A veces, las preguntas sencillas tienen el poder de abrir conversaciones interesantes. Sobre todo, cuando los interlocutores son expertos en su área.
Semana Educación reunió al académico Moisés Wasserman y a la exministra Cecilia María Vélez para conocer su perspectiva sobre los avances, fracasos y retos que hoy enfrenta el país en temas cruciales de educación. En medio de la charla, con una taza de café, en una sala del piso 11 del edificio de SEMANA, ambos expertos nos compartieron su análisis y propuestas para retomar el rumbo que requiere el país en términos de mejorar su sistema educativo.
MOISÉS WASSERMAN: Primero, es importante reconocer que hemos progresado. Cuando yo era joven, Colombia era un país analfabeta pero ahora está muy cerca de ser declarado libre de analfabetismo. No hay duda del progreso, pero también hay inmensos retos por delante.
CECILIA MARÍA VÉLEZ: Y esos retos van cambiando. Cuando yo fui ministra, nos concentramos en la secundaria y su problemática. Ahora el foco está en la educación media, y en la deserción que hay entre la básica y la media. En la superior crecimos de modo impresionante: mi meta era llegar al 25 por ciento de cobertura y ahora estamos sobre el 50 por ciento. Sin embargo, todavía hay muchos jóvenes sin poder estudiar, un problema fundamental. Y en términos de calidad, los cambios son muy sutiles. No hemos dado un gran salto.
Son grandes retos, pero el más importante está en la educación inicial…
M.W.: Esa edad es crítica en el desarrollo del cerebro y de las capacidades; su falta de atención es dolorosa. En el país llevamos poco tiempo preocupados por ese asunto.
C.M.V.: En la década de los noventa lo discutimos mucho, pero los cambios se hicieron después del 2000, con algunas reglamentaciones.
M.W.: Eso explica la baja cobertura. Pero también es un asunto que tiene problemas en términos de gobernabilidad e institucionalidad, porque participan muchos actores.
C.M.V.: Un buen manejo en esa área influye positivamente en la cobertura y en la calidad para toda la vida: los niños que tienen un desarrollo temprano tienen mayor posibilidad de acceder al sistema educativo y permanecer en él.
Los docentes, su formación e impacto en la calidad educativa
C.M.V.: Los maestros juegan un papel clave en el sistema educativo. El país ha mejorado mucho porque, actualmente, todos los profesores tienen título profesional y muchos tienen también maestría y doctorado.
M.W.: Los profesores con posgrado son cerca del 40 por ciento…
C.M.V.: Pero esa formación de los maestros no genera el nivel de educación que necesitamos. Hay que intervenir su formación inicial, y también la formación pedagógica y de servicio que reciben.
M.W.: A pesar de los esfuerzos, no parece haber cambios. El ministerio tiene un programa de formación y acompañamiento a los docentes, en el que participan 80.000 maestros, pero los indicadores de calidad no se mueven.
C.M.V.: Cuando se comparan las competencias de los maestros, con las que tienen otros profesionales, hay niveles muy bajos.
M.W.: Hay que hacer un análisis sincero de lo que está pasando para entender por qué no funciona esa estrategia de formación, porque es un esfuerzo enorme. Sé que en los trabajos de grado de maestrías y doctorados de los docentes hay mucha filosofía, y muy poco del oficio de enseñar. Uno esperaría de esos posgrados que surgieran propuestas de innovación, de tecnología nueva en la enseñanza, en el aprendizaje, pero no está sucediendo…
C.M.V.: Pareciera falta de entusiasmo y de pasión por cambiar las cosas. Porque, incluso, salarialmente las condiciones de los maestros mejoraron mucho.
M.W.: Se requieren mística y estímulos, no necesariamente económicos, porque gran parte de los maestros, en siete años, llega al tope de la carrera. Eso es un tiempo corto. El problema está en la forma de evaluar a los maestros. Hay muchos que son buenos, pero hay algo que funciona mal porque la evaluación se concentra en el proceso y no en el resultado. Yo diría que hay que cambiarla.
C.M.V.: Sería ideal que los resultados de las pruebas Saber se las devolvieran a las instituciones. No para estigmatizar, sino para que conozcan qué es lo que saben sus niños y puedan tomar acciones. A principios de la década del 2000, en Estados Unidos estaban en la misma discusión: entender por qué no progresaban, y tuvieron una evolución importante desde que empezaron a devolver las evaluaciones a las instituciones educativas.
M.W.: Por eso hay que mirar los problemas con sinceridad, para ver cómo mejoramos.
Clases de historia y educación para la reconciliación
M.W.: Dar clases de reconciliación y ética no parece eficiente. Eso se da por añadidura cuando uno hace las cosas bien. Sí hay que estudiar historia y la cátedra debe ser de gran libertad, ojalá equilibrada y que muestre una visión general de la historia. No hay que convertirla en un entrenamiento para la conciliación, porque eso no se entrena.
