Las universidades solo para mujeres están de moda en Estados Unidos. El número de nuevas matriculadas en estas instituciones ha crecido continuamente en los últimos dos años, después de décadas de venir en caída constante. Como reportó Times Higher Education el año pasado, las universidades para mujeres, especialmente las de mayor reconocimiento, esperaban un aumento récord en la cantidad de aplicaciones recibidas; principalmente, en las ‘siete hermanas’, la versión femenina de la Ivy League; es decir, las universidades de élite para mujeres. Algunas de ellas, como Bryn Mawr College, en Pensilvania, o Smith College, en Massachusetts, recibieron un aumento del 8%. Cifras atípicas para lo que están teniendo el resto de instituciones de educación superior de Artes Liberales, indica el Times Higher. Le sugerimos: Cátedras con enfoque de género El fenómeno #MeToo No hay datos claros de por qué está sucediendo esto. Pero varios líderes de estas instituciones de educación superior lo han atribuido a los cambios sociales y políticos que despertaron la corriente de defensa de los derechos de las mujeres de #MeToo. Por ejemplo, cuando Mount Holyoke College, que vio un aumento del 5% en las postulaciones el año pasado, encuestó a las estudiantes y les preguntó por qué decidieron matricularse, el 54% dijo haberse sentido “considerablemente” influenciada por los movimientos sociales. Según parece, la alta conciencia por la cantidad de casos de abuso y violencia de género está provocando que menos mujeres sientan rechazo por estudiar en una institución sin hombres. En opinión de Audrey Smith, vicepresidente de admisiones de Smith College, “ahora más personas aplican porque les gusta que sea una universidad para mujeres, y no porque les gusta la institución como tal”, reporta el New York Times. Le recomendamos: La equidad de género también es evolución Muchas estudiantes de estas instituciones dicen sentirse más tranquilas y libres de expresarse sin la presencia masculina en el tiempo de estudio. “Desarrollar nuestras vidas intelectuales y emocionales en un lugar donde no te etiquetan por ser mujer te ayuda a crecer. Podemos desarrollarnos como individuos. De principio a fin, la experiencia en Wellesley College es empoderadora”, dijo Sara Fishleder, quien estudió en esta institución en 2012, en un foro online. “La dinámicas de las clases son refrescantes. Nunca peleas con estereotipos de género o sientes que estás relegada por ser mujer. Me doy cuenta que me siento más cómoda admitiendo que se me dificulta un problema matemático. Ya no me preocupa que me tilden como la ‘niña boba que le queda grande la Física’. No hay tratos especiales porque eres mujer”, publicó en 2016 Julia Monaco, otra estudiante de esta universidad. “Amo atender a una universidad de mujeres. No tengo que preocuparme por las relaciones sentimentales ni por el seximo en el campus. Solo me enfoco en mi estudio y me divierto mucho con mis amigas”, dijo Anisha Tyagi, estudiante de Smith en el mismo foro en 2015. Por otro lado, la participación de personas transgénero también ha crecido en estas instituciones, conforme muchas relajan sus reglas para permitir personas que no son mujeres biológicas pero se identifican como tales. En 2014, el Mills College de California y luego el Mount Holyoke de Massachusetts se volvieron las primeras universidades de mujeres en adoptar una política de ingreso que recibe públicamente a personas no heterosexuales. Lo cual no quiere decir que dicha transformación esté siendo armónica. Muchas de las ‘siete hermanas’ aún no aceptan a una persona que no haya nacido biológicamente mujer. Puede leer: Un observatorio de género para las víctimas de la violencia sexual Ahora, no todo el mundo atribuye el crecimiento al ambiente político. Mary Schmidt Campbell, presidente de Spelman College, enfocado en formar mujeres negras, dijo al New York Times que, “honestamente, creo que nuestra matrícula ha crecido porque la universidad ha hecho un buen trabajo contando su historia. Todo en el campus está diseñado para contribuir al éxito de mujeres negras que se matriculan”. ¿Por qué existen?Hasta el siglo XIX, la mayoría de universidades en el mundo le negaron el ingreso a las mujeres, por lo que en Estados Unidos se crearon muchas instituciones con el fin de educar a las pocas que se atrevían a buscar un título en educación superior. Empezaron como academias de mujeres, pero en 1890 la Academia Salem empezó a ofrecer diplomas de educación superior, convirtiéndose en la primera universidad femenina en el país. La formación para mujeres de comienzos del siglo XX seguía siendo bastante primitiva, claro está. Básicamente, podían optar por tres opciones: una educación republicana, que las preparaba para ser amas de hogar. Aprendían religión, canto, danza, literatura, entre otras cosas. Una educación académica, que las preparaba para trabajos comunitarios y de orden social. O podían estudiar seminarios, que las formaba para maestras (Solo las mujeres solteras podían ser profesoras. Se les pagaba la mitad que a un hombre, pues solo tenían que mantenerse ellas mismas. Hay incluso registros de varias que se casaron en secreto para poder seguir enseñando). Le puede interesar: La rebeldía como camino para alcanzar la equidad de género En 1927, las más progresistas decidieron ofrecer una formación académica más avanzada, como la que recibían los hombres. Así nacieron las ‘siete hermanas’, compuestas por el Barnard College, Bryn Mawr College, Mount Holyoke College, Radcliffe College, Smith College, Wellesley College y el Vassar College. Por ahí pasaron varias mujeres reconocidas, como Hillary Clinton (Wellesley), Meryl Streep (Vassar), la escritora Alice Walker (Spelman College) o la poetisa Emily Dickinson (Mount Holyoke), por mencionar algunas. Naturalmente, conforme las universidades más reconocidas comenzaron a admitir mujeres en grandes cantidades, las matrículas de estas instituciones empezaron a decrecer en número. En 1960, llegaron a existir 200 universidades para mujeres en todo el territorio estadounidense. Hoy, solo quedan 38 de ellas. Pero lo que parecía una modalidad en desuso, está volviendo a retomar vida. No es seguro cuánto durará, pero una cosa es clara: eso es un llamado de atención para que todas las universidades le pongan más cuidado a los conflictos de género que han surgido en todo el mundo últimamente, para que las estudiantes universitarias ya no sientan la necesidad de estudiar en un espacio aparte.