamos logrando nuestro objetivo cuando un solo muchacho transforma su pensamiento. Y ese estudiante se convierte en un multiplicador del mensaje. Si  nosotros seguimos midiendo todo por cifras , a como estamos acostumbrados en Colombia, y no por estas características como las que mencioné, no estamos yendo más allá. Todos estos chicos que están aquí hoy en la jornada de entrega de diplomas se convierten en los agentes de cambio, son llevadores del mensaje”. No consumir drogas: lo que hay que tener en cuenta Bedoya también le contó a Semana Educación que desde su dirección prefieren educar para prevenir porque, aunque es una intervención que toma un poco más de tiempo, minimiza en mayor medida los riesgos sociales que aparecen en el momento que un menor entra en contacto con la sustancias ilegales. “Las drogas son en este momento lo que anteriormente era la sexualidad: un mito. Es decir, antes no se podía hablar de sexualidad en una casa. Hoy parece que pasa eso con las drogas, que nadie quiere hablar de ellas porque se piensa que es algo incorrecto. Pero es al contrario. Los chicos tienen los medios para conocerlas, por eso hay que hablarles y explicarles las consecuencias, los riesgos que implica consumir”. La teniente coronel Bedoya lo dejó claro: el silencio en la era de la información no solo es ingenuo, también una acción poco estratégica. Por eso, prevenir a partir del diálogo y de la puesta en práctica de actividades ajustadas a cada etapa del desarrollo podría decirse que es algo más inteligente y beneficioso para la sociedad. La clave está que los chicos aprendan a tomar decisiones conscientemente. Más que tener en cuenta la intensidad horaria del programa, lo importante en esta estrategia es realizar la actividad adecuada según el grupo y elegir la mejor forma de comunicarse con ellos. Así, la Policía realiza entre 2 a 5 visitas a cada curso. Con los más pequeños (los de primaria) la educación en prevención se enmarca en actividades que nutren las competencias socioemocionales. De eso da cuenta Edith Garzón, coordinadora de la sede de primaria del colegio República de Colombia. “Tenemos niños entre los seis y diez años. Con ellos este tema lo tocamos por medio del fortalecimiento de valores de convivencia, desarrollo de la personalidad, toma de decisiones y construcción del proyecto de vida. Hacemos talleres de reflexión, cantamos o expresamos la realidad a través del arte. Una de las actividades que más nos ha servido fue poner ejemplos sobre casos, analizarlos y luego dejar que ellos escojan decisiones frente a esto”.

Estudiantes del Distrito que recibieron su diploma por participar en el Programa de Prevención de Consumo de Drogas Escolarizado. Foto: cortesía Policía Nacional. Según la experiencia de esta profesora, de esta forma los niños se llenan de herramientas para afrontar el momento en que la droga empieza a rondar sus vidas. Garzón comenta que por la edad sus estudiantes no son propensos a consumir. Sin embargo, hacen parte de poblaciones vulnerables de Engativá y Suba y desde bien pequeños tienen contacto con la problemática. Para complementar: Decomiso de la dosis mínima de droga: ¿qué opina la comunidad educativa? “Hemos identificado muchos padres y madres que consumieron o que son expendedores de drogas. Por eso muchos de ellos viven con sus abuelos”, dijo. En este contexto, formarlos para que racionalmente sean ellos los que rechacen cualquier tipo de sustancia es lo que genera un impacto de verdad. Alexa Ortiz está en sexto de bachillerato en el Instituto Técnico Francisco José de Caldas. Con 12 años fue una de las niñas que se graduaron del programa de prevención. Para ella, dialogar sobre el tema de las sustancias ilegales y la drogadicción sí le ha significado una diferencia. “Los policías fueron como cinco veces a prevenirnos de las drogas, a decirnos ‘niños, esto afecta a su salud y su vida‘. Hacíamos actividades para pensar sobre lo importante de la toma de decisiones. Nos proponían una situación de riesgo y después nos daban varias opciones para ver cuál era la más apropiada. Por ejemplo, la situación trataba de que estábamos incriminados en algo, pero no era tu culpa. Entonces, ¿cómo lo debíamos resolver? Bueno, la mejor forma era hablando con la persona para solucionar todo directamente. Además, nos dicen qué son las sustancias psicoactivas, nos cuentan de la cocaína y la heroína y por qué son malas para el ser humano. Y sí pienso que consumirlas afectan la vida social”. Por otro lado, con los alumnos de grados más altos la dinámica es distinta. Guillermo Espinoza, coordinador de convivencia y formación ciudadana de la misma institución, comentó cómo a los estudiantes de grado décimo, por ejemplo, no solo se les cuenta sobre los componentes químicos de las drogas, sino que se les dice directamente las responsabilidades que conlleva consumir o traficar narcóticos. “No nos centramos en que la droga es terrible, porque ellos ya lo saben. Les contamos que quien consume es tratado como enfermo y quien distribuye la droga es un delincuente. Les decimos eso a partir de nuestra experiencia en el colegio: la mayoría de niños que encontramos consumiendo ya lo han hecho varias veces. Tenemos una preocupación muy grande y es que en el grado décimo este año se incrementó bastante el consumo. Conocemos 20 o 30 niños que han consumido. Tenemos dos adictos al boxer sin haber probado otras drogas. Ellos, por ejemplo, siguen en el colegio, pero deben ser llevados por sus padres al tratamiento médico y psicológico, y reportarle al colegio que el estudiante está en algún programa de desintoxicación”. Las palabras de Espinoza dan cuenta de la realidad crítica que vive la institución en la que trabaja. Sin embargo, considera que medidas radicales y la estigmatización no hacen parte de la solución en este plantel. “Cuando lo hacen por primera vez es una amonestación, una falta al reglamento. Hacen un servicio social como ayudar a la secretaria académica a atender padres o al coordinador de convivencia a llamar niños que se necesitan. Se reprenden de alguna manera pero no hacen nada que los denigre”. Con todo el lema de la prevención, hacerlos conscientes es la premisa. “Les hablamos de las responsabilidades sociales que tienen y de lo importante de aprender a que adquieran fuerza de voluntad para decir ‘no’ cuando sea necesario. La realidad es que viven en un entorno donde se consumen drogas, pero las competencias los ayudarán a distinguir entre lo bueno y lo malo, y lo que al final del día es o no conveniente para su organismo”. Para leer: Dosis mínima: ¿avance o retroceso? Gracias a una estrategia como el Programa de Prevención, docentes, estudiantes y fuerza policial logran trabajar de forma articulada. Pese a que el problema del microtráfico y la drogadicción en los colegios es un mundo amplio en el que convergen muchas aristas, este tipo de apuestas valida una tesis: hacer de los jóvenes seres pensantes es una opción positiva de darle otro enfoque al problema.