Cuando a Diego Gómez Hoyos, un egresado de la Facultad de Biología de la Universidad del Quindío, le anunciaron que acababa de ganar una beca en la Universidad Nacional de Costa Rica para estudiar una Maestría, también le fue notificado una denuncia en la que se le acusaba de un delito contra los derechos de autor. Su error fue subir una tesis de grado de la Universidad Nacional (incluyó el nombre del autor en todo momento) a Scribd, una plataforma de documentos en línea, y luego compartirla en una grupo de amigos investigadores en Facebook. Corría el año 2013 y la acusación pedía para él de cuatro a ocho años de prisión. Lea: Bases de datos: ¿una pérdida de plata para las universidades?Por aquel entonces, los recursos que manejaba la Universidad del Quindío para hacer investigación y acceder a conocimiento eran limitados. Debido a estas falencias, y con la intención ampliar su marco teórico, creó un grupo de investigación entre sus compañeros de curso que también compartían información en un grupo cerrado de Facebook. “Pedíamos apoyo a los profesores para que nos ayudaran a buscar recursos bibliográficos que por esa época eran difíciles de acceder”, relata desde Costa Rica a Semana Educación.Uno de los documentos que difundió por ese medio fue la tesis por la que fue denunciado.“Era una investigación sobre “taxonomía” de la Universidad Nacional. No pude enviarla por correo electrónico porque estaba muy pesada, así que busqué una plataforma para subir esa información completa (con nombre del autor)  para que otros la leyeran, sin ánimo de lucro”, explica. Le puede interesar: Lea: Las 10 mejores herramientas de investigación para universitariosCuatro largos años después de comenzar el proceso penal, Gómez fue absuelto tras demostrar que al compartir la investigación no obtuvo ninguna retribución económica. Germán Realpe Delgado, su abogado y especialista en derecho informático y delitos informáticos, logró probar que, aunque la plataforma Scribd exige pagar un valor por la descarga de los documentos, ese dinero nunca llegó a manos del denunciado.  Realpe cuenta que con un perito forense, Daniel Torres, usaron una herramienta para rastrear información sobre si la tesis ya había sido publicada en internet antes de que su cliente lo hiciera. Para ello utilizaron la fuente de acceso público llamada Osint, que rastrea todo tipo de información (redes sociales, buscadores, foros, fotografías, wikis, bibliotecas online, conferencias y metadatos). Encontraron entonces que la tesis ya estaba en internet, y lo más revelador, que otros ya la habían compartido. La defensa de Gómez, en la que también están los abogados Claudio Zambrano y Luis Bernando Alzate, también argumentó que compartir este tipo de investigaciones es una práctica común entre biólogos, mucho más entre estudiantes universitarios con fines pedagógicos y de aprendizaje. Incluso se pudo establecer que el propio denunciante había compartido otras investigaciones de colegas a través de diferentes plataformas. Finalmente, el juez absolvió al denunciado en primera instancia. Sin embargo, el denunciante apelará está decisión y tienen plazo hasta el 1 de junio para entregar nuevas pruebas.El caso de Diego Gómez reabre la polémica sobre el acceso libre a la información, más en contextos académicos, porque puede crear un precedente a la hora de compartir contenido en internet. No obstante, todavía no se puede hablar de triunfo, puesto que existen muchos vacíos alrededor de la ley de derechos de autor en Colombia. “Así como me pasó a mí, le puede pasar a otro estudiante que crea que el conocimiento es libre”, explica el ahora biólogo que en la actualidad ejerce de coordinador de investigaciones en una reserva natural en el sur de Costa Rica.Asegura que, aunque este lío penal lo pudo haber derrotado tanto a nivel personal como en su carrera profesional, le sirvió para madurar como investigador y como activista contra las barreras de acceso al conocimiento. “Los invito a publicar sus artículos en revistas de acceso abierto, que no le cueste un peso a las universidades ni a nadie poder acceder al conocimiento que generamos”, concluye.¿Cómo está Colombia en la ley derechos de autor?“Las leyes de derechos de autor se quedan cortas. Los estudiante tienen la costumbre de compartir información para ampliar el conocimiento a través de las redes sociales y están leyes no son justas con ellos. Por un lado les decimos que usen internet a través de programas nacionales, pero falta mecanismos para compartir información de manera libre” asegura Realpe a esta publicación.Actualmente la Ley 23 de 1982 es la que regula los derechos de autor en Colombia pero, como su nombre lo indica, es una norma creada en el 82, época en la que las dinámicas del uso de la información a través de la tecnología eran muy diferentes a las actuales. “Esta Ley fue pensada pre-internet, pero ahora todo el tiempo hablamos de compartir, esa es la narrativa de las redes sociales y la educación no es ajena a ese cambio”, explica Juliana Soto, investigadora en la Fundación Karisma. Por estos cambios y vacíos, Colombia vio la necesidad de reformar esta normatividad a través de la Ley Lleras en sus diferentes versiones, pero fue imposible. En ese sentido, confirman los expertos consultados, el tema de derechos de autor pensados para la red siguen sin ser debatidos por el gobierno para evitar casos como el Diego Gómez.También le puede interesar: Ley Lleras 2.0: vuelve a ganar Robledo¿Las bases de datos de la universidades son suficientes?Los sucesos que vivió Diego Gómez en su universidad son los que hoy en día viven muchos estudiantes que pertenecen a universidades públicas que cuentan con poco presupuesto para pagarle a las editoriales internacionales que manejan el mercado de las investigaciones en el mundo. Es decir, los que controlan las bases de datos más completas y actualizadas.Relacionado: Las mejores universidades colombianas en investigación científicaPor ejemplo, la Universidad Nacional destina de su presupuesto entre  5.000 y 6.000 millones de pesos anuales para la contratación de editoriales que ofrecen plataformas de información distribuida en monografías, tesis, revistas, periódicos, investigaciones, banco de imágenes, audios y videos. Recursos que son de vital importancia para la generación de conocimiento.Aunque varias universidades cuentan con repositorios de acceso abierto como la Nacional, todavía falta mucho para que los investigadores que producen conocimiento suban sus resultados a plataformas de acceso libre y no le paguen muchas veces a editoriales que cobran por revisar y publicar una investigación. “El caso de Diego ha permitido que se haga una reflexión de la relevancia del acceso abierto para la academia, por eso el apoyo de la revista Open Acces en este caso, ya que son investigadores que publican en revistas que se difunden de manera gratuita. Si el acceso abierto fuera la regla, el caso de diego no habría tenido lugar”, concluye Juliana Soto, investigadora en la Fundación Karisma. Para estar enterado sobre las noticias de educación en Colombia y el mundo, síganos en Facebook y en Twitter.