Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista” (Michael Levine) El sociólogo y filósofo polaco Zigmunt Bauman dice que vivimos una época en la que las relaciones, la educación y el amor adquieren un carácter líquido. Como se sabe, los líquidos, a diferencia de los sólidos, no conservan sus formas durante mucho tiempo. Si hubiera una institución social en la que se aplica de manera ejemplar el concepto de Bauman de la modernidad líquida sería la familia. Difícilmente hay una institución que haya cambiado tanto en las últimas décadas o que haya alcanzado tanta flexibilidad y diversidad. La familia nuclear, constituida por el padre, la madre y los hijos, y que articulaba en torno suyo a una extensa gama de primos, tíos y abuelos, hoy es solo un modelo entre las múltiples posibilidades de organización familiar humana. Y es claramente minoritaria. Hoy después de que se casan dos hijos únicos, ninguno tiene hermanos o sobrinos y sus hijos no tendrán primos, tíos o cuñados. Esta es una de las revoluciones culturales más silenciosas y profundas de la historia. En China, por ejemplo, todos estos términos han desaparecido. La vinculación de la mujer al trabajo, la revolución sexual de los sesentas y la liberación femenina que le siguió, la invasión de televisores, computadores y celulares en los hogares y la hiperflexibilización e incertidumbre de la sociedad actual son, entre otros, factores esenciales que le asestaron un duro golpe a la familia patriarcal vigente en los últimos milenios. La familia se diversificó. Aparecen así nuevas y múltiples formas de unión: matrimonios de “prueba”, los “arrejuntados”, separaciones, familias monoparentales o con uno de los padress conviviendo en una nueva relación de pareja. Todo ello condujo a una profunda y generalizada transformación de los estilos de autoridad en el hogar. Hablaré de esos viejos y nuevos modelos. Las familias autoritarias Los padres autoritarios se comunican muy poco con sus hijos: no los oyen, poco los tienen en cuenta y en todo momento les exigen obediencia y sumisión. Incluso llegan a creer que el castigo los hace más fuertes para enfrentar la vida. Es el padre quien habla, piensa y decide. Por ello, con frecuencia asumen posturas arbitrarias con tal de mostrar que ellos son los que “mandan en la casa”. En términos del cantautor panameño, Rubén Blades, son familias con excesivo control, pero con muy poco amor. Los padres autoritarios tienden a formar hijos tristes con personalidades y autoconceptos débiles e inseguros en sus relaciones con los adultos, dado que, como mecanismo de transferencia, proyectan la imagen de su padre y presuponen que este los mira, controla, supervisa y castiga a toda hora y por cualquier motivo. En los colegios estos niños suelen ser aislados, temerosos y asolapados. Paradójicamente, en ciertos casos, el maltrato puede generar el efecto exactamente contrario. El maltratado se convierte en maltratante. El niño pasa de agredido a agresor. Las familias permisivas Este es el tipo de familia que más se ha extendido entre los estratos medios y altos de la sociedad. En ellas, el hijo adquiere plena potestad para hablar, opinar, juzgar, actuar y decidir, en todo momento, lugar y circunstancia. Se diluyen así los límites y la autoridad en el hogar. Lo paradójico es que siguen siendo familias autoritarias, pero ahora quien impone la autoridad es el niño y el joven, quienes se tornan en “pequeños tiranos” que de niños muerden y hacen pataletas y de jóvenes maltratan, insultan e imponen su voluntad ante la mirada complaciente de sus progenitores. No hay límites ni responsabilidades para la convivencia. El niño llora y hace escándalos cuando no se acata su voluntad. Saben perfectamente lo difícil que es para el adulto soportar la mirada castigadora del público que percibe la escena y por ello prefieren realizarla ante la presencia de la mayor parte de personas posibles. Son padres que se sienten amigos de sus hijos, por lo que estos ganan un amigo pero pierden un padre. Se invierten los roles y ahora el autoritario es el niño. Hacen falta límites. Los padres permisivos forman individuos con bajo nivel de responsabilidad y necesidad de logro. En la escuela se convierten en estudiantes con bajo desempeño, que no acatan normas y casi no ven las necesidades de sus compañeros. Son poco queridos por ellos ya que imponen su voluntad, son caprichosos y autoreferenciales. Suelen exigir tratos diferenciados. Son niños con muy poca autoexigencia, disciplina y persistencia. El Icfes calcula que los hijos de padres permisivos obtienen en promedio 20 puntos por debajo de los resultados de los hijos de los padres democráticos en las pruebas Saber 11. Las familias abandónicas En este estilo la presencia de los padres en el hogar es muy baja y la comunicación muy tenue: son padres cuyas vidas giran en torno a sus obligaciones laborales. En consecuencia, no conocen a sus hijos y no saben de sus intereses, talentos o angustias. Debido a ello, no los pueden orientar. Son familias que carecen tanto de amor como de límites. Muchas veces los afectos y la comunicación son remplazados por objetos. Con frecuencia, estas familias conforman estructuras en las que la autoridad está diseminada en diversos miembros del hogar, por lo que las normas y los límites varían significativamente dependiendo de quién esté ejerciendo la autoridad en ese momento. Se convierten en familias ambivalentes, cuya autoridad no es clara, carece de firmeza y tiende a oscilar entre posturas autoritarias y permisivas. Las familias democráticas Las familias democráticas se caracterizan por tres cosas: la comunicación y participación continua de todos los miembros, los límites claros para los hijos y que quienes toman las decisiones fundamentales siempre son los padres. Son familias que amplían la frecuencia y la calidad de la comunicación con los hijos. La calidad proviene de la trascendencia de los temas que se abordan. La frecuencia, de contar con los espacios, tiempos y ambientes necesarios para hablar. Se dicen y expresan las ideas y los sentimientos. Se recurre al diálogo y no a la imposición o la norma por sí misma. Hay mucha participación: los hijos se sienten escuchados, consultados y valorados, pero también saben que la autoridad del hogar y las decisiones, no las tienen ellos, aunque siempre serán consultados. Son familias que con frecuencia se congregan a conversar, cantar, bailar, viajar o jugar. La tercera característica es que los adultos tinab las decisiones fundamentales. El padre escucha al niño, pero nunca abandona su rol y no son “amigos” de los hijos, pero respetan sus puntos de vista. Hay ocasiones en las que los padres expresan sus opiniones con firmeza, pero siempre de manera argumentada y respetuosa. En las familias autoritarias, el padre violenta al hijo mientras que en las permisivas, los padres son violentados por los hijos. Por oposición, en las democráticas, padres e hijos diferencian sus roles y se respetan mutuamente. En síntesis, si queremos construir familias más democráticas, debemos elevar el nivel de comunicación en el hogar, crear condiciones para ampliar la participación, aceptar y respetar la diferencias y mantener las decisiones en cabeza de las figuras paterna y materna. ¿Cuál es el estilo de autoridad que lo caracteriza como padre? Para responderlo, es más importante la opinión de su hijo y su compañero(a), pero para empezar la reflexión lo invito a que aplique esta prueba de la manera más sincera posible. Al fin y al cabo al primero que le importa su estilo de autoridad es a usted, y después, obviamente, a sus hijos * Fundador y director del Instituto Alberto Merani