“Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. -¿por qué habría de asustar un sombrero?- me respondieron. Mi dibujo no representaba un sobrero. Representaba una serpiente boa que digiere un elefante”, así es como comienza el libro El Principito, un cuento que ha cautivado varias generaciones, no solo por su historia que lleva al lector a un mundo fantástico, sino por su capacidad de poner a soñar y a recordar algo que se ha olvidado: los adultos fueron niños alguna vez.
El principal problema y lo que criticaba Saint-Exupéry, autor de El Principito, es que muchas veces los padres quieren convertir a sus hijos en adultos. Que crezcan y se preparen para afrontar el mundo desde su percepción como grandes. Olvidando que ellos también fueron niños alguna vez; que la infancia es la época más corta de la vida pero a la vez en la que se debe ser más feliz. Debe ser la etapa en la que los niños estén jugando, riendo, soñando, imaginando, disfrutando, porque después llegan las responsabilidades, el trabajo, las cuentas, los hijos, las decisiones. “Las personas mayores nunca pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”, afirma el aviador en el libro. Una afirmación que se refleja en la película dirigida por Mark Osborne basada en esta novela, y que también sustentó el escritor y poeta colombiano Jairo Aníbal Niño, su apellido le hacía honor a su forma de ser y de pensar. “Soy un niño, no soy tan pendejo para envejecer”, afirmó una vez en una entrevista. “Ellos (adultos) saben que lo que surge del mundo de la infancia es lo que salva la especie humana en su conjunto. En uno de mis libros digo que ‘un buen viejo es un niño que ha vivido el tiempo suficiente para recordarlo”, afirmó Niño en entrevista para Elpais.com.co. La historia que se narra en la película tiene algo adicional: una niña “muy adulta” que tiene una “muy adulta” madre. Aunque los dos personajes no aparecen en el libro original, el director Osborne los agregó para “que la película reflejara como el libro (El Principito) le sirve de inspiración a la niña para enfrentar sus más oscuros temores”, según afirmó en entrevista con la revista Arcadia. La madre quiere que su hija entre a una muy reputada escuela, así que vestida con un vestido gris planea en un tablero gris, la vida gris de la niña. “Vas a ser un magnifico adulto”, afirma la madre sin pensar que debe ser antes una maravillosa niña. Todo se mantiene gris hasta que un avión de papel llega a su cuarto con una de las páginas de El Principito. Quien lo lanzó es su viejo loco vecino que invita a la niña a soñar. Los colores entonces aparecen. “Ya no estoy segura de querer crecer”, afirma la niña, “crecer no es el problema, el problema es olvidar que fuiste un niño”, le respondió el viejo loco. Los sistemas educativos que están diseñados por adultos olvidan que es ser niño y se focalizan en hacerlos seres productivos, que en un futuro puedan competir en el mercado y ser los mejores para así poder tener dinero. Sin embargo, ¿para qué está el ser humano en la tierra? “¿Para ser feliz?”, pone a reflexionar la película. Por lo menos si los adultos no lo son, que no priven a los niños de serlo. “Escucha tu corazón, no caigas en la trampa del poder ni del dinero, que es como el cómplice horripilante del poder. Cree en la libertad, en la vida, en la dignidad de los seres humanos”, afirmó Niño. Cortos de la película.