A comienzos de noviembre del año pasado la caída de un avión ruso de carga centró la atención en un país del que poco se habla y en el que pasan hechos bastante preocupantes: Sudán del Sur. Cuarenta personas murieron. Pasó la noticia y no se volvió a oír nada sobre ese país de África Oriental. Sin embargo, la hambruna, la guerra, la muerte, la enfermedad y la tragedia son situaciones que sufren sus pobladores desde más de 50 años. La situación actual comenzó cuando finalizó la ocupación anglo-egipcia en 1956, tras la cual se creó el estado de Sudán. Aún así, los sudaneses del sur seguían reclamando la promesa que incumplieron los ingleses de otorgarles independencia nacional tras la descolonización. Se necesitó una lucha armada de más de medio siglo, interrumpida solo por una tregua entre 1972 y 1983, para que Sudán del Sur lograra convertirse en un estado independiente el 9 de julio de 2011. Su fecha de nacimiento lo hace el país más nuevo del mundo y también uno de los más inestables. Pocos meses después de la independencia se desató un conflicto interno que ha causado un número aún indefinido de muertos, más de 1.200.000 de desplazados internos y de 190.000 refugiados en los países fronterizos de Etiopía, Uganda, Kenia y Sudán. De los cuales una altísima cifra está constituida por mujeres y niños, tan solo en Etiopía el 94 % de los refugiados, para hacerse una dimensión. Uno de cada tres sursudaneses (aproximadamente 3,9 millones de personas) se encuentra en una situación de grave crisis alimentaria y nutricional, por lo que existe un riesgo real de que se declare próximamente la hambruna en las zonas más afectadas por los enfrentamientos. La desnutrición amenaza la vida de miles de niños. Según la Unicef, unos 2,2 millones de niños están afectados en Sudán del Sur y la región por el conflicto interno. La educación ha pasado a un segundo plano por la situación que padece la población entre fuego cruzado, masacres, desplazamientos forzados, hambruna, enfermedades, violaciones, entre otras. El instinto de supervivencia y la necesidad de salvar la vida de miles de niños sobrepasaron el derecho de la educación en Sudán del Sur. Lo que ha generado que, según Unicef, el 51% de los niños entre los 6 y 15 años -un total de 1,8 millones- no vayan a los colegios. Antes del conflicto, eran 1,4 millones los que no asistían a clase. Después del inicio de los enfrentamientos, más de 800 escuelas han quedado destruidas y más de 400.000 niños abandonaron las aulas. Por lo pronto todos los esfuerzos de las ONG y de la comunidad internacional están dirigidos a sostener los campos de refugiados, brindar alimentos y sacar a los civiles de los constantes enfrentamientos entre las fuerzas militares gubernamentales y los grupos rebeldes. Para el debate ¿Considera que la atención internacional debe dejar de lado la educación por el conflicto, la hambruna y el desplazamiento de Sudán del Sur? Deje sus comentarios en @SemanaEd y @Simongrma.