C.M.V.: Es un hecho que tenemos un conflicto. El informe de la Comisión de la Verdad deja ver su dimensión: nos matamos por ideologías. Eso se debe conversar y debemos ver esa realidad. Pero, más que cualquier discurso, son más importantes los climas escolares en el desarrollo de la reconciliación en los niños. Si en el colegio hay un problema y se trata con racionalidad, se conversa y se analizan los casos, por ahí va la reconciliación...
M.W.: Hay universidades religiosas que les dicen a los estudiantes, desde el primer día: “No robarás, no matarás”. Y hemos visto lo que hemos visto… Me parece más importante enfrentarse a dilemas éticos, para ver y resolver entre todos, en plan discusión.
C.M.V.: Y es que es tan difícil la decisión entre lo que está bien y lo que está mal… Es mejor aproximarse a lo que es mejor para todos. Lo que tiene que desarrollar un muchacho son competencias para vivir en sociedad, respetar al otro, solucionar los problemas de modo pacífico.
La educación superior
M.W.: La tarea de la Nación es darle oportunidades a quien las quiere y las necesita. El máximo posible de oportunidades y de la mejor clase. Es indispensable utilizar todos los medios que tenemos y afinar todos los instrumentos para lograr ese objetivo. Así nos va a ir mejor.
C.M.V.: Si pudiéramos darle educación superior gratuita y de calidad a todo el mundo, con recursos del Estado, sería una maravilla, pero no podemos. Entonces, ¿cómo focalizamos? Para los que pueden pagar o contribuir una parte, está la idea del crédito contingente, que se paga en función del ingreso que obtenga el estudiante cuando salga de la universidad. Así se crearía un fondo que se vuelve a invertir.
M.W.: En ese sentido, hay que ver al Icetex. Hay que mejorarlo, no suspender la posibilidad de los créditos porque muchísima gente en el país ha estudiado gracias a eso.
C.M.V.: Y a las universidades hay que darles incentivos para que cumplan con metas, pero que den cuentas. Ellas defienden su autonomía, ¿pero con la plata de quién? En términos académicos la tienen toda, pero ¿y los resultados? Habrá reforma de la Ley 30 para fortalecer las capacidades de las universidades públicas. El ministro de educación, Alejandro Gaviria, ha dicho que creará más universidades, pero hay que mirar también qué pasará con la capacidad de las universidades privadas, donde se está acabando la gente. Hay que buscar alternativas. Y no descuidar lo técnico y tecnológico, donde hay mucho espacio para crecer.
M.W.: Las universidades privadas están teniendo el problema de los pupitres vacíos, hasta el punto que los programas dejan de ser viables porque no hay suficiente gente. Pero, por otro lado, hay gente sin acceso a educación.
C.M.V.: El ministro es muy crítico del sistema de aseguramiento de la calidad. Tiene razón, aunque de todas maneras es mejor ahora que antes, donde había mucha corrupción y más ignorancia. M.W.: Era el problema de las universidades de garaje, que eran estafas.
C.M.V.: Sigue habiendo un gran reto con las universidades. Tenemos que reconocer que los recursos para educación han crecido mucho: estamos entre el 4 y 5 por ciento del PIB y, si lo comparamos con Latinoamérica, no es despreciable. El asunto es que los costos en educación superior crecen más que la inflación. Entonces, hay que ser más eficientes y buscar la racionalización para utilizar mejor los recursos.
La pandemia y sus consecuencias
C.M.V.: Con la pandemia, los niños perdieron destreza en la lectura, tienen más problemas con matemáticas y tienen dificultades de adaptación. M.W.: Además, aumentó enormemente la ansiedad y la depresión en los niños.
C.M.V.: La pandemia frenó todo mejoramiento. Todos perdimos uno o dos años aquí, pero puede ser una gran oportunidad para identificar deficiencias, hacer trabajos de enseñanza más focalizados y reforzar con tutores a los chicos que están más rezagados.
M.W.: Declarar la estrategia de choque tras la pandemia es aceptar que estamos ante una crisis. Y eso puede estimular a los maestros y a los jóvenes a entender la necesidad de hacer un esfuerzo adicional. Y ojalá con todas las ayudas tecnológicas.
C.M.V.: En ese sentido, la pandemia también fue una oportunidad enorme porque, además del rezago, había un pánico tenaz a la tecnología. Pero ya los maestros la sintieron como una necesidad y lograron desarrollos muy importantes.
M.W.: La tecnología aumentará y evolucionará, hay que verla como un instrumento muy útil que puede cambiar radicalmente la vida de los maestros y los niños.
C.M.V.: Las posibilidades de ampliar la mente, trabajar en cosas interesantes y vincularnos con el mundo son muy relevantes para los muchachos en el mercado laboral.
M.W.: Entonces, a los retos pedagógicos se suman los tecnológicos. La obsolescencia es rápida y eso introduce retos de adaptación y flexibilidad en educación, en educación continua, en la autoeducación…
C.M.V.: Por eso hay que enfocarse, desde el inicio, en las competencias de la gente y en generar la capacidad de resolver problemas.
M.W.: Una de las constantes en las teorías modernas es poner el acento en el aprendizaje, en el proceso del estudiante. Hay que enseñar a aprender.
C.M.V.: Y enseñar a pensar.