Una de las noticias económicas de la primera mitad de 2018 fue el cierre de la juguetería Toys “R” Us. La empresa, que se había declarado en bancarrota en 2017, operaba en 735 almacenes de Estados Unidos, en los que trabajaban 33.000 empleados. Alejandro Cheyne, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario, explicó en una declaración para la revista Dinero que “cuando el creador de Toys “R” Us, Charles Lazarus, fundó hace 70 años la compañía, tenía la idea de crear un supermercado de juguetes, lo cual fue tan innovador que en ese mismo momento empezó la consolidación y el crecimiento de la marca en el mundo. Sin embargo, la empresa se mantuvo con ese mismo modelo de negocios y no tomó medidas oportunas para integrarse en la revolución digital”. Le sugerimos: Toys R Us se declara en bancarrota La caída de Toys “R” Us se debe a, entre otras razones, la competencia del mercado online, pero principalmente al cambio de hábitos de los consumidores. El interés de los niños en videojuegos, televisión y aplicaciones para tabletas y smartphones ha desplazado a los juguetes tradicionales y el juego en parques. Entre las consecuencias está el fomento del sedentarismo y, por tanto, la obesidad infantil. La epidemia de la obesidad infantil Un estudio de 2016 publicado en la revista The Lancet y dirigido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Imperial College de Londres demostró el incremento de la población infantil y adolescente obesa. El número de lactantes y niños pequeños (de 0 a 5 años) que padecen sobrepeso u obesidad aumentó de 32 millones en 1990 a 41 millones en 2016; se estima que si se mantiene la tendencia, en 2025 habrá 70 millones. Asimismo, el número de niños y adolescentes obesos (de 5 a 19 años) aumentó de 11 millones en 1975 a 124 millones en 2016. Esta última cifra no cuenta los 213 millones con sobrepeso, es decir, aquellos que no llegan al umbral de la obesidad. La doctora Fiona Bull, coordinadora del programa de la OMS de vigilancia y prevención poblacional de las enfermedades no transmisibles, recomienda a los países esforzarse en modificar los factores del entorno que aumentan el riesgo de obesidad: “Más concretamente, es preciso reducir el consumo de alimentos muy elaborados y baratos, con alto contenido calórico y bajo valor nutricional. Además, conviene que los niños dediquen menos tiempo de ocio a actividades sedentarias que incluyen el uso de pantallas. Para ello, es necesario fomentar la actividad física mediante el deporte y la recreación activa”. Momento de volver a los parques Pilar Páez Ruíz, terapeuta ocupacional, especialista en integración sensorial y aprendizaje, explica que el juego en los parques desarrolla el aprendizaje, las habilidades sociales y la parte física de los niños. “En el aprendizaje infantil es muy importante tener ideas, hacer planes. Cuando un niño va a un parque siempre imagina un plan de juego. Por ejemplo, primero juega con una pelota, después va al rodadero, luego al columpio y termina en la arenera. Además, se propone retos, y estos le ayudan a tolerar la frustración porque el niño persiste hasta alcanzar sus objetivos. En el juego libre es constante la toma de decisiones y resolución de problemas”. Le recomendamos: La revolución de los parques Estar en un parque también implica pertenecer a un grupo. Páez señala que solamente con saludar ya hay una ganancia social. En el juego, el niño aprende a compartir, ceder el turno y regular sus impulsos. De juegos y juguetes El desarrollo de la motricidad gruesa y fina es fundamental para un niño y se ha visto en riesgo por el sedentarismo. Este tipo de motricidad tiene que ver con la parte motora, es decir, el desarrollo muscular, la resistencia física, el fortalecimiento de la coordinación, el manejo del cuerpo en general, la agilidad y la buena postura. La motricidad fina tiene que ver con los movimientos de la mano, como la pinza, construir, tomar una aguja, enhebrar, colorear, amarrarse los cordones de los zapatos, picar y finalmente, poder escribir. El columpio trabaja la parte de postura. En cada ir y venir hay un ajuste que con el tiempo se puede convertir en una destreza. También se desarrolla el concepto de secuencia. El yo-yo implica un cálculo, con el que se desarrolla la motricidad fina y en particular la modulación de la fuerza. El trompo, para enrollarse, necesita disociación de muñeca y pinza. La mano adquiere agilidad y precisión. El triciclo exige fuerza en las piernas, control de postura y fuerza en los glúteos y cuádriceps. Además, el movimiento implica ritmo. La pelota desarrolla una variedad de capacidades. Una de ellas es la coordinación; otra, la rapidez de reacción, ya que el uso de este juguete implica acciones impredecibles y el niño tiene que estar alerta, ser dinámico. Al pelotear también se desarrolla el concepto de secuencia. Con el tiempo, el niño patea la pelota y desarrolla el equilibrio, es decir, progresa en el control del cuerpo. El juego con bloques de construcción, además de mejorar la creatividad, ayuda a la percepción visual a través de la copia de modelos en los que se selecciona colores y fichas. También da precisión, que es clave para niños que no tienen buena pinza. También hay un desarrollo de la atención. Lea también: Por qué hay que tomar en serio el juego en los niños El juego simbólico, es decir, el que abarca juguetes de franquicia, dinosaurios, carros, bebés, etc., construye narrativas que se asocian con un entorno que los niños muchas veces crean y adaptan. Por lo tanto, no solo desarrolla la creatividad, sino también la parte motriz. Este artículo hace parte de la edición 37 de la revista Semana Educación. 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