EDITORIAL | ¿Qué quiere ser cuando sea mayor? ¿A qué quiere dedicarse el resto de su vida? ¿Qué carrera quiere estudiar? ¿Qué tipo de persona quiere ser? ¿Cual es su aspiración salarial? ¿Quiere tener hijos? ¿Vive para trabajar o trabaja para vivir? La vida es un constante ir y venir de interrogantes. Pero, mientras las personas tratan de llevar su día día con la mayor dignidad posible, el conteo inclemente del tiempo les exige no dilatar más la toma de decisiones y dar respuesta a estas preguntas para las que no siempre se tiene una réplica decisiva ni inamovible.Esta presión social por tener todo claro también se traslada la etapa infantil. El menor de edad a sus escasos 3 años debe resolver si quiere un carro de juguete por su cumpleaños o un muñeco de peluche. Si le gusta dibujar o prefiere jugar con plastilina en el jardín. Pero es que el menor puede querer en un momento el carro para luego descartarlo por el peluche y, además, dibujar por la mañana y moldear la plastilina por la tarde. Del mismo modo, el estudiante de colegio a sus 13 años sueña con ser arquitecto pero cuando alcanza la universidad se decanta por ser abogado.El ser humano es cambiante y, por lo tanto, su proyecto de vida también. Y no concebir la mutabilidad de los pareceres solo tiene una consecuencia: la insatisfacción."Hay que llevar la emoción a las aulas"Este es uno de los grandes debates de la educación en la actualidad: ¿cómo conciliar toda esta vorágine de preguntas y respuestas, de incertidumbre, para formar ciudadanos felices y consecuentes con sus propios sueños y con lo que el mundo puede ofrecerles y demanda? Los gobiernos cada vez están más enfocados en este objetivo: consolidar sistemas educativos que brinden las herramientas necesarias para formar seres humanos capaces de proyectarse en el futuro, de adquirir competencias y habilidades útiles para acceder al mercado laboral y de aprender a lo largo de toda la vida. Todo ello con el objetivo de incrementar la calidad de su existencia y su proyecto de vida incierto.Le puede interesar: ¿Por qué los millennials no duran en sus trabajos?En Colombia, esta intención quedó recogida en la Ley General de Educación, que concebía la creación de lineamientos curriculares y estándares de calidad para incrementar las oportunidades en el acceso al conocimiento por medio de las competencias y valores necesarios para vivir, convivir, ser emprendedores y seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. En otras palabras: ser felices, porque nadie estudia y se prepara únicamente para desarrollarse en un trabajo, sino por una cuestión de realización personal.Relacionado: "Los colombianos estudian más de lo que los empleadores necesitan"Sin embargo, la realidad es que todavía se necesitan más esfuerzos de la comunidad educativa y el gobierno para lograr una articulación real, más al nivel de educación superior. Un estudio de Adecco de hace menos de dos años concluyó que el 65 % de los colombianos se sentía insatisfecho con lo que había estudiado y solo el 33 % trabajaba en áreas directamente relacionadas con su profesión.Mientras el sector de la educación posmedia sigue absorto en disputas dialécticas y personales en torno a las iniciativas y políticas que van surgiendo, el número de egresados frustrados con su proyecto de vida se incrementa exponencialmente. Entonces, ¿qué tipo de ciudadanos estamos formando y queremos formar? ¿Queremos más trabajadores insatisfechos pero que impulsen las cifras nacionales de empleabilidad y desarrollo económico o más personas felices que promuevan el bienestar común por medio de su proyecto de vida? Estas sí son preguntas que requieren de una pronta respuestas.Esta editorial hace parte de la edición 22 de la revista Semana Educación que acaba de salir al mercado.  Si quiere informarse sobre lo que pasa en educación en el país y en el exteriorsuscríbase ya llamando a los teléfonos (1) 607 3010 en Bogotá o en la línea gratuita 01 8000 51 41 41.Para estar enterado sobre las noticias de educación en Colombia y el mundo, síganos en Facebook y en Twitter.