Seis meses en casa. Otro ritmo, otra vivencia. Otra realidad. Los Gobiernos locales en Colombia apenas se estrenaban cuando llegó la pandemia y, además de llevar las riendas de sus territorios en una coyuntura tan difícil, los mandatarios tuvieron que sumar un reto fundamental para la vida de millones: educar en el aislamiento.
¿Cómo? Nadie estaba preparado. Bogotá, con cerca de 800.000 estudiantes y más de 35.000 docentes en el sistema educativo oficial, fue la primera ciudad del país en responder a la emergencia con una estrategia educativa flexible, multiplataforma y multiformato: Aprende en Casa.
Esta iniciativa brinda acompañamiento integral a estudiantes, familias y docentes en el desarrollo de las actividades académicas en el hogar, y, en estos seis meses de pandemia, se ha venido fortaleciendo. Hoy cuenta con más de 1.000 contenidos en su plataforma virtual y garantiza la entrega de casi 300.000 guías físicas casa por casa; dispone de una franja educativa en Canal Capital y de un espacio radial producto de la alianza con Colmundo Radio y DC Radio.
“Rápidamente, nos dimos cuenta de la profunda brecha digital que tenemos en la ciudad. Cuatro de cada diez de nuestros estudiantes no tienen dispositivos ni conexión a internet. Era urgente actuar para garantizarles a todos su derecho a la educación”, cuenta Edna Bonilla Sebá, secretaría de Educación de Bogotá.
Esta realidad impulsó a la Administración Distrital a imponerse una nueva meta en el Plan de Desarrollo para dotar a 100.000 niñas y niños vulnerables con dispositivos y conectividad; y a apelar a la solidaridad de los bogotanos a través de la Donatón por los Niños, que ha recibido más de 560 millones de pesos para comprar equipos y la donación de 635 dispositivos nuevos y 187 usados funcionales. Además, se logró la donación del Grupo Energía Bogotá por 2.532 millones de pesos, que se destinará a la compra de tabletas.
Pero que las niñas y niños siguieran con las clases era apenas uno de los desafíos. Así lo evidencia la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que estima que hay al menos seis efectos de la pandemia en la educación: interrupción del aprendizaje, falta de alimentación, familias sin preparación para enseñar, desigualdad en el acceso a las clases digitales, aumento del abandono escolar y violencia doméstica.
Algunas de las acciones desplegadas en el sistema educativo público de Bogotá durante la pandemia han permitido que sus datos frente a estos efectos sean, cuando menos, muy alentadores.
Entre ellas, se destacan las estrategias de inscripción, asignación de cupo y formalización de la matrícula a través de medios virtuales y la búsqueda activa, que se desarrolla de manera presencial casa por casa y no presencial por teléfono, en más de 500 barrios de 19 localidades.
Así, contrario al escenario que viven otras ciudades del país y el mundo, Bogotá aumentó el número de estudiantes en colegios públicos durante la emergencia. Según los datos consignados en el Sistema Integrado de Matrícula, entre el 20 de marzo y el 31 de agosto de 2020 se inscribieron 5.125 estudiantes nuevos, pasando de 789.157 a 794.282, la cifra más alta de los últimos años.
Para nuevos y antiguos, como cuenta la secretaria, era fundamental garantizar el beneficio de alimentación escolar durante el aislamiento como estrategia de prevención de la deserción y la desnutrición. “Ampliamos la cobertura habitual del PAE y pasamos de 693.000 beneficiarios antes de la pandemia a cerca de 749.000 solicitudes de apoyo alimentario durante la emergencia”.
Para esto, la entidad implementó dos modalidades para entregar, al 17 de septiembre, más de 3,7 millones de apoyos alimentarios: 3.629.697 bonos canjeables en almacenes de cadena para los estudiantes en zonas urbanas, y 97.173 canastas de alimentos para preparar en casa a estudiantes de zonas rurales.
“Dejar la escuela en este contexto de pandemia es una amenaza latente para muchos de nuestros estudiantes. Por ello, estamos extremando todos nuestros esfuerzos en permanencia escolar, entre los que se incluyen la alimentación escolar y las estrategias semiescolarizadas y de educación flexible”, cuenta Edna Bonilla.
Actualmente, gracias a estas estrategias, el Distrito atiende a 35.549 estudiantes en extraedad, que incluyen víctimas de la violencia, población migrante, grupos étnicos y personas vinculadas al Sistema de Responsabilidad Penal, entre otros.
Un esfuerzo específico por la educación de los jóvenes de la ciudad durante la pandemia, especialmente aquellos que no estudian ni trabajan, es #RetoALaU: el primer programa de inmersión de educación superior en el país, financiado ciento por ciento por la Alcaldía de Bogotá.
Más de 27.000 bachilleres se inscribieron para hacer parte de la primera cohorte, por lo que el Distrito amplió la cobertura prevista de 8.000 a 12.281 beneficiarios, quienes accederán gratuitamente a 995 cursos, materias, diplomados o programas de educación continua o de extensión ofrecidos por las 21 universidades, públicas y privadas, aliadas.
Finalmente, la secretaria destaca que la ciudad continúa con las obras de construcción de 19 de los 35 colegios oficiales, nuevos o reconstruidos, que se comprometió a entregar la alcaldesa, Claudia López, durante su gobierno “con una inversión cercana a los 1,6 billones de pesos, la más alta prevista en los planes de desarrollo del Distrito a la fecha”.
Se calcula que estos 35 colegios beneficiarán a 37.000 estudiantes y serán fundamentales para la reactivación económica de la ciudad, puesto que involucran cerca de 5.000 empleos. Adicionalmente, el Distrito intervendrá el 100 por ciento de sedes de los colegios oficiales que requieren algún tipo de mejoramiento en su infraestructura. Dichas obras favorecerán a todos los estudiantes e involucrarán más de 7.000 empleos.
Mientras la pandemia nos da un respiro, Bogotá se prepara para la reapertura de instituciones educativas de forma gradual, progresiva y segura, o GPS como la han llamado. Un regreso a las aulas concertado y voluntario en el que el Distrito trabaja unido, con el apoyo de expertos y familias.
“La educación es la esperanza. Lo ha sido siempre y será fundamental para que nuestras niñas, niños y jóvenes vivan plenamente la nueva normalidad”, concluye la secretaria.
Contenido elaborado con apoyo de la Secretaría de Educación de Bogotá.