Por las dinámicas actuales del mundo laboral, una persona que sale hoy de la universidad tendrá, en promedio, 15 empleos distintos en su vida. Eso quiere decir que cada tres o cuatro años, más o menos, deberá reinventarse, actualizar sus competencias y adaptarse a las exigencias de un mundo cambiante. Pero, para eso, es importante que el sistema educativo sea más ágil, asequible y pertinente de lo que es hoy en día. Semana Educación habló con Mercedes Mateo, especialista de la división de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo y una de los speakers en la próxima Cumbre Líderes por la Educación, sobre cómo debe enfocarse la inversión en el sector, de cara a un futuro laboral en el que lo único constante va a ser el cambio. SEMANA EDUCACIÓN (S. E.): ¿Qué habilidades debemos desarrollar en América Latina para prepararnos para un futuro incierto? Mercedes mateo (M. M.): Para que los individuos puedan responder a los requisitos del siglo XXI, necesitamos equiparlos con un conjunto de habilidades que nosotros llamamos fundacionales. Es decir, aptitudes que no solo les van a ayudar a competir en el mercado laboral, sino a crecer y a adquirir mayores niveles de bienestar. Estas son las habilidades llamadas blandas como trabajo en equipo, comunicación, creatividad, pensamiento crítico, resolución de problemas, aprender a aprender, resiliencia, tolerancia y empatía. "La gente nos dice que está gastando recursos propios y acudiendo a plataformas digitales para formarse". S. E.: ¿Y las estamos enseñando? M. M.: Según un informe de Manpower Group, 50 % de las empresas en América Latina no encuentra la mano de obra con las habilidades que necesita. Esta región no solo es la más desigual del mundo en términos económicos, sino también donde la brecha de talento es más grande. Por eso, hay un desafío importante para los sistemas educativos de reajustarse, de tal manera que puedan entregar a los individuos las herramientas para aprender a aprender. Lea también: La Cumbre Líderes por la Educación ya está aquí S. E.: En la Cumbre va a hablarnos de los resultados del estudio ‘El futuro ya está aquí’, que saldrá en los próximos meses. ¿Qué nos puede adelantar de este? M. M.: Parte del estudio es un sondeo que hicimos con gente de la región para entender los temas que le preocupa sobre la formación profesional. El país donde más respuestas obtuvimos fue Colombia, lo cual le da una indicación de lo relevante que es este asunto en este momento en el país. Encontramos que en ningún grupo etario el diploma refleja las habilidades de una persona. Casi la totalidad de los individuos dice que no son representativos de lo que una persona es capaz de hacer. Por otro lado, la gente nos dice que está gastando recursos propios y acudiendo a plataformas digitales para formarse. S. E.: ¿La gente está dejando de creer en los diplomas? M. M.: Hemos estado reflexionando mucho sobre la relevancia del papel. En un mundo donde tienes que cambiar de orientación laboral de forma regular, donde nos vamos a tener que reinventar varias veces, en el que las empresas están buscando al que sabe hacer, no al que dice tener conocimiento, la pregunta es: ¿no se habrán quedado los títulos obsoletos? ¿Cómo podemos repensar formas de acreditar, no solo el conocimiento, sino el saber hacer, de manera que visualicemos las habilidades blandas y facilitemos la contratación o el emprendimiento? El mundo laboral está evolucionando más rápido que el sistema educativo y, por ejemplo, las empresas tecnológicas ya prefieren someter a sus candidatos a pruebas prácticas para que ellos mismos demuestren lo que pueden hacer, en lugar de mirar su currículo. "El futuro va por un sistema educativo que se repiense y enfoque en habilidades básicas y fundacionales". S. E.: ¿En qué se debería concentrar la inversión en educación en la región? M. M.: En estas habilidades transversales (aunque sin descuidar las aptitudes básicas, respecto a las cuales los sistemas educativos de la región siguen teniendo grandes desafíos de calidad). ¿Cómo? Creo que deberíamos considerar cinco acciones concretas: la primera es repensar el sistema de formación continua, porque la gente no se puede graduar y dejar de aprender. Segundo, hay que aprovechar las posibilidades que ofrece la tecnología para facilitar el acceso a la educación y personalizar el aprendizaje. Tercero, el sistema tiene también que aprender a aprender, es decir, generar mucha más información sobre qué funciona. Cuarto, debemos usar más prácticas efectivas para desarrollar competencias del siglo XXI, como el aprendizaje basado en proyectos. Y, quinto, tenemos que repensar cómo reconocemos y acreditamos las habilidades, pues el título está quedando obsoleto. Le puede interesar: “La educación superior gratuita es irreal y profundamente inequitativa" S. E.: ¿Tenemos un sistema educativo, laboral y financiero que nos permita el aprendizaje a lo largo de la vida? M. M.: Yo no creo que los modelos educativos tal como están diseñados estén listos para este desafío. Considero que el futuro va por un sistema educativo que se repiense y enfoque en habilidades básicas y fundacionales, que permitan al individuo desarrollar la capacidad de reinventarse muchas veces en la vida. Financieramente, creo que también debería haber una corresponsabilidad del sector privado con la formación de las personas. El sector público no tiene la capacidad de proveer todos los servicios que se requieren en este contexto. De hecho, ya muchas empresas lo hacen. La mayoría de los empleadores que nos respondieron dicen estar dispuestos a financiar las habilidades específicas de sus empleados... siempre y cuando estos lleguen con las habilidades transversales que necesitan. S. E.: ¿O sea que debemos invertir más? M. M.: Se lo pongo así: en un contexto en que las nuevas tecnologías van a estar desplazando gente que no tenga las habilidades necesarias, llega un punto en que vamos a tener que elegir entre acarrear con los costos de personas que han quedado fuera del sistema productivo o invertir en formar gente para que nunca sea desplazada de este. Entonces, sí: hay que invertir más en formación, porque son los trabajadores menos cualificados los que van a quedar desplazados en grandes números y de forma rápida por la disrupción tecnológica.