A lo largo de esta semana, Estefanía Álvarez y Mónica Saray Arango, las representantes de nado sincronizado por Colombia y las únicas por Sudamérica en los Juegos Olímpicos, pusieron a bailar salsa al Tokio Aquatic Centre.

Con una presentación que conmovió a los colombianos que siguieron la transmisión, las nadadoras cafeteras obtuvieron una puntuación de 81.9667 en la rutina libre y ocupan la casilla 19 de 22. Una marca aceptable para la dupla que se propuso lograr una calificación encima del 80, teniendo en cuenta que en el preclasificatorio habían sumado 83.

Aunque a esta dupla de colombianas las conocen principalmente por sus hazañas en el agua, a Estefanía Álvarez también la recuerdan muchos de los estudiantes de la Universidad Nacional, en su sede de Medellín, donde dividía su tiempo entre el nado sincronizado y sus clases de estadística.

Estefanía aprendió a nadar desde muy chica. Tenía cinco años, tal vez menos, cuando sus papás la llevaron a clases de natación simplemente porque no querían arriesgarse a que su pequeña hija se fuera a ahogar en alguna fiesta infantil. Su primera instructora de nado, apenas enseñándole a hacer burbujas y a respirar en la piscina, se dio cuenta del don.

Estefanía, hoy con 26 años, además de ser Campeona Panamericana en 2012 y Campeona Sudamericana el año pasado y dos veces participante en los Juegos Olímpicos, también es profesional graduada y estudiante de Estadística de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, con habilidades superiores para los deportes acuáticos.

El nado sincronizado, que hoy es todo en su vida, llegó en su niñez. “A los 8 empecé en el CIFAR que es el Centro de Iniciación y Formación de Alto Rendimiento de la Liga de Natación de Antioquia, donde uno elige entre polo acuático, clavados, natación, y nado sincronizado. Yo siempre tuve claro lo que quería”, cuenta en entrevista a la Universidad Nacional.

Y fue así, porque Estefanía siente una inclinación especial por la música, el baile y las artes en general. Basta verla moviéndose grácilmente en el agua para saber que en su deporte es una artista.

Poco a poco empezaron a verse los resultados de la disciplina en los entrenamientos y la niña, que con respecto a sus compañeras inició tarde en el nado sincronizado, empezó a hacerse virtuosa y a escalar vertiginosamente. Primero, vino la Selección Antioquia, luego Colombia. En conjunto o a dueto y en diferentes categorías llegaron los campeonatos suramericanos, panamericanos y de ahí la idea un poco loca y tremendamente visionaria de formar un equipo mundialista.

“En nado sincronizado nunca nadie había ido a unos olímpicos por el país, así que para mí era muy lejano, incluso imposible”, dice. Pero como reza el dicho, la constancia vence lo que la dicha no alcanza, y junto con Mónica Arango ya representaron a Colombia en los Juegos Olímpicos de Río y recientemente en Tokio.

“Mi experiencia en el deporte se resume en una frase: toda mi vida. Mis amigos, los países que conozco, el salario que me permite sostenerme, todo giran en torno al nado sincronizado”, asegura. Sin embargo, Estefanía tiene otra faceta que cultiva como un tesoro y en la que se esmera por ser tan buena como en el deporte: la de universitaria.

Recuerda el tiempo que pasaba en el campus universitario como cualquier estudiante, nadie imaginaba que llevaba campeonatos continentales encima además de dos Olímpicos, a menos que lleve el uniforme de la Selección Colombia de Nado Sincronizado, pasaba casi desapercibida. Le gustaba sentirse una más.

“Para mí la universidad es ese otro lado de mi vida, el nado sincronizado me consume: yo entreno, vengo a clase y vuelvo a entrenar. Este es el espacio donde yo puedo explotar lo que no sabía que tenía y que siempre ha estado ahí relegado a lo primero que ha sido el deporte”, se refiere al talento para dedicarse, aunque a paso lento, a su profesión.

Y pese a que muchas veces le costó tener tiempo y espacio para disfrutar la vida de un universitario normal, Estefanía tiene claro que este es su momento deportivo y debe aprovecharlo, además, la llena de orgullo poder hacer ambas cosas al mismo tiempo. Hace poco pudo graduarse y ya empezó una maestría en Gerencia de Proyectos.

Tanto en los estudios como en el deporte las malas calificaciones, pese a los esfuerzos, a veces la frustran; ha llorado, ha querido salir corriendo, dejarlo todo, pero sus compañeras, sus profesores, su familia y todo ese círculo de apoyo que la respalda, ha estado a su lado para decirle “Estefanía, tú puedes”. De hecho, poco a poco, con sudor y lágrimas, ha podido y se ha convertido en la referente de muchas niñas y jóvenes, que pueden ver en ella no solo un ejemplo en lo deportivo, sino también en lo académico y profesional.