La emergencia social que trajo el coronavirus alteró significativamente muchas de las rutinas de las familias y la forma en que se relacionan sus integrantes, y la educación de los niños y jóvenes es una de las más impactadas. Para tratar de resolver algunas inquietudes surgidas por estos cambios, SEMANA habló con Jorge Valencia, coordinador del Observatorio de Educación del Caribe de la Universidad del Norte. Desde hace un par de semanas, antes de que el presidente anunciara que la educación en casa se mantendría en junio y julio, Valencia había anticipado que la posibilidad de regresar a la dinámica educativa normal era casi nula, lo cual puede generar afectaciones en el aprendizaje de algunos alumnos.
SEMANA: Según la Unicef, la pandemia ha interrumpido los estudios de alrededor de 1.570 millones de niños en todo el mundo. En el plano nacional, ¿a cuántos estudiantes más o menos está afectando? JORGE VALENCIA (J.V.): Si bien no se dispone de un censo especializado sobre acceso a equipos y herramientas para la enseñanza y aprendizaje en las familias colombianas, contamos con estimaciones basadas en la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (del Dane) y los formularios complementarios de las pruebas Saber (Icfes); estas nos indican que en Colombia solo un 37 % de los estudiantes cuenta con computador y conexión a internet en su hogar. Esta capacidad es potencial, ya que no considera variables como el hardware y el software de los equipos o el número de personas en la vivienda, por lo cual es presumible que esta capacidad sea menor. Igualmente, se observan grandes desigualdades, por lo que porcentaje se reduce al 14 % en las zonas rurales. En la región Caribe el panorama es aún más complejo. Solo Atlántico cuenta con un porcentaje mayor al 30 % (33 %) con computador y conexión a internet en el hogar, con una alta concentración en Barranquilla y su área metropolitana. En las áreas rurales de los departamentos de Sucre, Córdoba y Bolívar este indicador puede oscilar entre el 4 % y 7 %.
SEMANA: ¿Esta situación va a terminar agrandando la brecha educativa? J.V.: Es muy probable. Sabemos por información preliminar que nos han compartido las entidades territoriales que, a una proporción de estudiantes, especialmente los residentes en las zonas menos favorecidas de los centros urbanos, los municipios más alejados de las capitales y las zonas rurales, no ha sido posible entregarles computadores, soluciones de conectividad o incluso guías o fotocopias. Por otra parte, existen serias dudas sobre las posibilidades reales de las familias para brindar un acompañamiento eficaz o adecuado al aprendizaje de niños y jóvenes. Aun en las mejores condiciones, la posibilidad de una afectación sobre el aprendizaje de los estudiantes es latente. SEMANA: ¿Cuál será el impacto de este tiempo en casa y el tipo de estudios que se están desarrollando en la calidad del aprendizaje de los niños y jóvenes? J.V.: La gran mayoría de los padres, independientemente del contexto, no se encuentran debidamente preparados para desarrollar todas las actividades académicas de sus hijos. La enseñanza es un proceso complejo y planificado, las familias están haciendo lo que pueden con los recursos con que cuentan. Sin duda, el confinamiento, llevado de manera adecuada, puede favorecer diversos aspectos del funcionamiento familiar y preparar a los padres para asumir un rol más activo en la educación de sus hijos una vez superada la crisis. Sin embargo, las familias no pueden reemplazar a maestros y escuelas de manera indefinida.
Merece especial atención aquellos jóvenes que no cuentan con ambientes protectores en sus hogares. Sobre este segmento de la población se debe rápidamente identificar e intervenir. SEMANA: Parecería que, por las condiciones educativas en el plano de conexión a internet y acceso a dispositivos, el escenario no es el más alentador para las clases virtuales. ¿Cómo afecta esto el desarrollo de una buena parte de la población? J.V.: Existe una preocupación sobre la efectividad de las estrategias de atención educativa ante la crisis. Como se mencionó anteriormente, las entidades territoriales vienen desarrollando múltiples, pero ante las dificultades para evaluar y retroalimentar las actividades académicas el panorama es incierto. No se tiene, y quizá no se tendrá, evidencia rigurosa sobre qué acciones pudieron ser más eficaces. Además, hay que tener en cuenta que el uso de tecnologías no supone de antemano un cambio en el modelo tradicional de enseñanza o una innovación pedagógica. Se requiere un profesorado consciente, competente y motivado para adaptar su práctica al contexto actual y futuro. Se requiere diálogo y compromiso del Gobierno y los docentes para encontrar escenarios de formación que favorezcan una transformación real del sector de cara al nuevo contexto educativo.
SEMANA: ¿Este pare obligatorio, y teniendo en cuenta la extensión del mismo, podría generar mayores problemas de deserción escolar? J.V.: Cerca del 48 % de la deserción se explica por razones relacionadas directa o indirectamente con las condiciones económicas de las familias, un porcentaje de estudiantes se verá obligado a apoyar la generación de ingreso de la familia, especialmente en la básica secundaria y la media. Igualmente, es incierto el impacto que el temor al contagio pueda tener sobre la permanencia o la asistencia. No pueden descuidarse las estrategias de permanencia como el PAE y el trasporte escolar en zonas de difícil acceso. Estas acciones deben permanecer y fortalecerse. SEMANA: ¿Cómo ven desde su centro de investigaciones la posibilidad del retorno a clases de los niños y jóvenes? ¿Cómo sería el proceso? J.V.: Las posibilidades de regresar a una dinámica educativa como la que llevábamos hace dos meses es casi nula. Hasta que la crisis no esté totalmente superada, se deberán combinar de manera creativa estrategias de educación presencial, a distancia, virtual y metodologías flexibles en las disposiciones para la prevención del contagio. Se requiere que el Ministerio de Educación, las entidades territoriales y las escuelas comiencen un proceso estructurado de planificación para este escenario. Todas las estrategias de flexibilización deben sostenerse hasta donde se requieran; no obstante, se debe priorizar el retorno gradual a clases del segmento de la población más afectado por la crisis, en este caso la que tuvo menor oportunidad de contar con un acompañamiento para su aprendizaje.
SEMANA: ¿Esta emergencia social generada por el coronavirus plantea también la necesidad de reestructurar nuestro sistema educativo? J.V.: En el corto plazo la respuesta del sector educativo debe enfocarse en flexibilizar la enseñanza, a reformular los procesos de evaluación del aprendizaje y la preparación para un proceso de retorno gradual y organizado a las actividades académicas. En el mediano plazo, será necesario implementar estrategias diferenciales que beneficien a la población estudiantil que durante la crisis ha tenido la mayor afectación en su proceso de aprendizaje; en este escenario, el fortalecimiento de las metodologías flexibles será una prioridad.