El poeta y escritor mexicano Octavio Paz, describe la artesanía como un objeto útil bello e incluso sagrado que va más allá de un elemento decorativo, y que contiene la memoria de una cultura, de una lengua y de un modo de vida. Es, como lo dice la indígena wayuú, Conchita Ospina, “un pedacito de su tierra, de su alma”.Es precisamente esta concepción de las artesanías y la razón de ser de sus artesanos, la esencia de ‘Memoria y Creatividad, la empresa indígena’, un proyecto de la Fundación SURA que desde 2013 viene trabajando con el objetivo de valorar, reconocer y cualificar los procesos creativos de las etnias indígenas de Colombia.Para Cecilia Duque, una de las líderes de esta iniciativa, cada artesanía tiene una historia que contar, y aunque muchos no nos demos cuenta, dichas historias están presentes en nuestra cotidianidad y profundamente enraizadas a lo que somos. “Nadie ama lo que no conoce. El mundo contemporáneo está sometido a todas las tendencias foráneas, dejando de lado aspectos fundamentales de la identidad de la que hace parte la cosmogonía de nuestras culturas indígenas, su mundo mágico, sus valores y enseñanzas. Olvidamos que todo esto ha permanecido en el territorio colombiano por miles de años, y que forman parte de la identidad nacional”, asegura Cecilia.Como lo señala esta protectora del legado cultural de las comunidades ancestrales, si algo hemos heredado de los indígenas es la creatividad, y estos cinco objetos que hoy les presentamos, son una muestra de ello.Canastos – Eperara Siapidaara

 Insertos en el mobiliario de las familias colombianas y en las tradiciones de las comunidades indígenas, como por ejemplo, la Eperara Siapidaara en el Cauca. El chocolatillo, una fibra vegetal, es el insumo principal de estos cestos elaborados por las mujeres de esta etnia. Cada uno tiene un uso, por ejemplo la jauchira o cargadera se utiliza para transportar maíz, en  la canasta remesera se almacena el maíz seco y desgranado, y en la canasta en tejido de camarón −muy tupido y apretado−  se guarda el maíz molido.  “Todos tienen una razón de ser, desde su uso hasta lo que está dibujado en ellos. Nosotros plasmamos arañitas, monos, bosques y ríos porque para nosotros esos tejidos son la forma de contar nuestra historia”, dice Griselda Cuero, artesana e indígena Eperara.Mochilas y Chinchorros – Wayuú

 De acuerdo con el libro Lenguaje Creativo de Etnias Indígenas de Colombia publicado por SURA, los Wayuú, son el pueblo indígena más numeroso de Colombia y Venezuela con una población cercana a los 600.000 individuos. Como lo señala Cecilia Duque, sus mochilas y chinchorros son “artículos que hacen parte de lo nuestro, por eso los llevamos a otros países y nos identificamos con ellos”. El origen de su arte se remite a una historia de amor: La araña Wale’Kerü se enamoró de un Wayuú y un día se fugó con él. Él la llevó donde su familia y la madre del Wayuú le dijo, toma éste material para que hagas faja y Wale’Kerü se comió todo el algodón, y de su boca salía el hilo ya torcido y preparado. Fue en ese momento cuando Wale’Kerü y los Wayuú se comunicaron para hacer los Kanasü, es decir el conjunto de diseños que esta comunidad guajira plasma en sus artesanías.Chaquiras – Embera Chamí   

Las chaquiras, esas cuentas agujereadas fabricadas en cristal de colores, porcelana o sustancias sintéticas, son la principal materia prima de los collares, aretes y brazaletes elaborados por las mujeres de la etnia Embera Chamí. Las chaquiras, son utilizadas desde la Conquista como elemento de venta, canje e incluso como moneda con los indígenas. “Los adornos que usamos no son solo color sino figuras con significados. Somos artistas, uno piensa y la mano empieza a decorar lo que uno piensa”, dice Gloria Elena Tamaní, una artesana Embera Chamí, que como todas las mujeres de su etnia, asegura que estas artesanías guardan ‘el secreto’ de las mujeres Embera, pues en cada diseño dejan grabado su relación con la imaginación y la observación de la naturaleza.Sombreros – Zenú

La araña, el grillo, la mano de gato, los ojitos de gallo, el peine y el piloncito son solo algunos de los dibujos que adornan a los sombreros de la comunidad Zenú, más conocidos como sombrero ‘vueltiao’. Esta artesanía insigne del patrimonio cultural colombiano nació al noroccidente de Colombia en los departamentos de Córdoba y Sucre, entre los ríos San Jerónimo y Sinú y las sabanas de los municipios de San Andrés de Sotavento y Sampúes. La caña flecha es su materia prima y como lo recuerda Otoniel Reyes, artesano Zenú, es una herencia que data de muchos años atrás. “Los tatarabuelos de nosotros lo hacían con el maguey a mano, es una forma de identificarnos porque las pintas representan antiguos clanes familiares. Es bueno que todo el que lo porte sepa de donde viene, para que como nosotros, lo lleve con orgullo”, comenta Otoniel.Esculturas – Kamentsá  

El pueblo Kamentsá, ubicado en el valle de Sibundoy al noroccidente del departamento del Putumayo, es un pueblo único en el mundo y un completo misterio para los historiadores. La tradición oral es su fuente inagotable de inspiración para sus esculturas talladas en madera, que como lo señala Hugo Jamioy en el libro Lenguaje Creativo de Etnias Indígenas de Colombia, “representan las caras de seres sobrenaturales”. La alegría, la tristeza, la soledad, la rabia, el llanto del hombre y del arcoíris son talladas cuidadosamente, son obras de arte que nacen de lo más profundo de la selva colombiana.